CAPÍTULO 84. POL
Thesa venía, Thesa iba venir. Íbamos a estar juntos, una vez más.
Sonreí mientras caminaba por la calle. Al menos algo funcionaba en mi vida, no todo era malo, no me había salido todo mal. Thesa estaba conmigo, podía hacerla feliz, y no pensaba fallarle.
Saqué la lista con las tiendas donde podían vender los caramelos de Malena. Ya había tres nombres tachados, aún quedaban siete, pero no me apetecía tener que recorrer la ciudad entera para encontrarlos, aunque por Thesa lo haría si fuera necesario. Thesa llegaba después de comer, tenía que ser rápido y eficaz.
Eso es, eficaz.
Me senté en el primer banco que encontré y busqué en internet el número de teléfono de esas tiendas, la mayoría antiguas y tradicionales. Los anoté con el bolígrafo y empecé a llamar. Preguntar si los tenían antes de ir era todo un puntazo.
—Vamos con la primera —murmuré con muchas esperanzas.
Saltó el contestador. Volví a llamar y de nuevo la misma respuesta. Me mordí una uña y agité la cabeza para pasar a la siguiente sin desmotivarme.
Mientras esperaba, cayó otra uña.
—Puede comprobar si no tiene alguna bolsa perdida, es que de limón no me sirve —le dije al señor tras dos minutos de búsqueda por el almacén—. No, de mora tampoco, los necesito de fresa. No, tienen que ser esos en concreto.
Cinco minutos fue una pérdida suficiente de tiempo.
Otra llamada, quedaban cuatro.
No podía ser tan difícil, eran caramelos de fresa.
Estuve a punto de rendirme cuando una señora me dijo que si le ayudaba a buscar las gafas podía mirar en las cajas que quisiera, que le sonaba tener, pero estaba muy lejos. Muy muy lejos.
Me encontré cara a cara con el último de la lista. «Confió en ti», le dije al papel con la mente. Iba a llamar, pero antes de pulsar el botón, levanté la cabeza para respirar y me encontré con Emma. Emma, con su pelo moreno y un conjunto azul de pantalón corto y chaqueta, siempre tan increíble.
Sonreí, dejé de hacerlo, y volví a elevar las comisuras. ¿Cómo actúas con tus ex? Oh, pero si yo tenía varias, aunque a ninguna la quería como a Em.
Estaba nervioso, sentía algo de vergüenza por mis actos, pero nada de eso me impediría hablar con ella y ver cómo estaba. Habíamos pasado por mucho juntos.
Conteniendo mis manos en los bolsillos, carraspeé.
—Em, Emma, ¡hola! —la llamé desde la distancia.
Sus ojos se alzaron para mirarme y sentí un nudo en el estómago, pasaba algo. Ladeé la cabeza.
Estaba mal, muy mal para mi gusto. No brillaba, no lograba ver su ambición y sueños a través de su fachada fría y distante. Es que, ni siquiera veía ese muro, era raro, estaba rara.
—Pol —pronunció a modo de saludo.
Me acerqué rápidamente. Parecía débil, y ella era todo lo contrario. ¿Dónde estaba Emma Olivera, la chica que nunca titubeaba?
—¿Estás bien? —pregunté, y me arrepentí al instante. Le había puesto demasiado fácil la respuesta, un leve asentimiento de cabeza habría bastado para dejarme contento. Pero no, ella no me mentiría, si estaba mal de verdad me lo diría.
Asintió con la cabeza y yo apreté los dientes. Esa no era Emma, ella no hacía eso, no dejaba que otros pusieran la respuesta por ella.
—¿Te sientas un momento y hablamos?
Su mirada se ensombreció, volvió a ser aguda cuando entrecerró los ojos.
—Déjame, Pol. Tengo cosas que hacer.
Di un respingo, ¿me estaba equivocando? ¿Eran todo paranoias mías y simplemente no quería verme? Era completamente comprensible... habíamos roto hacía pocos meses, y por mi entera culpa...
—Sí, claro, perdona. Yo también tengo asuntos que atender.
Volví a asentir y se marchó caminando. Dejé soltar aire, extrañado.
Esperé unos segundos de más para apartar la vista de ella, esperaba algo, no sé, cualquier cosa. «Cinco segunditos más», negocié conmigo mismo. Emma continuó ondeando su pelo y alejándose de mí. No me gustaba la distancia que existía entre nosotros. ¿A donde habían ido a parar tantos días de confidencias, esos momentos juntos ?
Yo conocía a Emma más que nadie, cosa que no era muy difícil, por eso le di un rato más, un tiempo para volver y contarme eso que me ocultaba. En realidad había pasado poco, solo nos separaban cuatro metros cuando ella se detuvo.
Me moví hasta estar a su lado sin dudarlo, y la forma en la que bajó la cabeza me provocó un escalofrío. «Emma, mi Emma, ¿qué te pasa?»
—Mi madre está enferma, Pol —dijo por fin, acabando con el aire para respirar.
Apreté la mandíbula un poco más, eso no podía ser cierto. La luz a mi alrededor se apagaba por momento, desaparecía el brillo de la vida y la alegría que minutos antes tenía.
—Emma... —murmuré, la voz no me salía y ella ni siquiera la escuchó.
No, eso no era verdad. No, eso no le iba a pasar a Emma.
Mierda, ella era tan increíble, era esa persona a la que puedes llamar en cualquier momento, porque sabes que va acudir. Era ella quien menos se merecía aquello.
No, no, no.
No a Emma, y menos en ese momento. No cuando yo la había dejado tirada, menos cuando no podía cuidarla como debía. Emma no tenía a nadie, joder. Su padre murió de cáncer cuando era una niña, y ahora su madre. Emma no tenía hermanos, no tenía a nadie.
—Emma dime que no es verdad, por favor —rogué con la voz rota—. Te lo suplico —Su cuerpo tembló y con eso obtuve la confirmación—. ¡Joder! —grité por primera vez en mucho tiempo.
La rodeé con mis brazos, sosteniéndola con toda la fuerza que podía, pero sin querer hacerle daño. No se merecía aquello.
Con un espasmo, las lágrimas cayeron rápidas por sus mejillas. Se las limpié con la manga de la chaqueta, con suavidad. Con todo el cariño que puede tener ese gesto. Viendo que no daba resultado las estreché con más ímpetu y la escondí en mi pecho para que nadie la viera llorar, a ella no le gustaba mostrar debilidad.
Mi corazón se rompió ese día. Saber que le había infligido tanto daño a una persona que amaba tantísimo. No, yo no podía con eso, era demasiado. Y no iba a poder estar para ayudarla, no como quería, no como merecía.
—Todo saldrá bien, Em —le dije sobre el pelo, sin atreverme a pensar en el grado de verdad de mis palabras—. Estarás bien, Em, eres fuerte, lo sé. Y sabes que voy a estar para todo y más aún.
Con mucha rabia estrujó mi sudadera entre sus puños. Los nudillos se le tiñeron de blanco y cerré los ojos, dejándome llevar por su impotencia.***
Segundo y último capítulo del día. Y prefiero no comentar nada... decidir lo que pensáis del final es cosa de cada uno.
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Simplemente Thesa
Roman pour AdolescentsThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...