CAPÍTULO 9. OTRA VEZ TÚ, ¡QUE PLAGA!
Estuvimos cosa de dos horas largas jugando al Uno, más de lo que esperaba.
Durante ese tiempo varias personas se unieron, otras (como Tobías, el nieto de la dueña) se marcharon al ver la poca probabilidad que tenían de ganar una partida. Yo aguanté como una campeona, no gané muchas, tres o cuatro de las abundantes partidas que jugaríamos, pero me lo pasé bien. Bien, que no es poco considerando que estaba rodeada por un grupo de gente. He de admitir que las dos horas no me las pasé sentada y apretujada entre Pol y Alejo, no era soportable. Fui alternando, me ponía de pie, daba vueltas, me levantaba a por patatas fritas para todos, y más de una vez fui al baño sin tener necesidad. Pero era un gran avance, conseguí ser sociable todo el tiempo sin estar irritada o molesta. Tal vez fuera cierto lo que decía Vera, mi psicóloga, y ese campamento con nombre ridículo fuera mágico.
También puede analizar perfectamente a la gente, gente que por cierto, era muy variada, aún así todos parecían llevarse bien. El "efecto verano", diría yo. Teníamos por ejemplo, dentro del círculo al que quería pertenecer, dos parejas: la primera eran un chico rubio que compartía habitación con Tobías, y Valentina, mi propia compañera y amiga de Pol, eran ridículamente empalagosos y, al menos ese día, llevaron la ropa a juego, ella se puso una camiseta tie-dye en colores morados y él en rosas. Luego estaban Pol (el chico que se tiró al lago) y Emma (la chica borde y con poco sentido del humor), ellos eran, no sé, especiales. Pol iba en busca de sus besos y caricias no demasiado dulces, y ella se las daba de buen grado, pero no se hablaban mucho, cosa que no me extrañaba pues Pol era como una abeja, iba revoloteando de lado a lado.
También estaba Macarena, la ex de Pol (¿por qué todo el mundo parecía tener relación con Pol. «Pol Pol Pol» todo el día), ella era muy parecida a Emma, y no solo de físico (las dos compartían el pelo oscuro), también de personalidad: eran frías, bordes y al parecer el canon de Pol. Pero eso sí, Macarena era del sur de España, con un acento muy marcado y Emma de Cataluña, también con su voz propia y un excelente gusto por la moda, casi me hacía sentir vergüenza de mis simples atuendos.
No pude evitar pensar que yo era todo lo contrario a ellas, yo era simple, sociable a ratos buenos, con una tara, un pelo rubio que parecía gris y una fisonomía no excesivamente delgada, además era de Madrid, sin acento.
Cuando Daniel ganó la partida y Valentina se puso a dar saltos de alegría, todos parecieron pensar lo mismo: era la hora de dejar el juego, nos estaba afectando.
Cogí mi libro de crucigramas y me senté encima de una mesa vacía de madera, aproveché para hacerme una cola de caballo con ese pelo rubio que no sabía si aborrecer o adorar, y cerré los ojos. Cerré los ojos porque lo recordé todo, eché de menos todo y fue demasiado para mí. Solo llevaba unas horas en TeDI y ya necesitaba ver a mi madre, poder escucharla decir como de bien iba a ir la terapia. Y me sorprendí a mi misma, por un momento, preferí estar sentada en la butaca de cuero antes que en una mesa de madera en medio de un rincón perdido del mundo, rincón en el que como mínimo, iba a pasar el próximo mes de vida.
Instintivamente empecé a girar el anillo metálico de mi dedo.
Estaba nostálgica, echaba de menos algo y no sabía el qué. O peor, lo sabía y no quería aceptarlo. Echaba de menos ser tocada, notar los dedos de alguien (que no fuera yo) recorrer mi cuerpo, echaba de menos un abrazo de los buenos, de los que te hacen temblar de amor, echaba de menos tantas cosas... y era tan frustrante. No frustrante por el hecho de que supiera que todo ese no iba a llegar en un futuro próximo, frustrante en el sentido de que echaba en falta algo que nunca había tenido. Podía haber imaginado millones de besos, pero nunca podría echarlos de menos porque no lo había sentido. Apreté los puños, era muy injusto, yo no me merecía eso. Odiaba la hafefobia, me hacía conocer el significado de anhelar.
Mi cabeza empezó a nublarse y sentí la necesidad de respirar sin estar rodeada de adolescentes.
Di un salto para bajar de la mesa y me dirigí a mi cabaña. Iba tan absorta pensando e mi lista de Spotify para instantes nublados (esos en los que no te sientes tu misma y solo quieres estar en blanco), que no me escuché como se acercaba. Tan nublada que no me molesté en regular mi brusca reacción cuando me sujeto por el brazo. Me sacudí con furia y me soltó, cuando me vi quien era fue como si una ola me arrollara. Una ola de decepción por no haber seguido mis propios consejos a la hora de controlarme, y de culpa por haber sido tan imbecil.
—Perdona Alejo, no sabía que eras tú. —le dije avergonzada.
—Pensabas que era Pol ¿verdad? —fruncí levemente el ceño.
«¿Qué narices le pasaba a todo el mundo con Pol?» Igualmente no me importó mentirle, pensar una excusa requería mucha más energía.
—Sí, supongo que sí. Creo que solo necesito un poco de paz.
Los ojos de Alejo se iluminaron.
—Te buscaba para ver si querías ir al lago, pero no creo que con todo el mundo allí encuentres paz. Te llevaré a un sitio. Espérame en la hoguera en cinco minutos. Y te recomiendo llevar ropa interior decente. —apuntó dejándome sonrosada.
¿Cómo que ropa interior decente?
Antes de pensar nada demasiado turbio, recordé que Pol me había dicho que Alejo era gay, habría sido muy incomodo quedar con él en la hoguera, siendo yo una persona normal, después de semejante comentario.
*
En la cabaña me encontré a Valentina y Daniel acurrucados en la litera de abajo. Los saludé con una sonrisa y recogí los cascos del escritorio.
—Si vuestros padres se enterarán que están pagando un campamento en medio de una montaña, para que vosotros hagáis lo mismo que en casa, seguramente se sentirían muy decepcionados. —les dije reprendiéndolos a broma y señalando con un dedo acusador.
—Si lo prefieres podemos salir fuera, pero hay muchos mosquitos. —dijo Valentina tomándose muy enserio mis palabras.
Levanté las manos haciéndome la inocente.
—Yo no responderé a este acto, pero tampoco diré nada —me dirigí en concreto a mi compañera—. Me voy con Alejo, no sé cuanto tardaré en volver.
—Como quieras, yo seguiré aquí.
Dicho aquello, dicho todo. Fui yo la que salió a fuera dejándole a la pareja la habitación libre.
Escuché el sonido de una puerta cerrarse camino de arena arriba. Era la cabaña de Pol y Alejo, me giré esperando encontrar al segundo, y lo volví a hacer decepcionada.
Sus pasos se apresuraron hasta llegar a correr y cuando presentí que estaba cerca hablé:
—¿Sabes que cundes más que los turistas en Venecia. —le espeté sin poder evitar sonreír.
Dio un respingo.
—Nunca se habían referido a mí de esa forma, es muy curiosa. —miré a Pol mordiéndome el labio inferior, llevaba el pelo mojado, otra vez.
Señalé su pelo blanco con la cabeza.
—¿Piscina, ducha o lago?
¿Por qué le hablaba? Me estaba esperando alejo.
—¿Tú que crees? —preguntó con una sonrisa ladeada.
No lo pensé mucho.
—Lago.
Esbozó una mueca.
—Se te da tan mal ser adivina como a tus dedos elegir una buena serie. Ducha, la respuesta correcta era ducha.
Me encogí de hombros.
—¿A dónde vas? —quiso saber.
—¿Te importa? —mi intención era parecer misteriosa, pero resulto ser mas bien borde.
—Oh vamos Theresa, no te pega nada ser tan rancia —lo miré fatal fatal—. No, así no me mires que es muy cierto.
—No me conoces en absoluto, perro mojado. —está vez fui yo quién aceleró la marcha.
—Eres muy transparente, Theresa. —afirmó acercándose otra vez.
—No lo creo. Y deja de decir mi nombre, lo repites mucho, ni siquiera es necesario llamar tanto a una persona.
—Es curioso, pero me gusta tu nombre. Suena bien. Theresa. —lo dijo casi fascinado.
—Es curioso, pero no es mi nombre. —repliqué utilizando su estructura.
—Venga va, dime a donde vas. —y por segunda vez en el día dijo una frase canturreando dándose cuenta de que, de nuevo, rimaba.
Decidí dejarlo con la boca abierta, solo me quedaban unos metros, ya veía a Alejo.
—Ves a ese bombón de allí —dije con voz dulce—, pues me ha pedido que me ponga mi mejor lencería.
Por un momento abrió los ojos, pero no mucho, solo chasqueó la lengua.
—Jaja, que graciosita Theresa.
—Adiós, Pol. —le dije sonriendo.
—Adiós, Theresa. —dijo él en un tono raro.
Recorrí los metros que me separaban del chico con moño y me miró con las cejas levantadas.
—Solo llevamos unas horas aquí y no paro de verte con Pol. —dijo sin relajar la expresión.
Me puse los cascos alrededor del cuello, por instinto y costumbre.
—A mí también me da esa impresión. Solo espero que no empeore con los días.
Andamos en silencio hasta el lago y nos adentramos en el bosque que rodeaba las cabañas del lado opuesto al nuestro.
—Sabes que tiene novia, ¿no?
Solté una risilla inocente.
—Claro. —dije como si fuera la cosa más obvia del mundo.
—Tenlo en cuenta, Emma no me parece celosa, pero ándate con cuidado —estuvo serio mientras lo dijo, pero solo eso, en seguida volvió a ser el mismo chico desenfadado—. Te voy a llevar a un sitio increíble.
Era alto y me costaba mucho seguirle el ritmo.
—Oye, ¿para qué era lo de la ropa interior?
—Ya lo verás, no quiero darte pistas.***
Caray, cada vez se me da peor pensar que poner aquí. No sé, ¿os vuelvo a repetir lo mucho que ayuda votar y compartir?
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Simplemente Thesa
Teen FictionThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...