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CAPÍTULO 59. POL

Estaba andando y ni siquiera sabía si movía los pies correctamente.
¿Era posible que hubiera roto con mi novia hacía dos minutos?
¿Estaba yendo detrás de Thesa dejando a mis espaldas todo lo que hasta entonces parecía ser seguro?
¿Acaba de destrozar mi vida e iba a intentar salvar otra mientras mi alma iba apagándose poco a poco?
¿Estaba loco?
¿Estaba bien?
Y lo peor de todo: no tenía claro que fuera a poder abrir la boca sin tirar por la borda más cosas.
Gracias al universo, Thesa no había bajado a la playa, porque a esas horas yo no iba.
Estaba en el acantilado, con las piernas recogidas contra su pecho y la barbilla apoyada en las rodillas. Su pelo bailaba con el viento y yo no sabía como hacía para tener la cabeza levantada, queriendo enfrentarse al mundo cuando se estaba viniendo abajo.
En completo silencio y sabiendo que me había oido llegar, me senté a su lado, a dos metros.
Escuché como se sorbía la nariz y se limpiaba las mejillas con la sudadera gris que tanto le gustaba. Quise decirle que conmigo no tenía porque ocultar nada, pero estaba tan roto. Me costaba mantener los ojos abiertos de las ganas que tenía de dormir, y de hacerlo para siempre.
Tuve que agarrar los fragmentos que quedaban de mí para poder recordar el motivo por el que estaba allí, escuchando las olas romper.
—Thesa, yo no quería... —empecé y no acabé.
Aquella noche parece que hice explotar dos bombas.
—No queráis besarme, ¿no? Es eso. He sido yo, que interpreté mal las señales —suspiró y me asombré de que no empezara a gritarme—. Bueno, me las inventé, porque está claro que quieres a Emma. 
—Quiero disculparme...
—No tienes nada que disculpar, Pol. Soy yo, que soy una ingenua. Me he confundido, he creído que la amabilidad de una persona significa que le importas. Soy imbécil, me he ido a enamorar del chico más inalcanzable de TeDI.
Por el rabillo del ojo vi que se giraba para mirarme y, con mucha fuerza de voluntad, lo hice yo también.
—Yo sí quería besarte, y lo querré toda la vida —dijo asintiendo con la cabeza con efusividad.
Ojalá hubiera podido decirle que una parte de mí también lo deseaba. Emma era lista y lo había visto antes que yo. Pol Luna sentía algo por Thesa y eso le llevó a cavar su propia tumba.
—Emma me lo advirtió, me advirtió de ti, de lo mucho que enganchas.
—Yo no... —Era increíble como me escocía la garganta, como no me dejaba pronunciar una frase entera sin venirme abajo.
Fue una mala idea seguir a Thesa, porque de nuevo Em tenía razón y no puedes explicar algo que no entiendes. Y yo no entendía nada.
—Pero no te preocupes, Pol, estaré bien, conseguiré olvidarme de ti. Solo necesito que desaparezcas un tiempo, ¿vale? Lo he pensado y es lo mejor, demasiadas cosas han pasado que no tenían que pasar en este campamento.
Se levantó dejándome trastocado. ¿Ella quería olvidarse de mí? ¿Y Emma también? Yo no quería olvidarme de ninguna.
Chasqueé la lengua dándome cuenta de algo, no siempre puedes ser tú el que tome la decisión.
Si Thesa así lo quería, me alejaría de ella, y de Emma. De las dos, porque acaba de perder en menos de veinte minutos a dos personas que me importaban demasiado.
Y antes de dejarla marchar tenía que asegurarme de algo.
—Thesa, ¡Thesa! —exclamé poniéndome de pie y tropezando con mis piernas—. Dime que te he ayudado, que al menos he hecho algo bien.
Ella miró por encima del hombro en mi dirección, pero no a mí sino al mar.
—Sí, Pol, me has hecho ver que el límite no es el horizonte.
—Eres más fuerte de lo que crees, Theresa —logré decir. Si ella viera todo lo que yo veía.
—Lo sé, ahora lo sé. Y te lo agradezco, pero necesito que no me sigas, no esta vez.
Y así sin más decidí que el césped sería mi nuevo mejor amigo.

***
Pues así se presentan las cosas. Mañana seguimos.

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