CAPÍTULO 6. DOS LITERAS, DOS CHICAS
No sabía muy bien como sentirme, no sabía que hacer, no sabía nada. Solo que iba estar casi un mes en un campamento sin móvil y compartiendo habitación.
Tras la visita guiada del chico de pelo blanco/perromojado/Pol descubrí que mi habitación, la 5A era una de las más solicitadas. Según Pol tenía muchas ventajas: al estar en la última fila de cabañas se encontraba lo más alejada posible y por tanto, mayor privacidad. Eran las cabañas más queridas para montar fiestas (cosa que no me agradaba, por la parte de tener a mucha gente en un espacio tan pequeño) y lo más importante, eran las cabañas para pasárselo bien, nada de desconectar (palabras literales).
Yo por mi parte, me conformaba con superar mi fobia, si es que un propósito tan grande es conformarse, claro.
Me encontraba fuera de esa "magnifica" cabaña, observándola y preguntándome qué diablos pintaba yo en un campamento. Y aun con todo, esos pensamientos no evitaron que apreciara que era muy bonita, tenía un pequeño cobertizo con una silla de aspecto incomodo y antiguo a un lado de la puerta, un par de maceteros señalando la entrada y una barandilla de troncos. La puerta que nos adentraba en el interior era blanca con un cristal dividido en nueve partes, a su lado había un foco y más allá una ventana. Sí, eso es todo. Sencilla, pero con mucho encanto.
Subí la maleta golpeando el suelo del cobertizo y me adentré en el interior detrás de mi compañera. Me tocó con la chica de pelo castaño, Valentina se llamaba, y lo agradecí, de todo el mucho era la chica con la que mejor creía que llevaría: no era muy cercana, iba un poco a su bola y nunca estaba en un mismo sitio más de dos minutos. Revoloteaba, como las hadas.
La puerta crujió y confirmé que no era muy grande, porque no, no engañaba.
Nada más entrar a la izquierda había un semimuro de madera que dudo que siguiera los estilos de decoración de la época, encima se encontraban los folletos de publicidad del campamento y aunque no fuera estético, si que era práctico, separaba el armario y el espejo que hacían las veces de ropero. Al fondo, lo que más llamaba la atención, era la litera, las camas eran de noventa (menos mal, no soportaba nada más pequeño) y estaban encajadas entre el baño y la pared exterior. Dos colchas rojas enrolladas reposaban sobre los finos colchones apoyados en tablas de madera (todo era de madera). Me di cuenta de que en la cabeza de la cama había una lamparía individual, sería perfecta para leer de noche, porque lo que es ver series...
Y luego un pequeño escritorio debajo de una ventana con cortinas de cuadros.
Valentina, mi compañera, se pidió la cama de abajo con euforia.
—Todo el mundo prefiere la cama de arriba, pero yo no, es más especial por el hecho de no ser la que la mayoría elige. —me dijo a modo de explicación.
—Entiendo que te quedas la de abajo. —contesté sonriendo.
—Solo si tú lo quieres entender...
Viendo que me dejaría elegir cualquiera, me senté en el suelo y tiré la mochila vaquera que llevaba en la cama de arriba. Se le iluminaron los ojos y se sentó en la de abajo
Estuvimos un rato mirándonos, sin saber muy bien que decirnos, el silencio no era precisamente incomodo, pero si extraño.
—Me llamo Valentina Mayo. —dijo tendiéndome una mano.
Traté de pensar una excusa rápida, algo que me hiciera evitar el contacto, pero nada de lo que llegó a mi cabeza, evitaría herirla.
Pensándolo mucho y obligándome a respirar, extendí mi mano y le di un breve apretón. Lo difícil ya no fue tanto, el momento de tocarla (fuere demasiado corto), sino el hecho de tener que mover mi mano. Me costaba obligar a mi cuerpo a hacer cosas que no quería.
—Yo soy Thesa Lagos.
—No te llamas Theresa, ¿verdad? —quiso asegurar cayéndome mil veces mejor. Al parecer decirlo en voz alta no fue suficiente para contradecir las palabras de Pol, la eminencia.
—Solo Thesa, nada de Theresa. Al chico ese le ha entrado en la cabeza que me llamo así —bufé—, es absurdo, ya se lo he dicho ochenta veces.
—Y seguramente por muchas más que se lo repitas, nunca llegará a decirlo bien. Es muy cabezota.
Valentina se levantó y abrió su maleta sobre su cama. Comenzó a sacar ropa muy colorida y variopinta.
—Sí, creo que me he dado cuenta.
Imité los buenos comportamientos de mi compañera y fui metiendo shorts y camisetas en las baldas que me correspondían dentro del armario.
Mientras dejaba el pijama junto a la colcha roja escuché de nuevo la voz de Valentina.
—¿Sabes? Antes me has hecho sentir poca cosa. —me giré alarmada, en ningún momento fue mi intención.
Me empecé a sentir muy mal y debió de verlo y se apresuró a aclarar el malentendido.
—¡Ha sonado muy dramático! Solo me he dado cuenta de que no era tan valiente como pensaba. En realidad no me considero muy valiente, tengo antecedentes de no afrontar mis actos, pero sin duda no creía ser tan cobarde como me he sentido.
Parpadeé confusa.
—No pareces cobarde... —dije sin saber muy bien que palabras pronunciar.
—Daniel nunca diría eso, pero es algo cierto. Aunque si lo pienso bien... me enfrenté a mi pasado —fruncí el ceño— Tuve unas amigas problemáticas y armé el valor para reunirme con ellas después de haberme hecho daño, al final acabo todo bien —ese supuesto contexto no me sirvió en absoluto, por lo que no comenté y la deje seguir—. Lo vamos a dejar en que soy neutral, ni valiente ni cobarde. Pero es que lo tuyo es otro nivel. ¡Cantar delante de todo el autobús! Realmente me has sorprendido, Thesa. Nunca pensé siquiera en la posibilidad de hacer algo así, y yo pienso muchas posibilidad.
Agradecí enterarme de algo, no sabía ni por donde me venía el aire.
—No pretendía hacer sentir así a nadie. —dije dejando caer las chanchas en el suelo.
—Oh, no te preocupes.
—Aunque me alegro de haberte sorprendido. La verdad es que no sé muy bien en que pensaba, tal vez quería demostrar algo a mi misma —lo pensé bien, como si fuera una pregunta de Vera mi psicóloga—. Hice lo que sentí. No suelo dejarme llevar a menudo, supongo que cuando tengo la oportunidad, dejo que el mar me lleve por delante. Simplemente eso.
—Yo tengo un lema algo similar: No te quedes con las ganas. Pero supongo que se tiene que aplicar siempre que se puede. ¿Cuándo no te dejas llevar, es porque no quieres o porque no puedes? Quiero decir, son causas externas o plenamente tuyas.
Pensé de nuevo.
—Quiero pero no puedo —admití.
Me sonrió con comprensión y algo de pena.
—Te entiendo mejor de lo que puedes pensar. Durante mucho tiempo tuve que dejar de ser yo.
—¿Y cómo hiciste para elegir volver a tu yo verdadero?
—Para volver a sentir tu esencia latir, tienes primero que quererlo y luego vivirlo y no pensar en recupéralo. Solo dejar que suceda. No es fácil.
Abrí la boca sorprendida por sus palabras. Ea chica era brillante.
—Deberías estudiar psicología. Se te daría muy bien. —comenté.
—¿Qué te hace pensar que no lo estudio ya? —dijo ladeando la cabeza sin perder en ningún momento la sonrisa.
—Porque te pega ser... ¿médico? —le pegaba, solo un poco.
Trató de reprimir una risa.
—¿Medicina? Ni loca. Soy de letras, estudio periodismo. ¿Y tú?
—Yo no soy de letras, precisamente estudio psicología.
—Hum, eres pues como los homosexuales encontrando homosexuales. Encuentras psicólogos en potencia.
Estaba vez fue mi turno de internar no reírme. Fue en vano, y acabamos las dos doblándonoslo de la risa.
—Al parecer encuentro psicólogos en potencia, pero no de vocación. —dije entre risa y risa.
—No, te aseguro que no tengo interés en tratar con los problemas de los demás, con los míos tengo suficiente.
En algún momento durante nuestra primera conversación, acabé con las piernas colgando en la litera de arriba. Me deje caer hacía atrás recordando las palabras de mi nueva ¿amiga?
—¿Somos amigas? —le pregunté mirando el techo.
—Sí, ya te digo yo que sí.
Quererlo, vivirlo y no pensar en ello. Esos eran los pasos de Valentina para recuperar tu esencia. Pero... ¿se puede recuperar algo que nunca has tenido?***
¿Qué opináis? ¿Es posible?
Y una vez más os pido que votéis si os ha gustado, ayuda bastante.
Recordemos viejos tiempos antes de despedirnos hasta el próximo capítulo:Nuestras simples❤️
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Simplemente Thesa
Teen FictionThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...