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CAPÍTULO 74. QUE DE SENTIMIENTOS EN TAN POCO TIEMPO

La cuenta atrás llevaba días en modo ON, y no me cansaré de repetirlo porque hay veces en las que es necesario decir las cosas muchas veces para poder asimilarlo: TeDI acababa y lo hacía hoy.
El cinco de agosto ya era. Increíble pero cierto, el mes en TeDI había pasado.
Esa mañana fue caótica, mucho más que cualquier otra.
Valentina y yo nos despertamos histéricas y muy temprano. Con tristeza y ella contando chistes mientras logramos cerrar la maleta y prepararnos psicológica y físicamente para el final.
Con mi cómodo vestido amarillo y chaqueta gris, y sus pantalones morados de chandal y camiseta de algún cantante al que no reconocía, salimos al fresco propio de las mañanas del norte.
De camino al comedor fuimos recogiendo a todo el mundo. Pol y Alejo ya nos esperaban enfrente de nuestra cabaña. Sé que estaba Alejo porque lo escuché hablar, pero realmente mis ojos solo tenían campo de visión para ese chico de pelo blanco y sonrisa resplandeciente. Y esa mañana era especialmente resplandeciente. Derritiéndome con esos ojos chispeantes y esos labios tan increíblemente perfectos, fui hasta donde estaba percatándome de que había elegido los pantalones rosas que... uf, y la camiseta blanca de doble "uf". Por no mencionar sus piececitos envueltos en calcetines deportivos con unas chanchas tannnn (y alargar mucho la palabra) sexis. A mí me lo parecían, ¿vale?
—Te quiero Theresa —dijo justo antes de sellar sus labios en los míos.
Su sabor, su olor y su todo, fueron la realidad más bonita que podía haber encontrado. Y pensar que iba a ser la última vez, en quién sabía cuanto, que iba verlo, tocarlo. Se me clavaba una estaca en el corazón. Y no, pasarse de dramático en momentos importantes no es malo, es natural.
Me separé apoyando las manos en esos hombros uf, y acaricié su nariz con la mía.
—¿Me dices a mí? —respondí sonriendo de medio lado.
Pol, el muy Pol, lamió mi mejilla de arriba abajo y me aparté de golpe.
—¡Pol! ¡Contrólate! —exclamé limpiándome la mejilla con la manga de la chaqueta.
El chico más atractivo del mundo se giró en dirección a los divertidos Valen y Alejo.
—Y eso me lo dice ahora, pero luego le encanta que coma sal de su piel y no se queja. Si es que estas mujeres de hoy en día ya no saben como decir te amo sin hacerlo literalmente.
—¡Mirad, los mensajes ocultos y empalagosos para las horas de autobús!
Los tres nos pusimos rectos cuando Alejo tomó el control del grupo y asumió la pesada carga de dirigirnos al comedor.
En silencio y cachondeándonos de él de la forma más cariñosa posible, llegamos al camino de la cabaña esa perdida donde se ubicaba el duo del siglo.
Esperamos diez minutos mínimo a que se dignaran a aparecer, nada.
—No se habrán ido sin nosotros ¿no? —pregunté.
—Dani no haría eso, no sabe qué hacer sin mí —dijo Valen con naturalidad.
—Voy a buscarlos —anunció Pol pasado el cuarto de hora.
Aún no había emprendido la marcha cuando unas voces bromeando de forma ridículamente masculina y patética se oyeron de la nada, acompañando a sus dos figuras.
—¡Llegáis tarde, frikis! —les gritó Alejo.
—¿Nosotros? —Tobías buscó a Daniel con la mirada pero este ya estaba envolviendo a Valen entre sus brazos— Traidor —masculló—. Bueno, da igual, os paso la tardanza porque mientras hablamos alguien se come mis napolitanas. Si es que de verdad, lo que tiene que aguantar uno en su último día.
—Pero si tú vuelves en una semana, mal nacido. —le dijo Pol pasando un brazo por los hombros del chico pelo pincho.
—Se me dan bien los juegos de rol y puedo hacer como que no voy a volver hasta el año que viene, no es tan difícil.
Pol le rascó la cabeza con el puño y me mordí el labio añorando antes de tiempo todo lo que TeDI había traído a mi vida.
Continuamos nuestro camino tratando de hacer entrar en razón a Tobías y sabiendo que su cabezonería aragonesa no le iba a permitir torcer el gesto, cuando Valentina se atrevió a decir aquello que habíamos estado evitando:
—Daniel, amor, ¿por qué tienes tan mala cara? ¿Hay algo que deberías contarme?
Reprimí una risa lo mejor que pude, porque sí, Valen era impresionante.
Tanto Daniel como Tobías tenían una cara de cadáver difícil de esconder.
—Valen, ¿no me ves siempre genial? —preguntó el rubio siendo adorable y esquivando el tema al mismo tiempo.
—A ver... tú siempre estás de pasarela, pero esas ojeras no son tuyas. ¿Habéis dormido?
—Lo dudo —murmuró Pol por lo bajini.
—No te metas, catalán. —le espetó Tobías desde la más profunda amistad.
Mi compañera se enfrascó en una conversación de miradas con su novio y, tras mucha tensión, reprimendas y réplicas silenciosas. Daniel acabó sucumbiendo.
—Era nuestra última noche juntos y teníamos que batir todos nuestros récords del Mario Kart —confesó rápidamente.
—Y no te olvides de  haber alcanzado el millón de bayas al Animal Crossing, que han sido muchas horas.
—Siempre tan maduros... —agregó Alejo.
—¿Horas? ¿Nos espera un viaje muy duro y vosotros decidís que no dormir es la mejor forma de tener energía? —empezó Valen—. Cuando lleguemos a Madrid tendrás que ir a ver a todos y no puedes estar cayéndote  del sueño.
—Esperaba que vinieran a la estación... —se defendió Daniel.
—Hablé yo ayer con Marco y vamos a ir a cenar para celebrar su matricula de honor en cine. Nos han esperado y no vamos a hacer el feo.
—Ya...
Tobías, el defensor de los inocentes, salió al rescate mientras el resto ocultábamos nuestra risa con toses.
—¡Oye, que precisamente por eso! ¡Tenéis todo el viaje para dormir!
Es posible que no fuera la posición más coherente. O lo sería si el marco que la rodeara fuera el correcto. Y ninguna de las cosas estaba bien, pero servían para la conversación que estaba teniendo lugar en la barca, la barca amarrada al embarcadero, no navegando.
—Has tenido suerte, bastante diría yo —dije con algo de tristeza, y es que estaba siendo un día muy intenso.
Con las manos me aferré a mis tobillos, incapaz de devolverle la mirada a Alejo, la persona que me había hecho ser plenamente consciente de que iba a vivir una relación a distancia. Sí, la primera y a distancia, todo en uno.
—Es verdad, Gunter vive relativamente cerca, somos vecinos si nos comparamos con Pol y tú.
—Pol y yo —murmuré para mí, todavía sorprendida.
—Si te cuesta llevar lo vuestro me llamas y nos desahogamos juntos.
Levanté la cabeza agradecida y sonriente.
—Pensaba que ya asumías que me iba a costar llevarlo y que te iba a llamar para contarnos las penas —contesté.
—Ya, no lo dudaba. Pero no será tan malo, es Pol, le quieres e irá a visitarte. Tú a él también.
Me pasé una mano por la cara.
—Mi madre flipará cuando le expliqué que me he comprado un billete para ir a Barcelona y ver a un chico.
—Flipará, sí. Yo iré en coche.
Asentí con la cabeza con demasiada energía, provocando que la barca se tambaleara. Pero ninguno lo notó, la conversación se estaba tornando profunda.
—Puede que sea el momento de sacarme el carnet de conducir —reflexioné.
—¿Pol lo tiene? —quiso saber Alejo.
Y, caray, consiguió dejarme pensativa. No tenía ni idea. ¿Lo había nombrado y yo estaba ausente? ¿O no lo nombró porque no tenía?
—No... estoy segura. Creo que no —aposté sin mucha confianza.
—¿Es que no habéis hablado de cómo lo vais a llevar o qué?
Se me sonrojaron las mejillas.
—No lo hemos hablado —admití.
Alejo se rió con ese sonido tonto y gracioso que lo caracterizaba.
—Sois un puto desastre —dijo.
—Esa boca —lo reprendí.
Y levantó las cejas.
—Uy, no sé por qué he dicho eso, no me ha molestado en realidad —añadí rápidamente.
—Es porque nos vamos en un rato, te estás volviendo sensible.
—Es posible.
—Es la verdad —recalcó.
—¡Dios,  nos vamos en un rato y no tengo ni idea de cómo o cuando voy a ver a Pol! —exclamé colapsando de verdad, sin mentes nubladas, solo colapsadas.
—No solo lo vas a ver, Thess.
Si lo de antes era sonrojo, entonces deberían inventar una palabra para el doble de eso.
Y grité, lo hice estresada, agobiada, no como un loca, pero sí como alguien sin las cosas claras.
Suspiré cuando me hube quedado a gusto y fui consciente de que debíamos levantarnos y dirigirnos hacia el bus, que había llegado. Pol estaba esperándome.
—Deberíamos irnos —dije avergonzada por mi comportamiento y con Alejo aguantando la risa por educación y nada más.
Salir de la barca fue complicado, pero no tanto como pronunciar la siguiente frase y afrontar lo que significa.
—Al final, los dos hemos acabado enamorados sin esperarlo. 
Y traté de mirarle con la intensidad y el respeto que merecía mi amigo de campamento. A saber cuándo volvería a ver al chico de sonrisa bonita, hoyuelos marcados y moño.
—Habla por ti, Thess, yo venía buscando a mi Hardin.

***
Pues un capítulo menos para el final. Mañana más.

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