Hay que seguir brillando

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Oscuridad, fría y solitaria oscuridad, era lo único que llenaba ese cuarto, que a pesar de estar decorado elegantemente y equipado con todas las comodidades, no dejaba de ser una celda, prueba de ello eran las cadenas en sus manos y pies, junto con el collar supresor de reiatsu cuyo color rojizo destacaba entre la yukata blanca que portaba.

A pesar de que su sentencia era un secreto bien protegido, la central 46 no perdería la oportunidad de hacerle saber que lo que había hecho era deshonra para todos, en especial para su clan, una de las cinco grandes familias que regían al Sereitei.

-si usted me lo pidiera yo podría sacarlo de aquí.

El moreno levantó la mirada de sus pergaminos para observar al caballero de larga melena rubia y ropas hechas de hilos de oro y estrellas.

-siempre me ha sorprendido tu habilidad para manifestarte, Taiyō- exclamó el shinigami, retomando su tarea, aún debía de acabar esos sellos.

-mi deber es adaptarme a lo que me pida, Kizashi-sama- comentó el rubio con solemnidad, aún sin entender la necedad de su amo por morir- pero no puedo ayudarlo si su corazón me pide lo contrario.

La atención del antiguo jefe Shihōin regresó a su espada, nunca estuvo muy de acuerdo con sus acciones en el mundo shinobi, estaba seguro de que aún sentía cierta aversión hacia Mebuki, incluso a Sakura aunque esta todavía no hubiera nacido.

Intentó levantarse, lo mejor que pudo al estar encadenado, y se acercó al rubio. Su brillo estaba apagándose, tal vez porque presentía su inminente muerte y estaba resignado a morir junto a él.

Pero Kizashi no quería que el sol se apagara aún.

-no puedes apagarte aún- pidió el Shihōin con una sonrisa triste, su solicitud sería muy dolorosa para su zanpakutō- tal vez yo ya no esté pero mi sol, luna y estrellas debe seguir brillando- acunó la mejilla tersa de Taiyō.

Los ojos de oro de Taiyō se abrieron con sorpresa, no sabía que lo quemaba más; el toque de su amo o lo que le estaba pidiendo.

-ustede es la razón por la que los astros iluminan al mundo- aseguró la espada- no me pida algo como eso, porque no pienso aceptarlo- declaró la zanpakutō reprimiendo su dolor.

Kizashi bajo la mirada con tristeza- ¿aún cuando es lo que mi corazón pide?

El rey del cosmos apartó la mirada, ese hombre había dado en el blanco.

Triste, el shinigami tomó el pergamino sellado en el que había estado trabajando los últimos días. Puede que fuera a morir pero no dejaría que Aizen se saliera con la suya.

Urahara había tomado medidas muy drásticas para esconder el Hogyoku en medio de su arrepentimiento. Pero Kizashi no dejaría que personas inocentes sufrieran por culpa de deseos egoístas.

Extendió el pergamino a su zanpakutō- se que ella sabrá que hacer con él cuando llegue el momento- observó al rubio tomarlo con cierto recelo y sonrió.

El sol no se apagaría, porque alguien más le brindaría su luz.

El sol no se apagaría, porque alguien más le brindaría su luz

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