CAPÍTULO 85. THERESA
Pol me miraba con una sonrisa triste. Yo me retorcía los dedos y giraba el anillo de plata.
Ambos sabíamos que nuestros pensamientos estaban a años luz del momento actual. Él pensaba en sus cosas, posiblemente malas por su postura decaída. Yo pensaba en cómo explicarle las cosas sin infligirle mucho daño.
—Te he comprado algo —dijo él, atreviéndose a romper el silencio.
Íbamos paseando por la calle, sin un rumbo fijo.
Me recogí el pelo detrás de las orejas. No quería que nuestros últimos recuerdos fueran tan poco nuestros.
—¿Puedo adivinarlo? —pregunté con ilusión, la justa, iba a ser el último regalo.
—No creo, es difícil.
—Entonces no es nada gris, tampoco serán gafas...
—¿No tienes suficiente con mis gafas de buceo? ¿Aún quieres más? —Me encantaron sus cejas levantadas.
—Son grises Pol, no te voy a perdonar eso nunca. ¡Grises! Después de tantas semanas, que me regalaras algo gris cuando te quejas de que soy materia gris, es tan...
—¿Tan qué? Dilo, quiero escucharte.
Arrugué la cara y le di un golpecito en el hombro. Hubo un tiempo en el que eso me habría hecho subir varios niveles. Ahora estaba claramente en el máximo.
—Tan... tan Pol.
—Me encanta que digas eso —Sus ojos azul tormenta se trabaron con los míos. Cuantísimo los iba a echar de menos—. Te doy el regalo.
—¡No! Quiero adivinarlo.
—Es que no lo vas a adivinar en la vida, Theresa.
—¿En serio, Polito, dudas de mis capacidades? —me crucé de brazos fingiendo estar ofendida.
—No dudo, pero sé que no lo vas a adivinar.
Fue mi turno de levantar las cejas.
—¿Pero qué has comprado? No puede ser tan imposible.
—No es imposible, pero no te lo esperas.
Pensé un poco. Y no, no se me ocurría nada que él esperara que no fuera a adivinar.
—Dime donde lo has comprado —le exigí.
Dudó un momento, pero acabó negando con solemnidad.
—Es decir demasiado.
—Entonces en un sitio muy específico —murmuré, pensativa.
—Te lo quiero dar ya... —dijo acercándose a mí modo hiperactivo.
—No, de eso nada. Dame una pista.
—¿Tienes tu cuaderno de crucigramas?
Le pedí que sujetara la mochila vaquera y rebusqué dentro, no llevaba muchas cosas, volvía a la mañana siguiente. Encontré mi cuaderno, ya no era el mismo que en TeDI.
—Ten cuidado con lo que haces —le advertí, tendiéndoselo junto a un boli—. Vamos a ese banco —señalé en una dirección.
Pol miró algo extrañado el banco.
—Uff, mi día está siendo muy de bancos.
Lo miré sin entender.
—¿Ha pasado algo?
Pol suspiró y confirmé que algo iba mal, tal vez muy mal. Se mordió una uña.
—Es complicado. —Agitó suavemente la cabeza—. Ya verás como ahora lo adivinas, es tu medio.
Cogió el bolígrafo de entre mis manos, rozando con sus dedos mi piel fría y... sonreí por muchos motivos, pero sobre todo porque gracias a él, yo podía disfrutar del contacto.
Pol comenzó a estropear mi libro con la mano izquierda, se me olvidaba a menudo que era zurdo.
—Intenta que no quede muy mal —le pedí teniendo poca fe en su talento artístico.
—La culpa es tuya por no haberlo adivinado. —Intenté curiosear por encima de su hombro y se dio la vuelta.
—Polito, has dicho que no lo iba a adivinar.
—Podías haber atado cabos.
—No me has dado ninguna pista.
—Mira. —Me tendió el cuaderno sonriente, demasiado—. Adivínalo, rápido. Traté de ignorar el estropicio causado sobre una de las páginas.
—¿Has respetado las palabras que cruzan? —pregunté.
—Solo la número cinco.
Le sonreí con mucha paciencia y él me besó en la mejilla de imprevisto.
—Te quiero, Thesa.
Me obligué a no llorar.
—No tanto como yo.
—Anda, adivínalo.
—Instrumento que se utiliza para ver objetos pequeños —leí en voz alta.
—Esa no es la pista que te he escrito.
—No, es la cinco. Y es lupa.
Con esa palabra la antepenúltima letra era "L".
—Malena —leí su pista.
Una idea me llegó a la cabeza. Conté los cuadrados, nueve.
—Dios, Pol, que fácil. No me hacía falta la cinco.
—Ya lo sé. ¿Y qué es?
—¿Has encontrado los caramelos de Malena? —pregunté con emoción. Esos caramelos eran alimento de los dioses.
Con un chasquido de su boca hizo aparecer la bolsa de tela rosa. Dentro, efectivamente, estaban los caramelos de fresa. Me llevé uno a la boca sin esperar demasiado y le di un puñado a él. Desesperados y maravillados nos pasamos un buen rato saboreándolos.
Cerré los ojos. Todos nuestros recuerdos nacieron en TeDI, puede que fuera necesario que acabaran allí. Pero ante todo, yo no cambiaría nada de lo vivido.
—Tenemos que hablar —dije de repente, mi boca se adelantó a mi cerebro. Era el momento.
Pol sonrió, y lo hizo con tristeza.
—Me vas a dejar —dijo.
Apoyé la espalda en el respaldo del banco y miré a la gente que pasaba
—¿Es una afirmación rotunda? —pregunté sintiendo sus ojos en mí.
—¿Lo es, Theresa? —me preguntó él, imitando mi posición.
Coloqué el pelo que ya me había crecido detrás de las orejas, otra vez, de alguna forma debía esconder mi nerviosismo. Ya no era como en TeDI, nada lo era.
—Nadie me volverá a llamar nunca Theresa.
—¿Es cierto? ¿Me vas a dejar? —Se puso de pie de golpe y se arrodilló hasta estar a mi altura— ¿Por qué? ¿Qué he hecho mal?
—Tú lo has hecho bien.
—¿Entonces? ¿Qué sentido tiene? ¿No llevas bien la relación a distancia? Podría ir más a menudo, pasar findes contigo...
Sostenerle la mirada cuando sabía lo que iba a decir, era muy duro. Tanto como ver sus ojos sufrir. Ya estaba siendo Pol, pensado qué hacer por mí para que estuviera contenta. Lo corté:
—No es por mí, es por ti.
Se quedó petrificado. Dios mío, le estaba haciendo daño. ¿Era lo mejor? ¿Había pensado las cosas lo suficiente? Me sentía exhausta, fatal, me sentía muy mala persona. Su cara era autentico dolor, y era por mi culpa...
—No sé si es peor tu versión de la frase o no entender absolutamente nada —dijo sentándose en el suelo, con mis piernas a cada lado de él, y sin mirarme. Apoyó la cabeza en mi rodilla derecha—. No te entiendo, Thesa, creía que estábamos bien.
¿Cómo le contestaba sin romperlo en pedazos?
Yo no sabía que ya estaba destrozado. Más tarde, cuando supiera lo de Emma, lloraría como nunca antes. Herir a Pol era un acto muy cruel, incluso aunque fuera por su bien. Era algo de lo que tardaría en recuperarme.
—Pol, creo que llevas meses sin ser tú mismo. Tu felicidad depende de la felicidad de los demás y... no sé, ¿está todo bien?
—Thesa, no sigas —me pidió dándose la vuelta de nuevo y sentándose a mi lado—. No, claro que las cosas no están bien, pero lo nuestro sí. Yo estoy muy feliz de estar contigo. De verdad, me haces mucho bien. Y claro que hay cosas mal, mis padres se han divorciado y ahora siento que tengo dos bandos a los que hacer feliz, es difícil, no encuentro tiempo para mí.
—¿Alguna vez has tenido tiempo para ti?
—Claro. —Me cogió las manos y las miré unos segundos de más—. Cuando estoy contigo es tiempo que me dedico.
—Yo creo que sientes la responsabilidad de ayudarme, creo que por eso estás conmigo.
—No, no. Te quiero ayudar sí, y quiero ver tu progreso. Pero estoy contigo porque te quiero.
—¿Y Emma? Rompiste con ella porque ya no necesitaba tu ayuda.
—¡Porque te quería a ti! —gritó.
Fue muy inesperado escucharle levantar la voz por primera vez, me entristeció un poco que el motivo fuera una conversación tan dolorosa.
Un nudo me impedía hablar bien, pero me obligaba. Le debía intentar explicarle las cosas bien. Y no podía llorar, debía aguantar, si derramaba alguna lágrima no habría forma de convencerlo de que era lo mejor. Pero no quería convencerlo, tenía que verlo él.
—Querías ayudarme.
—No elijas qué tengo que sentir.
—Pol, tengo razón y lo sabes.
—No, no lo sé. Yo hice lo que mi padre me recomendó, pensar en mí por una vez. Y lo hice, por eso estoy contigo, porque es lo que quiero.
—¡Es justo eso! A lo mejor el consejo no es bueno para ti.
Por la forma en que me miró, deduje que ya había pensado en esa posibilidad. Continué hablando.
—Tú decidiste salir conmigo por ti, pero no eres tú tomando esa decisión. En el fondo sabes que has descuidado a personas a las que quieres muchísimo, sé que sabes eso. Y no te sientes bien. No eres tú.
—Pero soy feliz.
—¿Tú crees? ¿Eres feliz si no puedes ayudar a nadie?
—¿Me estás diciendo que ha sido una felicidad engañosa? —Sus cejas oscuras casi llegaban a ser una.
—Es posible, pero solo en parte. ¿No crees que lo haya sido?
Ver sus engranajes pensar mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, sabiendo que estaba haciendo lo mejor, era la peor imagen del mundo.
—Emma, descuidé a Emma... —murmuró solo para él. Sus ojos se encontraron con los míos—. Pero no me parece justo, no es justo que seas tú quien decida. Eramos nosotros dos.
"Éramos nosotros dos", que razón tenía.
—Tú no habrías tomado esta decisión.
—Pues no, porque te quiero y te necesito.
—No sabes ni lo que quieres ni lo que necesitas.
—¿Y tú sí?
—No, Pol, no lo sé. Por eso te estoy dejando. —Parpadeó sin entender—. Tú me hiciste el regalo más valioso que me han hecho nunca, y... creo que ha llegado la hora de que alguien se sacrifique por ti.
—"No es por mí, es por ti" —citó mis palabras—. Quieres ayudar a encontrarme.
No había imaginado como sería aquello. No había pensando en cómo reaccionaría cuando se diera cuenta de que era lo correcto. En ese instante, él entendió que debía dejarle volar, que íbamos a romper, que ya no seríamos Pol y Thesa.
Vivimos cosas alucinantes juntos, pero era el momento de salir de la burbuja. Pol necesitaba descubrir qué era lo que el destino le tenía preparado.
—Estoy perdido, Thesa. —anunció bajando la cabeza y dejando caer una lágrima.
Pasé las piernas por encima de las suyas y lo abracé desde su costado.
—Quiero que te encuentres, Pol, que arregles tu vida, que la hagas tuya. Y si el día en que puedas saber quién eres y qué deseas, sigues queriéndome a tu lado, ven a buscarme.
—¿Puedo hacer eso? ¿Podré volver a ti?
—Si nuestro camino nos vuelve a unir no seré yo quien nos separe.
Se rió, no sé cómo, pero lo hizo y su cuerpo se movió.
—Tú nos estás separando ahora —comentó sonriendo de medio lado.
—Es lo que hay que hacer. ¿No querías tener un hotel?
Se giró, sorprendido.
—Se me había olvidado. Ese es mi sueño.
¿Hasta qué punto se había dejado llevar por el resto?
—Pues lucha por él, intenta ganar experiencia en el sector.
—Lo llamaré Theresa, por ti.
Sus palabras me calentaron el corazón.
—Eso lo dices ahora —repuse con la voz tomada.
—Para mí serás siempre Theresa, la chica gris.
Le di un beso en la mejilla y junté nuestras cabezas.
—Dime una cosa —me dijo.
Aspiré su aroma con los ojos cerrados.
—¿Qué?
—Dime que te ayudé de verdad, que he hecho algo bien.
—Conmigo lo has hecho muy bien. Te estaré eternamente agradecida. Eres mi dador de libertad.
—El poema.
—Sí, fue bastante acertado.
—Lo escribí antes de conocerte.
—Lo sé.
—Era el destino, Theresa. Nunca he creído en esas cosas, pero no hay otra explicación. El destino quiso que nos encontráramos. Ojalá que nos vuelva a juntar.
—¿En el hotel Theresa?
—Serás la primera invitada especial —prometió—. Haré que separarnos merezca la pena.
—No tengo ninguna duda de ello.***
Eh pues, que no queda nada. Pero nada. Tan solo un capítulo nos separa del epílogo. Y ATENCIÓN: los dos últimos capítulos se publicarán el jueves y el viernes que viene.
Espero que no os defraude el final. Nos vemos. 🥰

ESTÁS LEYENDO
Simplemente Thesa
Teen FictionThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...