CAPÍTULO 54. TRES HILOS
Macarena con el pelo trenzado empezó a ser una realidad que consideré de primera necesidad. ¿Cómo podía no haber sido así siempre? Aunque a decir verdad, la naturaleza con las que ella las llevaba, no era algo que se pudiera generalizar.
Durante el taller de trencitas con o sin hilos de color, medio campamento acabó con el pelo... original.
Sandra la monitora no enseñó distintas técnicas y la gran mayoría se mostró receptivo par experimentar. Aún se mostraban receptivos, pues después de media hora todavía había gente enfrascada en sus labores.
Para la sorpresa de muchos, Tobías resultó ser un talento en bruto y varias personas hicieron filas para que "el experto" las peinara. Alejo fue una de sus creaciones, el pelo largo que antes llevaba recogido en un moño, ahora estaba trenzado al completo con hilos que se movían entre las escalas de rojo. Muchas chicas (yo incluida) lamentamos aquel día que Alejo fuera gay.
Estábamos desperdigados por toda la ladera y zona de la hoguera, y no alcancé a ver a Pol. Pero vaya, casi que mejor. Después de ver lo que vi logré rehuir a nuestra sesión del lunes, eso sí, dudaba que mi cabeza tuviera el don necesario para inventarse otra excusa creíble. La claridad mental era agotadora.
Leo, el mismo que se sentía acoplado, había logrado hacerse tan popular como Pol o Macarena en menos de cuarenta y ocho horas. Todo un logro que hizo que apenas cruzáramos diez palabras al día.
—Me da pena que no te hagas ninguna trenza, podríamos hacernos una a juego, dejando claro que somos las mejores compañeras de cabaña —me dijo Valentina.
Apreté los labios intentando hacerle entender que me moría por tener una, pero mi hafefobia me lo impedía. Se me aceleraban las pulsaciones solo de pensar en tener a alguien tocando mi pelo y sintiendo escalofríos por todo el cuerpo.
—Lo increíble que es tu trenza vale por diez mías.
Y era completamente cierto, porque ese mechón de pelo castaño, cubierto por hilos morados de purpurina y sin, adornado con borlas plateadas y doradas, era lo más increíble que había pasado por TeDI.
Valen se alejó dando saltitos cuando le dije que había visto unos hilos azules que podían irle muy bien al pelo de Daniel.
Probablemente, mi intento de quedarme sola, sentada con las piernas cruzadas encima de la mesa y mi cabello cayendo por mi rostro, fue una mala idea. Pero quería hacerlo. Desde que Alejo me dijo que Pol estaba celoso de Leo, quise comprobarlo por mi misma.
Esperé unos minutos jugando con mi anillo plateado y poco después llegó.
—No te has atrevido con una trenza inofensiva. —Y de nuevo afirmando, aunque no era una deducción muy arriesgada.
Sonreí sin levantar la cabeza, triunfante por ver que mi plan resultó exitoso. Yo me quedé sola, y él vino, tal como esperaba.
Si no hubiera pasado por la cabaña de Emma la mañana anterior, le habría respondido algo inteligente y audaz. Seguramente con un "Sabría que vendrías", fiel a mi usual sinceridad. Y no pude, claro, veía sus manos de reojo y con ellas flashes inapropiados.
¿Y ahora cómo narices me comportaba?
—Nop.
Arg, sonó asquerosamente débil y titubeante. Tragué saliva para adentrarme en un nuevo intento.
—Y supongo que sabrás los motivos. —Bueno, fue algo borde por mi parte, pero ni tan mal.
—Claro que lo sé, Theresa, pero tenía la esperanza de que te hubieras atrevido a subir niveles con alguien que no fuera yo.
Levanté la mirada con mis ojos marrones chispeando y esperando encontrarse con los tuyos. Y no lo dijo a malas, lo juro, de hecho, parecía apenado.
—Tú, tú, tú. ¿Es que no puede ser otra persona que no sea Pol Luna?
Sostenerla la mirada fue complicado, y más después de notar el rubor de mis mejillas ascender al caer en la cuenta de que era justo lo que él había dicho: que avanzar con otros no estaría mal.
Pol dejó soltar aire por la boca y se sentó en el banco de madera con la espalda apoyada en la tabla de la mesa.
Observé su pelo blanco y me di cuenta de que estaba impecablemente teñido, nada de raíces oscuras o tonos ligeramente amarillos. Estaba impoluto, «justo como mi estabilidad emocional», era irónico, lo habéis pillado, ¿no?
—Te has vuelto a teñir —dije con la voz rota y ganas de llorar.
Ojalá nada hubiera cambiado, ojalá todos los sentimientos que iban de mi persona a Pol no existieran, o fueran solo una fuerte amistad. Antes fue así, o eso creía. Encorvé los hombros, puede que nunca hubiera sido una amistad cualquiera.
—Sí —confirmó sin girarse y no sé si fue mejor o peor, porque me volvieron a llegar imágenes de esa misma espalda, desnuda y encima de Emma.
Ese era el problema, que aunque sabía a ciencia cierta lo que sentía y quería. Parecía haber perdido el juicio sobre lo que era bueno o malo.
—Algo ha cambiado este finde, ¿no? —preguntó. ¡Preguntó!
—Te eché de menos durante el bingo —confesé desviando el tema.
—En todos los años que llevó aquí, nunca he ganado —soltó una carcajada corta y rápida.
—¿Realmente se gana alguna vez a estas cosas? Estaba convencida de que me tocaría, veía la hamburguesa del McDonalds en mi boca.
—Siempre me pasa y nunca pierdo la esperanza de que me toque al año siguiente.
—Pero es que siempre va a haber alguien con más suerte que tú —me quejé.
—Y aún así a alguien le toca.
—Ya, Leo acababa de llegar y pum, el premio gordo.
—¿Quién es Leo? —me preguntó repentinamente serio.
Reí de verdad, con sinceridad.
—Estoy cien por cien segura de que sabes quien es, en realidad no quieres preguntar eso.
Pol se giró, frunció el ceño de forma divertida y se quedó mirándome desde abajo, con la mandíbula apoyada sobre la palma de su mano.
—¿De qué lo conoces? Llegó el domingo y hablabais como si os conocierais de toda la vida.
Me mordí el labio.
—No te muerdas el labio cuando hablamos de chicos, me incomoda —me espetó y abrí los ojos de par en par.
—¿Y si fueras tú el tema que me llevara a hacerlo?
Pol sonrió con suficiencia y agradecí el regreso de nuestra camaradería.
—No se ha dado el caso.
—Ah, muy bien Polito.
—Cuéntamelo, quiero saberlo.
Inflé la mejilla izquierda, jugando con él.
—¿No me irás a decir que es una historia muy larga?
Jugueteé con algunos hilos desperdigados, sin contestar.
—Vamos...
Trabé nuestros ojos.
—Es el hijo de mi psicóloga.
Abrió la boca entendiendo y la cerró al instante cuando algo no le cuadró.
—¿Y esa cercanía?
—Dios, Pol, nos hemos visto literalmente dos veces. Somos amigos, o puede que conocidos —negué con la cabeza—. Nah, creo que sí somos amigos.
—Vale, está bien —puso una repentina sonrisa de medio lado y meneó la cabeza de izquierda a derecha. Sacó unos hilos del pantalón rosa de chandal que llevaba— ¿Te hago una trenza a cambio de dos niveles más? Contacto sin iniciativa, pero prolongado.
Traté de reprimir una sonrisa porque desde que empezó la actividad de trenzado algo me dijo que él propondría justo eso.
—¿Qué colores llevas? —pregunté.
Reveló los hilos que guardaba en su mano, uno gris, otro blanco y uno verde claro.
—Creo que son tus colores.
—Sí, definitivamente son mis colores.
—Cámbiame el sitio —me ordenó.
Yo bajé al banco y él se sentó en la mesa con una pierna a cada lado de mi cuerpo, sin rozarme.
Eché la cabeza hacía atrás controlando mi sentimiento de invasión que cada día era inferior en su presencia.
—¿Y me tengo que fiar de ti?
—La de Emma me ha quedado decente.
—Decente... —sopesé la palabra—. Me sirve.***
Bueno... este ha sido el capítulo de hoy. Y he pensado en dejaros las imágenes que "podrían" parecerse a la idea de TeDI.No os olvidéis de votar, y nos vemos el jueves.
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Simplemente Thesa
Teen FictionThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...