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CAPÍTULO 72. Y ES TODO TAN

En la situación actual en la que nos encontrábamos, decir que era cuatro de julio te provocaba un escalofrío de esos malos, sin buenas razones. O al menos a mí.
Cuando me desperté es mañana no pude compartir la alegría de Valen, querer aprovechar el tiempo al máximo nunca había sido una de mis virtudes. Yo vivía de la mejor forma posible...
Elegí una camiseta de tirantes, unos pantalones claros y mi chaqueta gris. No tenía demasiadas opciones la verdad, la maleta ya está abierta y prácticamente llena sobre el escritorio.
Fui directa al baño para... ¿la rutina de verano? Y me lavé la cara con agua, los dientes con pasta y cepillé mi pelo con poco entusiasmo. Apoyé las palmas de las manos en la madera del lavabo y suspiré viendo mi reflejo. En una historia dramática os habrían contado los cambios físicos a consecuencia de TeDI, yo, con mi poca energía, os diré lo terriblemente mal que me encontraba mentalmente.
Así, sin motivo aparente, estaba agotada, me dolía la cabeza de pensar. Y es que esos pensamientos sobre mi relación (no especificaré el tipo) con Pol no me daban mucha paz. ¡Dios! ¡¿Qué iba a pasar cuando volviéramos a casa?! ¡Ese pensamiento me atormentaba!
Pol estaría en Barcelona y yo en Madrid, para empezar con buena base. Yo dudaba sobre si hacíamos lo correcto o no y él parecía... otro. Sí, era eso, después de definir a Pol en innumerables ocasiones como "Pol" ahora no era "Pol". ¿Lo entendéis? ¿Me estoy explicando? Había algo que me gritaba a pleno pulmón que estaba viviendo una de esas películas en las que a uno de los protagonistas (Pol) se le mete la mentalidad de otro, le absorbe el cuerpo de la manera más turbia. Y decir eso era algo tan de una persona a la que aún no conocéis que... uf.
¿Era capaz de hacer algo o solo iba a desvariar? Mi cabeza estaba tan fuera de cobertura que ni siquiera sabía cual era el auténtico motivo.
Escuché una conversación en algún sitio mientras me percataba de que mi pelo no estaba muy limpio. Lo despeiné para disimular y me prometí llevar un aspecto decente para el día importante que sería el cinco de julio. Mi futuro más próximo iba a depender de, no sé, ¿el final de TeDI? Volví al dormitorio consciente de que ese día no iba a ser especial, iban a hacer gofres poco saludables para comer, actividades al gusto (ja, casi ninguna al mío) y cena alrededor del fuego para despedir a los campistas que dejarían el Tercer Lago a la Izquierda la mañana siguiente. La mayoría en realidad, pues la estancia solía ser de un mes y el primero empezó con nosotros, y luego están los que van llegando, y los que se quedan una semana y... bueno, que no tengo energía para explicarlo.
Abrí la puerta después de calzarme esperando encontrar a Valentina, y me froté la cara, madre mía, que intenso todo.
—Estoy por pedir café hoy, creo que lo necesito de verdad —dije al aire.
En un remolino de cosas en movimiento y otras confusas, me encontré atrapada contra la pared, con el corazón paralizado y un mar de besos dibujándome el rostro.
—Pero, ¿qué? —logré pronunciar cuando los labios de Pol no se posaban sobre los míos.
—Quiero hablar contigo —dijo por la zona sensible de mi cuello.
Aclarando mi vista divisé a mi compañera riéndose a unos metros y estiré, no con tanta suavidad como cabría esperar pero sí con la aceptable, del pelo decolorado y blanco impoluto de Pol.
¿Qué iba a hacer sin Pol? ¿Por qué estaba tan sensible? ¿Estaba entrando en uno de esos días o qué narices?
—¿Y eso? —pregunté— ¿No hablas conmigo todos los días?
Se separó de forma exagerada y levantó las cejas.
—Y ese es tu comentario inteligente de hoy —afirmó, asumiendo que no iba a pensar nada más original. 
Me crucé de brazos y eché a andar en dirección al comedor, ya eran las nueve (más tarde que de normal) y no pensaba quedarme sin desayuno. Lo cogí del brazo olvidando eso que no voy a nombrar, nadie quiere que haga acto de presencia, y Valen me hizo un gesto con la cabeza diciéndome que iba a por Daniel y que luego nos alcanzaba, todo ello matizado una mirada de "os dejo hablar tranquilos". Y más me valía que fuera eso lo que dijo sin palabras, yo quería presumir de nuestras conversaciones mentales.
—Estoy algo espesa hoy, sí va a serlo —le contesté a Pol.
—Uy, pues no sé si podrás digerir lo que te quiero contar.
Me tensé, a secas.
—Relaja, no es nada malo... ¿qué te puedo decir malo, Theresa?
«Pues muchas cosas, la verdad» pensé.
Encogerme de hombros, hice.
Estiró un mechón de mi pelo y le di un beso en la barbilla. Era tan natural estar con él, tan normal, su contacto era tan familiar que no me entraba en la cabeza cómo había estado sin él.
—¿Mañana veremos Crepúsculo en el bus sentados juntitos? —me preguntó con la esperanza de un niño, y ese no era el tema del que quería hablarme.
Sí, en algún momento admití que no me gustaban las telenovelas.
¿Me iba a sentar con Pol en el bus? ¿Era una idea grandiosamente surrealista que iba a hacerse realidad? ¿Era esa vida tan maravillosa la mía?
—No voy a empezar la saga de nuevo por ti, seguiremos por donde lo dejé.
Y en vez de ofenderse hizo algo estilo "Pol" que me tranquilizo.
—Lo dices como si lo necesitara Theresa, te olvidas de que soy el fan supremo.
Puse un dedo en su pecho.
—Lo dudo —dije con firmeza—. En secundaria tenía la carpeta empapelada con la cara de Edward.
Soltó un resoplido/risa.
—Mientes bien, pero mientes.
Le puse una cara fea.
—¿Tú qué sabrás?
—Pues lo sé, no eres de esas chicas.
—¿Y cómo soy, a ver, gracioso?
—A mi no me llames así, Theresa —dijo enfatizando y haciéndome ver el privilegio que era que me llamara por mi no nombre.
Y no puede evitar recordar a mi madre, ella también se ofendía cuando le decía "graciosa". Vale, la echaba de menos y esa probablemente fuera la única cosa que me hiciera volver al día siguiente con una sonrisa, porque lo demás...
—Va, dime como soy —lo animé queriendo evitar que me golpeara la nostalgia.
—Pues eres simple, la verdad, seguro que tu carpeta era de un color claro y lisa.
—Era de Oxford —confesé.
—Y lisa.
—Un poco, sí.
—Todo lo lisa que es una carpeta de Oxford —agregó.
—Y blanca —me preparé para la confesión que le encantaría—, un poco gris.
Trató de contenerse de una manera tan pésima que le di un empujoncito sonriendo como una boba, y como una bomba estalló él en carcajadas. Paró de andar y todo para reírse bien, con calidad. Y yo lo observé con ternura y una admiración increíble, es tan difícil encontrar a personas con una risa tan despreocupada que cuando lo haces debes disfrutarla y deleitarte al máximo. Era un sonido tan vibrante y precioso, casi tanto como él cuando se inclinó para apoyarse en las rodillas y caerse al suelo después.
¿Tanta gracia hacía?
—¿Pol? —pregunté preocupada.
Mis palabras solo parecieron incrementar sus carcajadas de nivel, negó con la mano que no sujetaba su estómago y se limpió las lágrimas.
—Tengo hambre... y curiosidad.
—Es que no puedo parar —me dijo con la voz aguda y estrangulada—. Que no puedo —siguió entre medio convulsiones.
Me agaché para zarandearlo y debí tocar algo sensible pues juraría que empeoró. Su risa empezaba a sonar a llama en apuros.
—Pol, Pol, venga amor.
De repente paró, brutal y drásticamente su cuerpo se puso de pie de un salto con un brillo en los ojos. Enmarcó mi rostro con sus mano suaves y flipé. Este día estaba empezando a ser muy irreal.
—¿Qué me has llamado?
En ese preciso momento conocí la expresión de "me inundó el pánico", se sentía tan literal. La sangre de mis venas se acumuló en mis mejillas y ni siquiera pude diferenciar si era por la vergüenza o el terror.
—No voy a repetirlo —anuncié volviendo a caminar.
Dos pasos fueron los que di sobre el camino de tierra antes de patalear al aire. Sus manos volvieron a rodearme por segunda vez en menos de veinte minutos, alzándome hasta dejar de tocar el suelo y su olor era tan arrollador que ni me quejé.
—Ay, te quiero tanto tanto —dijo moviéndome de lado a lado y mareándome por el camino.
Entonces fue vergüenza el calor que me dominó.
—Eres tan increíble Theresita mía.
—Creo que algo te ha afectado al cerebro. —Y lo dije seria para evitar que viera lo mucho que me habían emocionado sus palabras.
¿Me veía tan increíble como yo a él, que ya es muchísimo decir?
«¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh!» gritaba una voz interior «¡Ya va el segundo "te quiero"», «¡Ahhhhhh!» seguía torturando mis oídos desde dentro.
—Tú me has afectado al cerebro. Y no sabes cuánto, ¡por eso quería hablar contigo!
Prometo que estaba respirando, pero escuchar al chico que te gusta y quieres de la forma más mítica y grandiosa que podías llegar a imaginar, diciendo que quería hablar contigo sobre el amor te que profesaba y lo mucho que le habías colapsado la mente, era para que la felicidad fuera la única emoción en tu vocabulario cuando pensaras en ello.
Y no faltaba decir que eso de que iba a ser un día normal y pocho, estaba cambiando por momentos. Claro que mi pelo iba a seguir estando sucio y mi atuendo revisable.
Me bajó al suelo estable sin conseguir que mi mundo interior dejara de estar en una nube. Sus manos fueron hasta mi nuca y se enredaron en mi pelo.
—¿Quieres hablar conmigo? —pregunté inmersa en un momento intenso más con Pol Luna.
—Sí, de cosas muy bonitas.
—¿Y a dónde vamos? ¿Necesito tener el estómago lleno?
Sus ojos se mostraron trastocados, algo no estaba en sus planes.
—¿Tienes hambre? —preguntó él preocupado.
—No, puedo esperar.
—Antes has dicho que necesitabas un café —recalcó.
—Antes. Ahora quiero estar contigo.
Se llevó una mano al pecho provocado un sonido amortiguado contra la camiseta gris (¡Gris!) que llevaba.
—Eso ha sido muy bonito.
—Lo bonito es que te pongas una camiseta gris —me acerqué a su oreja y después de dejar un tierno beso allí, seguí hablando—, que es mi segundo color, para venir por la mañana y esperarme en la puerta y pillarme por sorpresa, solo para decirme cosas bonitas.
—Tú sí que eres bonita.
—Tú más —repliqué cogiéndolo de la mano y echando a caminar.
—Discrepo bastante, Theresa, estoy muy seguro de que no se puede ser más bonita que tú...
Y como podréis imaginar la conversación con excesivos "bonita" y agregados, duró más tiempo del suficiente para no parecer empalagosa y excesiva (que no me pareció ninguna de las dos).
Al principio, después de que me dijera que íbamos a ir a un sitio sorpresa, instintivamente pensé en la playa, seamos sinceros: Pol no es muy original, pero acabamos sentados en el embarcadero y conmigo agradeciendo no haber tenido que andar diez minutos para que me hablara de esas cosas bonitas. Uy, lo he vuelto a decir.
Tumbados en el extremo del camino de madera, con las piernas colgando y las puntas de los pies descalzos rozando el agua, me impaciente porque el señorito Pol no arrancaba.
—¿Empiezas tú o me vas a hacer empezar a mí?
Pol, en un movimiento súper masculino, se puso en una pose muy masculina, de medio lado y con la cabeza apoyada en su mano. ¿Hace falta que describa lo increíble que estaba o es fácil imaginar a Pol mirándote directamente a los ojos?
—Tengo curiosidad por ver cómo empiezas.
Agité la cabeza con delicadeza, nadie quiere un trágico final en el que me golpeo contra la madera y... tampoco entraré en detalles... para esos están los libros de fantasía.
—¡Pol! ¡Que eres tú quién tenía que hablar conmigo, no al revés!
—Ah, pero es que aún no sabes lo que te quiero decir.
El maldito se tuvo que morder el labio para no volver a sufrir un ataque de risa.
—Pues no, no Pol.
Me crucé de brazos asombrada como siempre por la velocidad con la que cambiamos de conversaciones intentas a conversaciones de "Pol y Thesa", no decimos nada en serio.
—Se ha despertado tontita mi niña —dijo poniendo una mueca de pena fingida y masajeando mi nariz.
Fruncí el ceño.
—¡¿Qué has dicho?! —exclamé.
—Venga, Theresa, no sigamos por ahí que ambos sabemos que entraremos en un bucle y queremos llegar al mismo punto, ¿eh?
—Y lo dice alguien a quien no han llamado tonto —murmuré sin estar enfadada.
—Vamos, llámame de esa forma y te dejo adivinar el tema de la mañana.
—¿Pero es que me vas a hacer pensar? Te he dicho que estaba espesa.
—¿Y lo sigues estando? —Preguntó con una sonrisa de medio lado como si no supiera la respuesta, por lo que opté por decir la cosa más cursi que mis labios hubieran pronunciado.
—Tú me derrites, Pol —Y traté de usar un tono de esos atractivos.
Cambió su sonrisa por una de vanidoso elogiado.
—Acepto el cumplido, Theresita. Y te recompenso con esto: ¿Quieres ser mi novia, Thesa?
Me senté de golpe, indignada (casi por completo a modo de broma) y él se tumbó bocarriba con total seguridad y las manos detrás de la cabeza.
—¿Y tenías que esperar al último día para preguntármelo?
—Técnicamente es el penúltimo y...
—Si no es día completo no cuenta, así que es el último —aclaré.
—Bien, pero... se te olvida que ya nos hemos estado comportando como si saliéramos juntos, seguro que medio campamento (por ser modestos) ya cree que estamos saliendo.
—Ah no, si ahora sí que estamos saliendo.
—Me dices que sí —dijo encantado y ¿asombrado?
—¿No te lo esperabas? ¿Qué te voy a decir, Pol? Llevó días sin saber como expresarme bien, no sabia llamar a lo nuestro.
Emitió un ruidito increíblemente sexi desde el fondo de su garganta.
—"Lo nuestro", no he escuchado nada más bonito en mi vida.

***
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