35

13 6 0
                                    

CAPÍTULO 35. YO NO TENGO GAFAS

—¿Y tú? ¿A qué le tienes miedo?
Si tuviera que describir esa pregunta, lo tendría claro. Tenía el tono justo que emplean los villanos o incluso los protas guapos de películas para anunciar al espectador que viene una revelación. La revelación que debería darle un giro a la historia.
Mi historia, bueno, no dará un giro como tal, o sí, pero yo prefiero decir que va a evolucionar, dar un paso a delante y no dos para atrás. Por eso, me giré para tenerlo de frente y me acerqué un poquito, no lo suficiente para sentirme incómoda.
—A tocar, Pol. Tengo miedo a tocar. 
No dijo nada. Pol no abrió la boca. Decir que estaba sorprendido es erróneo. Su boca se entreabrió y después atrapó su labio superior con los dientes. Frunció levemente las cejas.
—Guau. No me lo esperaba.
Supe que eso no era todo y esperé a que siguiera.
—Hafefobia, ¿no?
Lentamente estiré los brazos hacía atrás y me apoyé sobre las palmas sorprendida.
Pol trabó su mirada con la mía esperando la confirmación que le llegaría, pero yo me quedé algo embobada con sus ojos. A la luz de la luna ,de azul tenían poco, normal, ya de por si alguien poco observador podría decir que eran gris oscuro, pero no. Los ojos de Pol Luna eran azul tormenta, de verano si quieres.
—Poca gente lo sabe, el nombre de la fobia digo.
—No parece común.
Hice un sonidito con la boca en plan "ya ves, me ha tocado a mí".
Me centré en el oleaje y sentí la mirada de Pol escrutándome, sus piezas encajando.
—Tiene sentido —dijo.
—Lo sé. Mi vida está coaccionada por eso y cuando lo sabes te das cuenta de los pequeños detalles.
—Lo del teléfono, no aceptar mi mano, en el autobús... tienes razón.
—Claro que la tengo —dije con voz suave—. Oye, ¿no crees que es muy tarde?
—No vamos a irnos. No quiero dejarte sola.
—¿Quién no quiere estar solo, tú o yo? —pregunté.
No me respondió, pero por la sonrisa triste que me dedicó deduje que los dos.
Me tumbé, él hizo lo mismo y nos pusimos de costado par vernos la cara. Pasamos un rato así y de repente Pol fue estirando un brazo con el dedo señalándome y arrastrándose por el césped. Era consciente de que lo veía.
—No llego. —dijo como un niño pequeño, resultándome algo adorable.
—Ya, cosas de la hafefobia.
Frunció la boca.
—Antes me has tocado —agregó refiriéndose a cuando lo aparté en el cobertizo hacia un rato.
—Me he visto obligada.
Su expresión paso de ser serena a arrepentido en cero coma.
—¿Te he incomodado? —me decepcionó que no fuera una afirmación, lo esperaba de él.
—Un poco.
—Estás restándole importancia. —se dio media vuelta con fuerza quedando boca arriba y se frotó la cara con las manos.
—Puede. —medio confirmé.
—¿Te puedo hacer preguntas? —se pasó los dedos por el pelo y me dedicó una mirada.
—Claro.
Cerré los ojos dos segundos percibiendo el olor a verano y a secretos, ahora compartíamos uno, o mejor dicho: él sabía mi secreto.
—¿Te molesto, ahora?.
—Buen comienzo —eso debió ser un pensamiento, pero él no se percató—. No, estoy bien. Contigo, no sé, es algo más fácil.
—¿Por? —preguntó curioso.
—Ni idea, puede que porque me gusta tu pelo.
Pero en lugar de ver su pelo blanco, centré mi mirada en la peca que tenía cobre el labio y que se había movido al sonreír con los dientes.
—No voy a preguntar más sobre el tema.
Intercambiamos una mirada y nos empezamos a reír. Eché la cabeza hacia atrás y me deleité con el sonido.
—¿Sabes? Me ha gustado la sensación de tener tu dedo en mi corazón. —consiguió decir entre risas.
—Eso no suena bien.
—Lo que tú digas —espetó.
—¿De verdad? —Y lo pregunté en serio.
—Completamente. —aclaró.
—Pues no te acostumbres.
—Ya me lo había imaginado, ya.
—¿Se acabaron tus preguntas? —inquirí.
—¿Hacemos una tanda rápida?
Miré al cielo por primera vez en la noche y asentí con la cabeza.
—Dale.
—Bien. ¿Desde cuando tienes la fobia?
—No lo recuerdo.
—¿Sabes el motivo por el que la desarrollaste?
—Nop.
—¿Crees que lo superaras pronto?
—No, ¿por? ¿Tienes prisa?
—Soy yo el que hace las preguntas, Theresa.
—Oki doki, Polito.
—¿Sabes algo?
No quise pero una medio risa/resoplido salió de mis labios.
—Sí, sigue preguntando.
—¿Vas al psicólogo?
—Desde enero.
—¿Te apoyan tus padres?
—Mi madre.
Soltó un sonidito que me recordó al pato Donald.
—¿Sigo por ahí? —preguntó receloso.
Hice un gesto con la mano para restarle importancia.
—No hay por donde seguir —aclaré, o eso creo—. Agradéceselo a la ciencia.
—¡Vaya, duda resuelta! —exclamó en un tono que dejaba claro que no tenía nada resulto—. ¿Qué haces en TeDI?
—Demasiado rápido. Van preguntas antes. —lo guié.
—Ehhh, ¡no sé! ¿Qué haces para superar la fobia? —siguió preguntando.
Moví la cabeza dudando de si era una pregunta acertada o no, pero acabé contestando igual.
—Hablar.
—¿Solo eso?
—Ahora viene tu pregunta. —le dije con una sonrisa. Toda esa situación me divertía, él preguntando y yo contestando lo que me apetecía y generando más dudas, ¿puede haber algo mejor?
—Hum —entendió—. ¿Qué haces en TeDI?
—Estoy en la fase de "actúa". Me toca hacer algo más que hablar. Pero todo paulatinamente.
—¿Y tienes algún plan?
—Solo vivir.
—Me gusta tu plan —dijo asintiendo con la cabeza.
—¿Se te ocurre algo? —pregunté yo y él no se quejó.
—Paulatinamente, dices... Sí, se me ocurre algo. Te lo cuento... —Abrí la boca preparada—... por la mañana durante el desayuno.
—Por un momento he creído que dirías mañana por la mañana.
—Iba a decirlo —confesó.
—Y yo a corregirte.
Nos volvimos a quedar en silencio, y bostecé para luego pegárselo a Pol.
—Nos iremos pronto. —dije.
Pasó de mí.
—No sabes desde cuando tienes la fobia —afirmó y me alegré por ello, era tan él— No te han besado nunca.
—Oye, ahora me ha dolido que sea una afirmación rotunda. —me quejé con el corazón comprimido y casi hecho pedazos.
—Es que no te han besado.
—¿Y tú qué sabes?
—¡Oh por favor, Theresa! ¡Lo sé todo!
—Sabelotodo... —murmuré.
  —Jo, me da pena que sea verdad.
—No he dicho que sea verdad.
Repentinamente se sentó y yo hice lo mismo, Pol ya tenía cara de cansado, había sido un día intenso.
—¡Te atreves a negarlo! Pero no te preocupes, yo te voy a ayudar.
—Me he gastado mucho dinero en la psicóloga, nos creo que tú puedas hacer nada que no haya hecho ya.
—Y ella te ha mandado aquí para actuar, ¿correcto?
—Aja.
—Pues yo te voy a ayudar.
—Te permito intentarlo —le dije—. Oye, ¿tienes gafas de bucear?

***
No sé cual será vuestra opinión, pero este sin duda es uno de mis capítulos favoritos, a parte de que es el momento.
Por cierto, no os olvidéis de votar si os ha gustado, no cuesta nada, es un botón con forma de estrella y a mí me hace muy feliz. Gracias por adelantado.

Simplemente ThesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora