CAPÍTULO 8. LIMA LIMOSA
Capital de Perú... Capitaaal de Perú... Y la capital de Perú es...
Por mucho que variara mi forma de pensar, dudaba mucho que consiguiera la palabra. Una palabra de cuatro letras, en mi opinión de nivel experto y no el intermedio que me prometía el libro.
Estaba sentada contra un poste de esos que sujetan las luces, lejos de la gente, pero no lo suficiente como para no sentirme integrada. Todo lo integrada que se puede sentir una persona haciendo crucigramas. Los campistas estaban congregados alrededor de la hoguera apagada (era la hora de comer) mientras esperaban a que los llamaran para recoger sus hamburguesas o perritos calientes. Yo ya tenía el mío, mi perrito estaba en una caja de cartón apoyado en el césped, y el libro de crucigramas reposaba en mis rodillas dobladas.
Escuché unos pasos.
—¿Sabes cual es la capital de Perú? —pregunté sin saber quién era.
—¿Tengo cara de inteligente?, porque lo soy pero al parecer no tanto. —al escuchar su voz rítmica levanté la cabeza muerta de la vergüenza.
—Perdona, no sabia que eras tú.
Pol levantó las cejas y esbozó una sonrisa de medio lado. Aparté la mirada, era un chulo.
—No tienes nada de lo que disculparte, Theresa.
Un chulo majo y agradable.
—O bueno sí, discúlpate al cielo por estar haciendo crucigramas en una tarde tan soleada y preciosa como esta. —añadió.
Aunque sus palabras sonaron a burla, se sentó tranquilamente a mi lado. Y demasiado cerca. Me giré y me puse de frente, a pesar de que sabía que eso lo haría creer que tenía un interés en hablar con él, interés inexistente. Pero con su brazo lejos del mío.
Mordí mi perrito en un intento de compensar mi gesto sociable.
Al ver que no pensaba hablar, lo hizo él.
—Vengo a ver... a pedirte que dejes de hacer lo mismo que mi abuela y te vengas con el enrollado de Pol a jugar a las cartas.
—¿Y tus abuelos no juegan a las cartas? Porque los míos sí. —le espeté trabando mis ojos entrecerrados con los suyos. Mala idea, no puede apartar la mirada de esos vacíos azul tormenta.
—Es el Uno, mis abuelos no juegan al Uno. —se defendió.
—Y yo tampoco. —volví al libro.
—Oh vamos Theresa, me das mucha pena.
—Estoy comiendo, Pol. Déjame en paz.
Estiró el cuello como un jirafa y necesité morderme el labio para no sonreír.
—Paraguas.
—¿Qué? —pregunté confusa.
—La palabra número nueve es paraguas —volvió a estirarse—. Dios, eso es muy fácil.
—Aún no había llegado a la nueve y no será tan fácil si no nos sabemos la capital de Perú.
—Déjame ver.
Por muy borde que le hablara, por muy seca que fuera con él, nunca se cansaba, parecía que no le importaba. Y como siempre, tenía el tono de voz perfecto para cada ocasión, mis manos se movieron antes que mi cerebro y apoyé el cuaderno entre nosotros.
Mordí el perrito de nuevo repentinamente cómoda con la situación. Aprovechó que no tenía el boli en la mano para cogerlo él y girar el libro.
—Cuatro: pa-rá-si-to, como Tobías. Diez: gay, como Alejo.
—No le digas eso —defendí al campista.
—¿A quién?
—A Tobías —aclaré con obviedad.
—Perdón... —dijo alargando las palabras y pareciéndome muy adorable.
—Perdonado —me concentré en el crucigrama—. La doce es marioneta.
Me fijé en la mano de Pol escribiendo y aunque lo hice fijamente me costó un rato darme cuenta de lo que no me cuadraba.
—Eres zurdo. —dije sin más.
—Sí, y tu diestra. —dejo soltar una risa y me encantó, era muy graciosa—. La trece es "tierra" como tus ojos.
Levantó la cabeza decolorada y me sonrió.
—Mis ojos no son color tierra, es color café.
—Yo creo que no.
—No crees bien, pues. —no le gustó que lo pusiera en duda. Frunció el ceño y se inclinó hacia mí escaneando mis ojos. Dejé por unos segundos de respirar y mi cuerpo se alejó tanto que tuve que apoyar las manos en el césped. Mientras yo empezaba a notar como las pulsaciones se me aceleraban, él permanecía concentrado.
Los treinta segundos que estuvo estudiándome, fueron como largos minutos en los que quise salir corriendo.
—Son color tierra, Theresa, un tierra muy bonito por cierto.
Se puso de pie sacudiéndose la tierra del culo, y noté como volvía a la normalidad lentamente.
—Bueno, ¿qué? ¿Te vienes?
Lo miré desde abajo todavía alterada y solo pude negar con la cabeza.
Sonrió apenado al ver que sus intentos no sirvieron para nada.
Los siguientes minutos los pasé terminando todo lo que pude el crucigrama y mi perrito.
—Pol me ha dicho que no sabéis cual es la capital de Perú y que aparentemente te parece bien que sea gay porque solo te has quejado de Tobías. Si no fuera porque esta bueno te diría que a veces es algo raro. —me dijo Alejo con una sonrisa radiante.
Reí algo colorada por todo en general.
—La capital es Lima.
Solté un sonidito de felicidad y escribí rápidamente la palabra de cuatro letras.
—Gracias, estaba muy rallada. No me gusta mirar las soluciones. ¿Qué estabas haciendo? —le pregunté aburriéndome ya de estar sola.
—Estaba jugando al Uno, vamos a empezar una nueva partida. Únete, va.
—Está bien.
Fuimos hasta un circulo de aproximadamente diez personas y pretendí no sentarme cerca de Pol, pero el sitio que Alejo me señaló estaba justo al lado de él y Emma, su novia. Me senté igualmente y encogí las piernas haciéndome lo más pequeña posible.
De reojo vi como Pol me miraba, respiré fuerte para no girarme.
—Me has ofendido Theresa, y es la segunda vez en un mismo día.
No sabía si sentirme mal por lo tristes y apenadas que fueron sus palabras, o contenta por lo bien que empezaba a sonarme Theresa.***
Y estaba pensado en presentaros a Alejo.
Persona al otro lado de la pantalla, este es Alejo:Ey, y no os olvidéis de votar ¿vale?
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Simplemente Thesa
Teen FictionThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...