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CAPÍTULO 75. Y OS QUEDÁIS CON ESA FRASE DE FINIS

Sentada en el mismo sitio que a la ida pero con la persona más increíble de pelo decolorado que había conocido en mi vida a mi lado, repasé la lista mental con la gente de la que me debería haber despedido antes de estar sentada en el autobús. Pol ya me lo había advertido a consciencia: el viaje de vuelta no iba a ser como el anterior, nadie iba a cantar canciones alegres (yo tampoco, no os preocupéis), las conversaciones animadas iban a ser mundo desconocido y, en el hipotético caso de que no hubieras conocido a los treinta campistas que había, no existiría la social intención de conocer a gente nueva (¿para qué si no os nos volveríamos a ver en la vida?).
Ordené mentalmente: Valen (a quién pensaba ver a menudo) y lo mismo de Daniel, Alejo (el de las llamadas dramáticas), Tobías (siendo Tobías)... Añadiré a Leo, pero sabía que lo vería más por la consulta de Vera y después de haber compartido parte de la experiencia TeDI. Y... bueno, Macarena (con un sutil «Adiós, nos vemos» sabiendo que era probable que no fuera así). Puedo incluir a Rodrigo, el chico con el que había intercambiado dos frases si Dios quería. Estaba claro que andaba desesperada por añadir gente para no pensar que había desaprovechado el tiempo ¿no?, lo cual no era nada cierto, pero era poca gente para lo que suelen ser los campamentos, o lo que cuentan de ellos. Ah...y Emma, pero... ya sabes... final complicado y tal...
—Poner "Amanecer. Parte dos" directamente está feo. —Y aunque fue una afirmación, supe que necesitaba mi opinión para sentir su paz mental. Por mucho que en realidad ya tuviera la película preparada en su apreciado móvil de datos ilimitados.
—Igual un poco, pero es la mejor y los dos lo sabemos. Si nos da tiempo ponemos luego la primera parte.
Así de fácil era hacer feliz a mi chico, ya estaba, dando peso a sus teorías. Guardé mis cascos míticos en la mochila vaquera, no eran para dos personas y me puse el derecho que me tendía.
Desde hacía horas sentía un nudo en el pecho que me obligaba a observar a las personas como si fuera a ser la última vez, con un dejé de tristeza. Me había acostumbrado a tener adolescente alocados alrededor.
Me dejé caer en el asiento, con las primeras frases de la película en los odios y giré la cabeza para ver a mi chico. Grabé en mi memoria su increíble nariz, sus cejas oscuras  y maravillosamente masculinas, sus ojos azul tormenta y su mandíbula marcada, todo era tan encantador. Y odiaba no saber cuando lo volvería a ver. No... no estaba nada claro. 
Sonrió consciente de que lo miraba y me prometí hacer siempre lo mejor por la persona que había conseguido mucho más que mi corazón.

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Este ha sido cortito.
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