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CAPÍTULO 69. POL

Teniendo a Thesa entré mis brazos pude ya creerme que iba a estar bien.
Cuando la vi machacándose en la fiesta, sufriendo y sin saber qué hacer, se me paró el corazón un par de segundos y me quitó con ello algún año de vida. Es que no podía, no era capaz de ver sufrir a la gente y quedarme quieto, menos si se trataba de ella. Mucho menos.
Le puse el pelo gris detrás de las orejas y le di un beso corto en los labios en el momento  en que dejó de decir tonterías que ella tenía como verdades.
—Tenía que haberte avisado de que estaba llena, lo siento, no he caído.
Le acaricié las mejillas, tenía unas mejillas preciosas.
—No importa.
Habría respondido si no supiera que ella lo haría también, entrando en un círculo vicioso.
—Supongo que no querrás volver.
—Supones perfecto, Pol, pero tengo que avisar a Valen y pedirle perdón, estaba muy ilusionada con ir juntas.
Hizo el amago de volver a entrar y la retuve por el brazo, esperando que la delicadeza que empleé fuera suficiente para no ponerla nerviosa.
—Voy yo, le digo que habláis mañana.
No dijo nada y lo tomé como una respuesta, entré, la busqué, y no fue muy difícil, bailaba entre la multitud como si no hubiera nada que pudiera arruinarle el momento.
—¿Pero está bien? —me preguntó tras transmitirle el mensaje.
—Ahora sí, tranquila —le puse una mano en el hombro para verificar mis palabras y fui consciente de lo cansado que tenía que ser para Thesa estar todo día alerta por si alguien como yo la toca sin avisar.
Hay tantas cosas que desconocemos de los demás y con las que podemos hacer daño sin darnos cuenta. Realmente nunca sabes todo lo que hay detrás de lo que una persona deja ver. Solo hay que fijarse en Thesa para darte cuenta que esas frases típicas, lo son por algo.
—Me voy con ella, pasarlo bien —les dije antes de salir y encontrarme a Thesa sonriendo como podía frente a la cabaña. Se esforzaba tanto.
Estiré mi brazo para que si quería pudiera tomar mi mano y si no, dejarla. Hizo lo primero, provocándome un remolino de orgullo y felicidad.
Acostumbrado al tamaño de la mano de Emma y su tacto, el de Thesa era extraño, pero no por ello me agradaba menos. Era asombroso ver como dos personas pueden ser tan distintas y tan suyas.
El pensamiento del daño que le había causado a Em atravesó mi mente. Me obligué a apartarlo, no haría bien a nadie y yo me merecía mi momento.
—¿Qué quieres hacer? —le pregunté casi en un susurro.
—Quiero dormir.
Di un respingo.
—¿Conmigo? —quise saber mientras una comisura de mi boca se estiraba.
—¿Dormir?
—Es lo que quieres —afirmé.
Dejé un beso en su coronilla prometiéndole que estaría allí para cualquier cosa que quisiera, en el momento que deseara y se viera preparada.
Nuestras cabezas que estaban prácticamente a la misma altura, (ninguno de los dos éramos demasiado altos) se miraron y puede ver sus ojos sonriendo con la respuesta.
—¿Le contaste a Alejo lo nuestro? —dije con la cabeza pensando en posibilidades.
—¿Lo nuestro?
—Sí —confirmé con obviedad. Algo se me escapaba.
—Se lo dije, pero Valen aún no lo sabe, tengo miedo de que se enfade.
Thesa me contó que su compañera de cabaña y mi amiga le había dado un consejo distinto al que aplicó y no sabía si se lo tomaría muy bien. Yo estaba seguro que pese a no parecerle la mejor idea, se habría alegrado por los dos, e igualmente dejé que siguiera su ritmo.
—No importa, puedes venir a mi cabaña, no es la primera vez que duermes fuera.
Me dio un escalofrío solo de pensar que había pasado una noche en la playa, donde el nivel del mar subía y las rocas se mostraban amenazantes. Eso, sin ninguna duda, fue una idea horrenda.
*
Todavía de la mano, le abrí la puerta y la dejé pasar como el caballero que me gustaba considerarme.
—Mi casa es tu casa —dije al verla de pie sin saber qué hacer—. ¿Quieres que te preste algo para dormir?
Se giró para mirarme con el rostro todavía lleno de surcos de lágrimas y sonrió con esos labios suaves y rosados que tenía.
—Camiseta y pantalón, gracias. Solo camiseta es de mucha confianza.
Acuclillado en el cajón de la ropa solté una carcajada y negué con la cabeza. ¿Cómo podía ser tan increíble? ¿Y cómo había tardado tanto en descubrirlo?
Seleccioné mis pantalones rosas recién lavados y una camiseta blanca lisa, se los tiré y los cogió al vuelo.
Me apoyé en el armario por cualquier motivo, observando atentamente la forma en que echó la camiseta a la cama y extendió los pantalones por delante de sus ojos.
—Amo estos pantalones, desde el primer día que te vi con ellos.
Me encogí de hombros sin poder relajar la sonrisa y pasé una mano por mi pelo.
—Gracias por confirmarlo, siempre he pensado que funcionaban muy bien con las chicas.
Se medio sonrojó medio enfadó mientras entraba al baño para cambiarse. Después de dar el portazo gritó:
—¡Pues los chicos durmiendo sin camiseta funcionan muy bien también!
Reí desconcertado y sabiendo que estaba perdiendo aún más la cabeza.

***
¡Feliz San Valentín! Nos vemos el jueves con el próximo capítulo :)

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