CAPÍTULO 42. Y SIN SER UN CULLEN NOS HEMOS METIDO EN UN PROBLEMA
De reojo miraba a Pol dar besos cortos y tiernos a su novia. El grupo de treinta campistas me daba la protección que necesitaba para que la visión no fuera también en el sentido opuesto. Era la primera vez que lo veía en todo el día y, sinceramente, me decepcionó. Pensaba que vendría a saludarme o felicitarme por estar ahí. Yo no quería ir a la excursión por el campo, me importaba cero el verde, prefería pasar la tarde tomando el sol en la playa.
Inflé las mejillas pensativa, yo nunca hacía eso, pero claro, estaba leyendo Boulevard.
—¿Qué miras?
—Calla, Alejo, me van a pillar.
Alejo de improvisto se agachó y acercó su boca a mi oreja. Con ese simple y rápido gesto consiguió que se acabara el aire de toda la Tierra. Yo ya no podía respirar. No me giré porque si lo veía tan cerca entraría en pánico de verdad. Humedecí mis labios repentinamente secos y repetí en mi cabeza que sería solo un segundo, nada más. Y eso fue.
—Medio campamento a pillado tu obsesión por Poooool.
—Medio campamento está obsesionado con Poooooooool —contraataqué yo dando un paso hacía atrás y abriendo los brazos para abarcar a la población presente.
—¿Y te incluyes? —me preguntó con las cejas arqueadas.
—¿Lo haces tú?
—¡Claro!¡No eres la única con ojos operativos!
Logré evitar responder a la más que obvia pregunta de Alejo. No era obsesión por él en general, era por su físico. Cuando alguien está como Pol no puedes dejar de mirarlo. Que no es que no hubiera más chicos guapos en el campamento, mirar a Daniel o Alejo mismo. La sutil diferencia es que Pol luna, con su pelo blanco, obtuvo el plus de exótico.
—¿Cómo es que al final has venido?
—Cosas de la vida —respondí con ambigüedad.
Los dos monitores más jóvenes, el de pelo rizado y la chica de piel oscura y cabello claro, nos dieron las indicaciones para comenzar la caminata. Antes de marchar nos avisaron de que iban a tomar fotos para la publicidad del campamento, que sí no habíamos dado el consentimiento que fuéramos por delante, bla bla bla, todas esas cosas de protección de datos.
Todavía dolida por la indiferencia de Pol hacia mi persona, empecé a caminar.
Que sí, que no quería verlo después de mi conversación con Emma, ¡pero es que arrástrame y luego pasar de mi culo no mola, no mola nada!
El trio calavera que formaban Daniel, Valentina y Tobías se unió a nosotros al final de la cola.
Salimos por el camino que daba a la playa y mientras soportaba la tensión de tener que estar alerta multiplicado por las treinta personas que estaríamos, logré quedarme prendada por el paisaje que poco había explorado.
El día estaba nublado y a mí eso me gustaba. La llanura de hierba, huertos y granjas con demasiadas vacas era relajante. Te animaba a tomarte un año sabático y venirte de granjera al norte de España.
A mi compañera Valentina le entró entre ceja y ceja que iba a tocar una vaca. Personalmente no me agradaban demasiado, con ese pelaje marrón, la lengua gigante, las moscas que la rodeaban, esa posición amenazante. Me instaban a desafiarlas con la mirada. Al final consiguió que un ganadero le dejara acercarse a tocar uno de esos animales.
—Tendrías que haber tocado su pelo, son tan monas. —me dijo tras vivir su experiencia.
Yo mordí mi labio inferior y establecí conversación por temas no tan vacunos.
—¿Tienes mascotas? Te pega que te gusten los animales.
Valen me miró extrañamente contenta, como si llevara tiempo esperando que le preguntara eso.
—No soy una de esas chicas que viven por y para los animales, pero si que quiero tener un perro cuando me case con Daniel. Se llamará Bieber porque él siempre lleva ropa de su marca y a mí me encanta Justin. Lo hemos hablado muchas veces, él está obsesionado con que quiere un golden retriever y yo un beagle. Hay drama, lo sé. Si no le pegara tanto a él el golden lo tendría convencido desde hace tiempo. ¿Cual me recomiendas?
¿Qué con qué parte me quedé yo de su discurso?
—¿Te vas a casas con Daniel?
—Claro, ahora mismo Dani se agobia al pensarlo. Se abruma pronto. Pero yo llevo toda la vida sabiéndolo, y aunque mis esperanzas flojearon durante la adolescencia, en el presente, teniéndolo enamorado perdido, es más que obvio. Te invitaré a la boda, no te preocupes.
Ella me sonrió con normalidad y yo cogí un brick de zumo que nos habían dado para pasar la información.
—¿Y dices que se llamará Bieber?
Asintió con la cabeza.
Con el zumo despejándome la mente, fue más fácil que Valentina me llevara directa a tu terreno de locura.
—Pues creo que la raza de Daniel gana, le pega más el nombre.
Creo que le bajé el ánimo, sus ojos me dieron la razón y observó a su chico haciendo el cabra con los otros dos.
—Le haría mucha ilusión —dijo con pena.
Las dos nos sumimos en un estado de pensamiento que solo nosotras mismas podíamos entender.
Me miré las zapatillas antes blancas y ahora marrones. Dos zapatillas, ¿quién fue la mente brillante que obligó a la humanidad a decidir?
—Podríais tener dos perros. No tienes porque elegir solo uno. ¿Qué te parece un beagle Justin y un golden retriever Bieber?
Sus ojos se fueron abriendo más y más conforme dejaba escapar las palabras de mis labios.
Valentina se puso a dar saltos de alegría y mi sentido arácnido me dijo que el abrazo era inminente, para evitarlo me crucé de brazos orgullosa por mi propuesta.
*
La hora de la merienda llegó de una forma sorprendentemente eficaz.
Todos los miembros del campamento nos sentamos en un acantilado que no era el de mi adorada playa sino otra playa no tan querida. A una distancia prudencial nos pusimos a sacar los sándwiches de jamón y queso y las botellas de agua.
Estábamos en un círculo cuando Ander, el monitor buenorro, se puso a pasear alrededor con una bolsa de plástico para tirar los residuos. Yo observaba embobada como la camiseta parecía que iba a romperse en cualquier momento por la presión de sus músculos. Todo era mortalmente normal, pero, hizo algo, cuando estuvo al lado de Macarena (la ex de Pol) y de Gunter su nuevo perrito faldero, le lanzó una mirada a ella. Una mirada muy sexi.
Alejo me dio un codazo por el que ni siquiera reaccioné de lo confundida que estaba.
—¿Tú también lo has visto? —me preguntó.
—Síííí —respondí alargando la palabra y flipando en colores.
—Yo hace tiempo que apostaba por un lio entre estos dos.
—¿De verdad? —inquirí masticando el pan de molde.
—Siempre lo he visto claro, tienen una tensión sexual que ni Harry y Louis.
Vi a un Gunter bastante tranquilo que no se percataba de nada. Hasta que de repente, sus ojos verdes que contrastaban con su piel morena, se levantó y fueron directos a los de mi amigo.
Miré de soslayo a Alejo, a Gunter y de nuevo a Alejo.
Gunter le saludó levantando la mano de forma tímida. ¡Tímido! Alguien que se ha enrollado con Macarena debe tener la autoestima por las nubes, ¿por qué narices se mostraba reservado?
Analicé a Alejo mientras pronunciaba mis siguientes palabras:
—Me da pena Gunter.
Alejo sonrió como un bobo sin apartar los ojos del otro chico.
—Ya.
Fruncí los ojos oliéndome algo y estiré el brazo para alcanzar un Lacasito de Valentina para luego tirárselo a Alejo a la cara.
—Desembucha —le espeté en tono duro.
Se giró en mi dirección con cara de pillado y dejó soltar aire.
—Nos besamos la noche de los poemas.
Mi boca debió de formar un círculo mejor que los de los profesores de dibujo.
—¡¡¡¿No?!!!
Asintió con fuerza deshaciendo su moño.
—¿Le ha puesto los cuernos a Macarena contigo?
—No estaban saliendo —exclamó con desprecio.
—Hoy en día nadie formaliza esas cosas —dije como su tuviera alguna idea de relaciones.
—Besa de locos. —añadió seguramente fantaseando con un nuevo encuentro.
—Madre mía, estos culebrones...
Media hora más tarde partimos para volver al campamento.
Personalmente ya no me quedaban fuerzas, pero mis pies parecieron encontrar energía en algún lugar remoto de mi cuerpo.
Me había separado del grupo, iba retardada y era muy consciente. Tampoco es que pudiera hacer nada, tanto rato pendiente de tantas cosas me estaban pasando factura, éramos demasiados, y yo estaba empezando un proceso muy largo.
Mi cabeza iba agachada contemplando el suelo cuando vi unos pies aparecer en mi campo visual. Al menos se dignó a llevar zapatillas y no chanchas con calcetines.
—¡Anda! Vienes a pedirme disculpas por embárcame en esto y no dar la cara.
—Ay, Theresita, no te confundas, forma todo parte de los niveles. Sé que te estás acostumbrando a mi presencia y eso sería maravilloso si yo fuera todo tu mundo. —Levanté la vista de repente—. Y... como no lo soy, te voy a obligar a acostumbrarte a más personas.
—Tú no puedes obligarme a nada que yo no quiera —dije con la voz débil y la cabeza embotada a causa de sus palabras.
—Me has convertido en tu mentor, tengo ciertos derechos.
—No tantos —repuse acostumbrada a hablarle en esos tonos desafiantes.
—Bueno, ¿cómo ha ido?
Sus ojos azul tormenta consiguieron una vez más que me abriera a él.
—Podía haber ido a mejor, me he agobiado un poco, sobretodo ahora al volver. Estoy cansada de pensar cosas para evitar el contacto con la gente.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —inquirió interesado.
—Claro, eres mi mentor.
—¿Realmente te sientes incomoda al tocar a la gente o se ha vuelto parte de tu actitud evitarlo? —Fruncí el ceño—. Quiero decir, si son más reflejos que otra cosa. Me dijiste que el día de la colchoneta te olvidaste de la fobia, y estuvimos cerca.
—No me contestes si no quieres —agregó él al ver que no contestaba.
—No es eso Pol, aunque también. Lo he hablado alguna vez con Vera, mi psicóloga, y hay muchas actitudes que están arraigadas en mi forma de ser, probablemente cuando lo supere del todo seguiré alejándome por instinto. Pero también me incomoda de verdad, sobre todo el contacto prolongado, como es obvio, y tener yo la iniciativa.
Pol paró de golpe y yo hice lo propio. La monitora nos gritó que no nos quedáramos atrás y tuve un flash a nuestro primer encuentro en el autobús. Pol le contestó unas palabras igual de amables que esa vez y centró su atención en mí. Su pelo moreno cada vez se entreveía más debajo del blanco, pensé que me encantaría ver su color original al completo, sin tintes.
Después de escuchar lo que Emma me dijo de Pol, la forma en la se preocupaba por los demás olvidándose así de su persona, me hizo pensar que era muy posible que el tratamiento que lleva el pelo blanco fuera lo único que hiciera realmente por él. No estaba ni un poquito amarillo, lo cual es difícil y demostraba lo cuidado que era con eso.
—Theresa Lagos —empezó a decir con solemnidad.
—Llámame Thesa, solo por está vez, por favor. Me gusta como queda dicho por ti.
Pol sonrió.
—Thesa Lagos —dijo lentamente y sin apartar sus ojos de los míos.
Lo pronunció de una forma tan cálida que derritió mi inseguridad: las palabras de la gente advirtiéndome de su efecto, de lo mal que estaba lo que empezaba a sentir y todas esas cosas no dichas que no me atrevía a materializar. Lo dijo con un tono especial, algo sorprendido, alegre, estaba claro que le gustaba mi nombre y me dio la impresión de que no se permitía decirlo muy a menudo. Cosa que era más que una impresión, estaba claro que sabía que me llamaba Thesa, si no lo decía era porque no le daba la gana.
—Thesa Lagos —No pude apartar la mirada del movimiento de sus labios al decirlo, quería registrarlo en mi memoria—, hoy, un día cualquiera en un rincón cualquiera del mundo. Yo, Pol Luna, declaro que has ascendido al nivel dos.
Yo, que estaba quitando la piel a mi labio, me empecé a reír y sentí un escozor donde antes jugueteaba.
—¿Y cual era el nivel uno? —pregunté parando de carcajearme y volviendo al momento intenso que estábamos viviendo.
Todo lo intenso que puede ser algo cuando tienes el mugido de vacas de fondo.
—Estar rodeada de mucha gente.
Sonreí sin separar los labios.
—Que yo sepa llevo toda una semana rodeada de gente.
—No estábamos juntos, todo ese tiempo no cuenta.
"Estábamos juntos", ¿por qué sonaron tan deliciosas esas palabras.
—¿Y lo he superado, dices?
—Sí, y te propongo pasar también el dos —Pol levantó una mano—. Choca los cinco, Thesa.
Como siguiera diciendo mi nombre real iba a quedarme tocada y hundida para siempre.
—Un contacto breve, pero con iniciativa. Vamos —me animó.
Observé su mano y curiosamente el sentimiento de conocer la textura de esta, si estaría suave o áspera, si era cálida o fría, superó con creces cualquier repulsión que me fuera a causar lo que iba a hacer.
Levanté mi mano lentamente y al mismo ritmo junté la palma con la suya. Una chispa me recorrió el cuerpo y aunque se me formó un nudo en el estomago, el calor de mis mejillas me indicó que no era negativo.
Dejé mi mano y la miré con verdadero asombro. Lo miré a él y sentí como sus dedos se entrelazaban con los míos. Tenía la piel seca y los dedos huesudos, pero encajábamos tan bien.
Me deleité con la imagen y con el momento utilizando todos mis sentidos.
Mis pupilas marrones se dirigieron a las suyas y sus pestañas descendieron en dirección a mis labios, donde había empezado a brotar una gota de sangre.
Sus labios eran tan finos y perfectos. Su contacto era tan reconfortante y placentero.
—Thesa. —dijo su boca en dos rápidos movimientos.
—¿Sí? —mi voz no salió bien pero a ninguno le importó.
—Tengo un problema, te prometo que no soy un Cullen, pero es que quiero besarte.
—Es un problema un poco gordo, sí —dije no sé si para él o para mí.***
Well well well, creo que no hay nada que decir.
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Simplemente Thesa
Teen FictionThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...