CAPÍTULO 10. EL DÍA QUE PUDE MORIR
—Venga va cierra los ojos, Thess. —lo miré con las cejas levantadas.
—Primero: ¿Thess?
—¿Tienes algo en contra?
—No. —negué con la cabeza también.
—Mejor, porque si veo que a Pol le dejas llamarte Theresa, que no es tu nombre y yo no te puedo llamar Thess que es tu apodo. Me enfadaré contigo.
—¡Pero si casi no nos conocemos! ¡No te puedes enfadar! —dije riéndome.
Alejo se paró de golpe.
—Siento que te conozco de toda la vida. —dijo con voz dramática.
—Si paras de montar un cuento, te digo el segundo punto.
—Lo dices como si fueras a decir algo interesante. —se burló.
—Oye, que a lo mejor va a ser cierto que te puedes enfadar con alguien a quién no conoces.
—Pues claro, ¿no has leído ningún libro "enemies to lovers"?
Fruncí el ceño.
—Claro, pero eso es ficción.
—Vale, te lo compro, pero yo creo que eso sí puede pasar de verdad. ¿O tú no te has enfadado con Pol?
—Punto primero —empecé a decir.
—No puedes empezar nuevos puntos si no has acabado los anteriores. —se quejó.
—¿Es que nunca has empezado un libro sin acabarte acabado el que estás leyendo? —lo dejé mudo con uno de sus contraargumente (tipo de contraargumento, no el mismo, ¿vale?)
—Bien, lo que me temía. Punto primero —volví a empezar—, decir que he discutido con Pol no es un ejemplo de "enemies to lovers" porque él esta en una relación.
—Como si no se rompieran miles de parejas por segundo... —murmuró por lo bajini.
Me limité a mirarlo mal para no darle pie a seguir.
—Y segundo.
—¿De qué primero? —me volvió a interrumpir.
—Dios, está siendo la conversación más estúpida de la historia.
—¿De qué primero? Necesito saber si va con el primero interesante o con el aburrido.
—Si Pol te parece interesante, con el segundo primero. —no tuve claro si me estaba explicando—. Pues segundo, Pol y yo no hemos discutido. No tienes razón.
—¿Qué no habéis discutido, dices? —preguntó sorprendido.
Alejo se acercó demasiado en mi dirección, y antes de ponerme histérica, me alejé con la excusa de coger flores. No era muy fan de coger flores, pero seguro que a mi compañera de habitación le gustaban, un detalle. Ya veis, que maja soy.
—No hemos discutido en ningún momento. Solo es un poco irritante, chulo a ratos, pesado...
—Atractivo, dios...
—Es guapo sí. —admití.
—Es más que guapo. —aseguró él—. Es poco más que una estrella porno.
No pude evitarlo, me empecé a partir de la risa. Y Alejo conmigo. Hasta el punto en el que realmente me lo empecé a imaginar como un actor porno, con el torso brillante, abdominales de infarto y una toalla enrollada en la cintura. Los cascos alrededor de mi cuello empezaron a darme calor. Dejamos de reírnos y yo me puse roja como un tomate y a él le empezó a salir una risa mas bien bochornosa.
—Vamos a relajar nuestras mentes pervertidas. Dime esa segunda cosa de la primera aburrida.
Tomé aire para bajar el color de mis mejillas, no tengo nada claro que fuera suficiente.
—Ya casi no viene a tema. Solo que no pensaba cerrar los ojos porque no iba a poder enterarme del camino por si quería volver a ir a ese sitio donde necesito ropa interior decente.
—¿Acaso te has enterado de algo? —me preguntó y lo pensé.
Pues no mucho la verdad.
—Admítelo Thesa, te pone Pol y desde el instante en el que lo hemos nombrado, has dejado de enterarte del clima.
—No lo creo, podría repetir el camino con los ojos cerrados.
—Veo que portas el don de la mentira.
No contesté, solo seguí avanzando de frente. A los pocos minutos de salir de la zona del campamento había una verja con un cerrojo de estos que solo hay que desplazar, pero estaba tan oxidado que ni siquiera probamos a abrirlo, nos limitamos a pasar por encima de la puerta de a penas un metro de altura. Nos desviamos de la carretera y seguimos un sendero de tierra rodeado de arboles que fueron desapareciendo poco a poco.
Estuvimos cosa de diez minutos paseando hasta que se perdieron por completo los arboles o arbustos, solo quedó un enorme enorme acantilado. Y no necesité ver el cartel, con el olor a sal fue suficiente, allí estaba el mar. O la mar, he odio que dicen por ahí.
Nos asomamos a pocos metros de la caída, y aunque lo tradicional es cerrar los ojos y dejar que el resto de sentidos se deleiten, yo me centré en la vista. El horizonte, como horizonte que es no tenía fin. Y como buena playa del norte, las olas eran bravas y rompían contra las rocas amenazantes, o libres.
Me vino a la cabeza la saga de Crepúsculo, cuando los miembros de la manada de Jacob saltaban por el acantilado. El que tenía delante no era tan alto, y no parecía ni de lejos tan atrayente, pero era la primera vez que veía un acantilado, no playa, porque ese acantilado en parte daba a arena. Y lo mejor, la escalera estaba a unos metros.
Alejo no se lo pensó mucho y bajó los escalones de tres en tres, vi desde arriba como se quedaba en ropa interior y se metía al agua. «Debe de estar fría» pensé.
Hubo algo que me llamo la atención, algo que me atraía pero me daba miedo al mismo tiempo.
Me aterraba probarlo. Y la sensación no hizo más que incrementar cuando hundí mis dedos en la arena.
Pero no toqué el agua, «es terrorífica» pensé, y quise excusarme con el hecho de haber ido siempre a las playas de Peñíscola «allí todo es más tranquilo, es por eso».
No me acerqué, me quedé al lado de la escalera, a sus pies. Incapaz de acercarme, de llenar mis oídos con el oleaje de las olas en primera fila, o mi piel de sal. «Ya habrá otros momentos, puede que cuando esté sola».
Me limité a ver cómo Alejo disfrutaba, tuvo la cortesía de no insistir en bañarnos los dos juntos.
Tampoco me senté. Estaba tensa, sabía que el mar quería decirme algo, que me estaba llamando. Me llamaba acelerándome el pulso, las respiraciones y entreabriendo mi boca. Así lo hizo, y subiendo las escaleras lo rechacé. No estaba preparada. Ya habría otro momento.
*
Se hizo de noche en el campamento TeDI. La luna nos recibió por primera vez entre aquellas montañas.
Y yo no podía dormir. Ver a Valentina hacerlo plácidamente no ayudo en nada. Por otro lado, ver las flores que le regalé a remojo en el vaso de los dientes, me hizo sonreír, pero no dormir.
Quise salir fuera, y lo hice. Me planteé coger los cascos, pero los dejé. No iban a reproducir nada.
No había podido dejar de pensar en el mar, lo infinito que parecía, lo ilimitado.
Busqué por la habitación en silencio una linterna, sabía que había una, pero no dónde. Y me sentí un poco como los protagonistas de las películas de misterio, siempre me preguntaba porque usaban antorchas o linternas cutres en vez de la propia linterna del movil, que alumbraba el doble. Lo entendí, en ese momento, no estaba disponible. Cuando los minutos pasaban y mis músculos se cansaron de intentar no hacer ruido, pensé que robar mi móvil tenía mucho más sentido que esa búsqueda inútil. Justo entonces la encontré, al fondo de un cajón. «Si lo llego a saber me planteo lo de robar antes».
Cogí el nórdico rojo que no habíamos empleado, una chaqueta gris, y ya con la linterna encendida y las deportivas puestas, crucé el campamento en dirección a la verja.
El ambiente gritaba: «Te vas a encontrar a alguien», pero no fue cierto. Me paré unos instantes enfrente del lago, los párpados ya me empezaban a pesar y estaba mucho más cerca que la playa. Pero vi el otro lado, y se me formó un nudo en el estomago. «Tiene límites, no sirve».
Entonces sí, a los quince minutos llegué al acantilado sin ayuda. Por lo visto Pol no me ponía lo suficiente como para perderme.
Cuando mi primer pie tocó la arena, apreté la mandíbula. ¿La marea no subía por la noche? Pues sí, y curiosamente me dio mucho menos miedo que la idea de meterme en el agua, de rozarla.
Como tampoco era la protagonista de una historia de aventuras, no me puse al ras del mar, sino lo más cerca de las rocas posible y de la escalera. Si el agua subía, al menos tendría esa salida.
Y fue en ese preciso momento cuando la magia del mar me conquistó, ganó la batalla. Supe que caería a sus pies, no ese día, no al siguiente, pero sí alguno y no muy lejano.
Lo supe cuando extendí la manta sobre la arena.
Lo supe cuando me recosté en ella mirando al horizonte, y no las estrellas, ya no me parecían tan fascinantes, tenían unos nuevo competidor, uno muy potente y atrayente.
Y lo supe cuando me quedé dormida, arriesgándome a que el mar se tragara una vida.***
Sin comentarios (por mi parte, vosotros podéis decir todo lo que queráis).
☺️☺️

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Simplemente Thesa
Teen FictionThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...