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CAPÍTULO 15. BUSCANDO A NEMO, Y NUNCA MEJOR DICHO

Miré mis puntas de los pies tratando de centrarme en algo. Tratando de centrar mi mirada para no dirigirla a Pol, porque es justo lo que quiere, mi mirada, no Pol. Y lo llevaba queriendo desde que aquel estúpido chico de pelo decolorado me miró con esa sonrisa ladeada justo antes de cantar Summer of Love. Debía ser por esos ojos azul tormenta creados única y exclusivamente para condenar.
Mi cabeza quería girarse en su dirección, sabía que me observaba, y mi voz interior gritaba tan fuerte que creía que iba a estallar.
Cerré los ojos fingiendo disfrutar del sol.
Apreté la mandíbula para evitar soltar un gemido, no iba a llorar, pero no por falta de ganas. Pol Luna era el chico más cercano que había conocido en mi vida y sin exageración, en menos de veinticuatro horas tocó a más personas que yo en mis diecinueve años, en serio: besaba a Emma, daba golpes en la espalda a los chicos, palmeaba rodillas depres, depositaba suaves besos las manos de las chicas a modo de saludo, aprovechaba cualquier ocasión para acercarse a la gente, ya lo había comprobado, y sí, para ello lo había observado de reojo más de lo que se considera correcto. Era extremadamente horrible, no lo soportaba y por eso lo miraba, tal vez como una especie de tortura. Lo veía abrazando a Tobías y sentía más fuerte que nunca el anhelo de algo que no sabía cuando iba poder tener, si es que lo llegaba a poseer algún día. Solo llevaba un día con él en mi entorno y ya había despertado mi cara más luchadora y valiente que pelearía hasta superar la fobia, y, al mismo tiempo, la versión más derrotada que ya asumía lo sola que iba a estar toda la vida.
Pasé a estar agobiada por la situación. La gente gritaba motivada por el partido de voleibol y el calor no ayudaba en absolutamente nada. Quise refrescarme pero la piscina estaba ocupada, pensé en ir a la playa pero ya me había dejado algo traumatizada con mi estado de esa mañana y... ya no quedaban tantas opciones.
Decidida abrí los ojos, ya socializaría después, me apetecía una mierda contenerme para no mirar al señorito. Recorrí la rampa de tierra que había bajado a penas diez minutos antes y sonreí al ver lo solitaria que estaba la zona de picnic.
Como persona incoherente que me consideraba, subí a la mesa y me tumbé sobre ella. Mis muslos desnudos sintieron la frescura de la madera al igual que mis pálidos brazos. Lamenté no llevar los cascos, porque, aunque no funcionaran debido a que no llevaba el móvil, me relaja escuchar el ruido de forma embotada.
Me estiré agotada de la vida y las chanchas que llevaba se resbalaron de mis pies. Cerré los ojos, me daba igual. Sentir mi corazón estabilizándose y mis pulmones recordar lo que era respirar, fue todo un alivio. Muchas veces no sabes lo agobiada que estabas hasta que te pasa. Efectos de la vida.
Sentía que llevaba toda la vida dentro de una bola transparente. Lo veía todo, rodaba, de vez en cuando se acercaba gente a hablar, y seguía rodando. Encontraba más personas, hablaban y rodaba. Era todo el rato lo mismo, pero nunca se quedaban el tiempo suficiente para que saliera de la bola, o eso me gustaba pensar, creo que era mi excusa.
«Solo tienen que tener paciencia» pensaba desesperada cuando las personas se alejaban y yo volvía a rodar en busca de otras que se atrevieran a intentar abrir la bola. Tal vez fuera yo, que no salía, y el esfuerzo tuviera que ser personal y no de ellos. Pero no podía, toleraba que alguien se acercaba, si mi madre me acariciaba la barbilla, pues un poco de tensión y bien. Si me rozaban por la calle, pues ya pasó. Pero no conseguía ser yo la que voluntariamente se acercara a alguien, y sabía que era un fallo. Vera siempre me decía que debía ir a mi ritmo, pero es que mi cuerpo no quería ritmo, solo ser estático. Me odiaba a mi misma por ello, ¿tan difícil era dar la mano a alguien? En mi cabeza era sencillo, te acercas y le coges de la mano, ya si quieres entrelazas sus dedos con los tuyos. Consideraba que era un movimiento muy simple: teoría superada. Pero es que luego llega la práctica. ¡Ojo se me ocurriera intentarlo! Que mi cuerpo se ponía en alerta roja y mi cerebro comenzaba a encontrar excusas, en verano: que calor hace, dame espacio que aturullas. En invierno: aléjate un poco, que entre las capas y tú no puedo respirar (tanto física como figuradamente). Solían ser siempre las mismas, y las usaba más a menudo de lo que parece. A pesar de que mi familia sabía de mi fobia muchos no la comprendían y se les olvidaba que existía, que gracia, a mi eso no me pasaba nunca. Y mis amigas también lo sabían, pero ellas empatizaban mucho menos, eran las típicas adolescentes empalagosas y pesadas que necesitaban tener gente alrededor a todas horas, yo, por lo tanto, salía poco con ellas.
Vera tenía demasiadas esperanzas puestas en mí, yo no creía en absoluto en mi posible recuperación.
Cuando comenzaba a repetirme que mis respuestas al contacto eran completamente exageradas, irracionales y desproporcionadas (porque lo sabía), escuché una voz alegre.
—Te dejaría seguir allí sentada en plan dramático si no se me hubiera ocurrido un plan mejor.
Levanté la cabeza al escuchar la voz de mi compañera de habitación, Valentina.
—Necesito algo fresco, el agua de la piscina empezaba a estar caliente por la cantidad de humanidad nadando en ella. —continuó.
Sonreí.
—Querrás decir por la cantidad de otra cosa que las dos sabemos.
Arrugó la nariz y negó con la cabeza tratando de eliminar esa idea.
—Prefiero pensar que somos adultos responsables conocedores de la ubicación del servicio. ¿Te vienes o qué?
—¿A dónde? —pregunté—. Espero que no sea muy lejos, estoy perezosa.
—Oh, ¡vamos! Que es verano y somos almas libres y aventureras. Baja de esa mesa ahora mismo, Thesa.
Lo hice, ni siquiera me planteé otra cosa ante su voz autoritaria. Valentina literalmente goteaba agua. Su pelo castaño estaba algo oscurecido e igualmente se apreciaban sus betas color caramelo. Me encantaba su pelo, era largo y a capas, brillante y lleno de vida. El mio por el contrario era monótono, de un rubio ceniza que la población calificaba como gris y corto y ondulado. Corto a la altura del hombro porque consideraba que con ese cacho de pelo grisáceo apagado ya tenía más que suficiente.
—Vamos a tirarnos al lago —sentenció—. Desde que vi a Pol saltar ayer me muero de ganas. Y espero que lo hagas conmigo, Dani se ha quedado discutiendo con Tobías. ¡Que me alegro de que se lleven tan bien! Pero me lo está robando. Y yo te robó a ti. Uno por otro.
—Vaya.
Al parecer fue suficiente respuesta para ella. Empezó a andar hacia atrás lentamente, esperando que la siguiera.
Y empecé a correr escuchando su risa de fondo.
Nos paramos de golpe al final de embarcadero de madera, nos miramos y ella saltó de golpe, claro llevaba bañador. Yo me lo pensé en segundo, iba con ropa, salté. ¿Y lo guay que es poder meterte con ropa?
Por mucha camiseta y pantalón que me protegiera, el agua estaba terriblemente congelada y se me quedó el cuerpo paralizado. Volvimos a reír. Dios, estaba muy fría. Se me pegó el pelo a la cara y me hundí para dispersarlo, era agradable, no veía nada pero la sensación de densidad y pesadez al moverme fue liberadora. Hasta que un pez rozó mi tobillo y di un respingo acuático.
—¡Hay peces! —exclamé alterada.
—¿En serio? ¿Tú crees que son de colores? ¡Quiero ver uno!
Valentina, me gustaba, y lo decidí en ese momento. Era una de esas personas alegres y positivas que saben que decir para sacarte una sonrisa. Yo no era así y aunque puede parecer que no encajábamos, me ayudaba a relajarme y ser yo misma todo lo posible. Nos conocíamos desde hacía un día y ya quería tenerla en mi vida. Éramos simplemente nosotras y nada más, era fácil estar con ella.
Su cabeza se metió por completo y durante unos segundos la perdí de vista. Salió tosiendo y riendo todo a la vez.
—Creo que quiero conocer a Nemo. —dijo muy seria cuando consiguió sacar todo el agua que había tragado.
Si alguien me hubiera dicho cuando empecé ese año, que acabaría con una chica que busca peces de colores en el lago de un campamento con siglas erróneas y con un chico de pelo decolorado rondándome la cabeza, habría soltado un risilla incrédula. Y así lo hice, porque todo eso era un sueño y una locura al mismo tiempo.

***
Pues no sé qué deciros, Valen y Thess juntas. Y bueno, ya sé que de normal publico por la tarde, pero... me ha apetecido hacerlo antes.
Si os ha gustado podéis votar. Nos vemos mañana.

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