CAPÍTULO 43. EL TÍPICO CLICHÉ DE MENTIRSE A UNO MISMO, ESTABA RESULTANDO DEMASIADO FAMILIAR
14 de julio
Sin comerlo ni beberlo, había llegado el fatídico día en que debía llamar a la psicóloga.
Me lamentaba, mientras bajaba la cuesta camino a la garita de recepción, de lo rápido que había pasado el miércoles que me hizo llegar al sábado.
Después de pasar al nivel dos de Pol, este había decidido chocar los cinco conmigo cada vez que nos encontrábamos, ya fuera desayunando, jugando a la petanca o remando en barcas. No faltó en ninguna de las ocasiones, y aunque al principio me alteraba un poco, cuando ya llegamos a la décima vez, se volvió rutinario, probablemente ese fuera el objetivo de Pol. Era un chico listo, y vio que sí podía asimilar apartarme de la gente también podría hacer la inversa. Funcionó, pero siempre que nuestras palmas impactaban durante escasos segundos, sin excepción, volvía a nuestras manos entrelazadas.
La sensación que me recorrió cuando entrelacé mis manos por primera vez con alguien, no hizo más que aumentar mi anhelo y mis ganas de luchar. Fue tan bonito, es que ni siquiera sé como describirlo.
Imaginaros un escenario otoñal, unas hojas de colores cálidos en el fondo de vuestra imagen. Quiero que difuminéis esas hojas y como si de una película se tratara, unos gorriones entran en escena, desde abajo y volando en círculos. Ellos vuelan a velocidad normal, pero tú los percibes a cámara lenta, pudiendo disfrutar del movimiento de sus plumas y el batir de sus alas.
Algo así, cálido y precioso, es remotamente semejante a como me sentí.
Lo gracioso de todo esto no es que Pol admitiera que quería besarme, ni que yo me encontrara esperándolo. Lo gracioso era que nos empezamos a reír después de darnos cuenta de esos sentimientos. Nos carcajeamos y nos doblamos de la risa cuando fue excesiva.
Nos lo tomamos a broma a pesar de las miradas que nos echábamos al volver a alcanzar al grupo.
Y nos volvía a dar la risa cuando chocábamos las manos y pensábamos que era un simple juego de niños.
Que ilusos.
Que inocentes.
Pol, con sus pantalones rosas y su pelo blanco salió de la cabaña de Macarena. Nos sonreímos, chocamos los cinco y reímos.
—¿Quieres hacer la terapia hoy en la playa? —me preguntó sonriente.
—No puedo —dije disimulando las ganas que tenía de volver a encontrarme con él y volver a tocarlo.
—¿Por?
—Tengo que llamar a la psicóloga.
—Luego mal —afirmó.
Pol siempre tan seguro de lo que decía.
—Supongo que querré estar a solas y hablar con mi madre.
Pol frunció el cejo y me pregunté como sería estirarle las arrugas con los dedos.
—No es la hora de llamadas, ¿necesitas que te preste un teléfono? Puedo hablar con Tobías y te consigue algo rápido.
Negué con la cabeza, disfrutando de ver como se preocupaba.
—Paso de hacer nada ilegal. Lo hablamos mi madre y yo con Malena y me dejará mi móvil por una hora. Iré a su casa para tener intimidad.
—¿Sí? —inquirió sorprendido y metiendo las manos en los bolsillos de un modo muy masculino.
Asentí.
—¿Me traes unos recuerditos?
Abrí la boca impactara y le di un golpe en el hombro.
¿Dios, esa era yo?
Pol vio mi gesto y sonrió con orgullo.
—¡¿Estás pidiéndome que robe?! —exclamé.
—No te confundas, Theresita.
Mi estómago vibró al recordar de nuevo el día que, a partir de ahora, bautizo como "el que cambió mi vida".
—¿Entonces qué?
Se inclinó para crear un círculo de confidencialidad a pesar de que no había nadie alrededor.
—Malena tiene unos caramelos sobre la mesa de té del salón, son increíbles.
—¿Cómo lo sabes? —pregunté hipnotizada por la forma de su mandíbula.
—Un año se rompió el telefonillo y tuvimos que pasar en grupos a usar su fijo. Soy tan simpático que me ofreció uno, y desde entonces vivo en un estado de dependencia.
Levanté las comisuras de los labios.
—¿Estás seguro de que eso no es robar?
—¿Y tú de que te vas poder resistir?
Me di la vuelta sin decir nada y eché a andar.
—¡Luego te lo cuento, Polito!
*
Malena bajó de la estantería una caja de cartón azul, y tras levantar la tapa pude ver todos los móviles de los campistas.
—Puedes coger el tuyo —me instó a moverme.
Rebusqué precavida de no tirar ninguno y divisé sin dificultad mi iPhone 11 verde con funda transparente. Al tocarlo con las yemas de mis dedos sentí lo que es estar en casa y lo mucho que deseaba poner el número pin y empezar a leer las notificaciones.
—Ya está —anuncié sin dejar de mirarlo.
—Bien, te acompaño.
Salimos del campamento por la puerta principal y llegamos a la carretera por la que habíamos llegado a TeDI. Cruzamos, ella mirando que no pasara ningún coche y yo comprobando que mi precioso tesoro no hubiera sufrido ningún rasguño durante el tiempo de distanciamiento.
Os describiría la casa por fuera y por dentro pero mi obsesión adolescente no me permitió ejercer mi cualidad de observadora.
En menos de diez minutos estaba pulsando el botón de videollamada y observando por el reflejo como Malena me daba privacidad y por tanto, vía libre para entrar en Instagram.
Lo único que llamó mi atención fue el bol de cristal repleto de caramelos rosas envueltos en papeles transparentes. Sonreí con malicia y alargué el brazo hasta coger un puñado y metérmelo en el bolsillo. Volví a tomar otro «este para ahora». Y casi no puedo decirle hola a Vera del subidón que me dio ese caramelito.
El rostro amable de Vera enmarcado por su pelo moreno y corto me dio la bienvenida.
—Hum —fue todo lo que dije junto a un gesto de "estoy comiendo".
Ella apretó los labios molesta, pero me dio los dos minutos que necesité para acabarme el caramelo.
—Que sepa que me he sentido presionada —le dije sin tutelarla.
—Yo también me alegro de verte.
Sonreí con fingida amargura y una alegría interna difícil de disimular.
—Espero que esté yendo bien el campamento.
—Tiene muchas esperanzas, ¿eh? —agregué—. Pues quédese sentada porque tengo para rato.
Tenía tanto que contar que no sabía por dónde empezar, al final me decanté por el principio, suele ser la mejor opción.
Le narré con pelos y señales el viaje en autobús y el abrazo que le di a mi madre al despedirme. Incorporé a mi explicación mis fragmentos favoritos de Crepúsculo y una pregunta sobre si era team Jacob o team Eduard, no me lo dijo, pero toda ella gritaba "Amo los pectorales de Jacob". Yo, no sé si lo he dicho, Edward es mi debilidad. Vera tuvo que disimular una risa cuando le canté la canción de Summer of Love para ponerla en situación, y después me dijo que esperaba que cantara peor para subirme la autoestima como toda psicóloga debe hacer.
Quise evitarlo, pero narrar mi primer encuentro con Pol era crucial para entender mi vida actual. Que lejano me sonó, habían pasado tantas cosas.
Hablé de los nuevos amigos tan increíbles que había conocido, de la extraña relación que compartía con Pol (ahora pullas, luego intensidad y momentos sensibles), de mi locura de salto en la barca, de la personalidad obsesiva de ayudar de Pol y de su necesidad de ir a terapia.
—De verdad, su novia me ha dicho lo tóxico que puede llegar a ser —dije exagerando y divirtiéndome un huevo con la conversación.
—Quiero tu punto de vista, según tus experiencias, ¿crees que Pol Luna es tóxico y por tanto perjudicial para tu progreso?
—Uh, perjudicial es casi la última palabra que usaría.
Eso fue lo que le dije para introducir todos los episodios que había vivido y experimentado con el chico de pelo blanco. Comencé por el ataque el día del teléfono, pasando por la comodidad de nuestro día en la playa, obvié sus abdominales vistos a través del agua y lo mucho que me ponía, digo gustaba, que dijera mi nombre. Incluí, sin embargo, nuestro encuentro en mi cabaña (que bonito suena eso), pero sin mi frase de ligar de "¿Que pretendes hacer cuando recorramos los dos metros que nos separan?", por cierto, no la registro para que la podáis usar, que sé que es buena. Tuve que aclarar que se lo había contado todo porque no entendía absolutamente nada, y claro, después de una revelación así vienen las típicas preguntas de tus sentimientos al respecto, a las cuales respondí con un sincero:
—Es lo mejor que he hecho en la vida.
No os preocupéis, tampoco se me olvido hablarle de lo sueltecita que estaba, tanto tocar a Pol se me estaba subiendo a la cabeza y la adrenalina se me subía a pasos de gigante al ver que Vera estaba contenta con mis progresos.
Los niveles de Pol le parecieron muy buena idea, pero me obligó a prometer que no haría nada para lo que no me viera preparada.
También le mencioné que los caramelos que no había dejado de comer durante la hora eran la baza que estaba buscando para atraer a más gente a su consulta.
—Espero verlos por ahí la próxima vez —le advertí con guiño y un primer plano nada intencionado de la marca de caramelos.
Cuando creí que todo lo contable estaba dicho, lo de los choques de manos fue una de las máximas cosas que escuchó, empezó a decirme lo a gusto que me veía en TeDI, que iba a contarle los progresos en general a mi madre, la cual se quejaba de que no la llamaba.
—No tengo tiempo, de verdad que no. Los paseos en barca y las sesiones de poesía colapsan mi vida.
Claro está que todo lo que sentí al escuchar a Pol recitar ese poema creado para mi persona, no salió de mi boca.
Dios mío, ¿tantas cosas habían pasado en una semana? ¿Qué podría ocurrir en las semanas que estaban por llegar?
—Thesa, visto todo lo que estás progresando, no vamos a tener más sesiones hasta que vuelvas del campamento.
—¿No?
—No, cuando vuelvas quiero que seas tú misma quién me lo pida cuando la necesites, ¿claro?
Asentí con la cabeza sin darle mucha importancia a eso, no tardaría en llamarla con algún que otro drama.
Ya se estaba despidiendo y el nudo que se había ido formando no pudo aguantar más y explotó.
—Vera —la llamé poniéndome seria por primera vez en dos horas—. ¿Es normal querer besar a alguien por quién no sientes nada, y más teniendo hafefobia?
Vera sonrió con ternura y comprensión.
—Querer besar a alguien que te atrae es normal y prueba de que vas muy bien.
Fruncí el ceño.
—Pol no me atrae —sentencié.
Gracias a la humanidad no dijo "¿Quién ha dicho nada de Pol?", ambas teníamos claro que mi mundo parecía girar más rápido y más ligero desde que lo conocí.
—¿Estás segura?
Me puse a la defensiva, mi mente no estaba dispuesta a ponerse realista tan fácilmente.
—Simplemente —respiré a modo de preparatoria de lo que sería la mentira más gorda de mi vida—, lo sé. Pol Luna, no me gusta en absoluto.***
Y este es el último capítulo de la segunda parte de Simplemente Thesa. Espero que os haya gustado y nos vemos el lunes con el primer capi de la tercera y penúltima parte.
Bye
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Simplemente Thesa
Teen FictionThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...