Familiares complicados y maestras geniales

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Unohana Retsu había tenido unas horas muy ajetreadas desde que descubrió la traición de los capitanes Aizen, Tōsen e Ichimaru, un golpe bajo para todos. Sin mencionar las pérdidas que sufrieron con todo ese asunto.

Hacia mucho tiempo que su escuadrón no tenía tanto trabajo.

Apenas si pudo desocuparse unos momentos para ir y supervisar como iba todo en el monte Sōkyoku, algunos capitanes y tenientes estaban muy delicados para ser transportados.

-¡capitana!- exclamó el tercer asiento de su escuadrón, Yasochika Iemura, al verla llegar en la liberación de su zanpakutō- ¿cómo están el capitán Hitsugaya y la teniente Hinamori?

Otro asunto que le tenía algo preocupada.

Antes de responderle a su subordinado observó el panorama, deteniéndose en cierta mota rosada.

-por mi parte puedo decir que han librado la muerte, lo demás dependerá de ellos y de su recuperación- respondió tan tranquila como siempre, para después observar la situación- veo que ya se han hecho cargo de los heridos- incluso el capitán Komamura, aunque algo sorprendido, había sido curado por la extraña habilidad de la pelirrosa.

Claro que había visto las técnicas del Rey del cosmos alguna vez, Kizashi Shihōin siempre las usaba para escaparse de visitar el cuarto escuadrón para chequeos médicos o curar heridas en batalla. Sin embargo, Taiyō heī siempre había sido una zanpakutō que se limitaba a curar a su amo, fortalecerlo y protegerlo con sus increíbles habilidades, no por nada era una espada legendaria en el Sereitei y muy apreciada en el clan Shihōin.

El lazo entre Kizashi y su zanpakutō había sido muy fuerte alguna vez, ambos hacían que el otro brillara en todo sentido. La muerte del capitán fue una pena, Unohana siempre pensó que eso de que un hueco lo había atacado en su larga misión era una excusa bastante pobre considerando la fuerza que todos sabían que el hombre tenía.

Ahora se sabía la verdad; el Shihōin no murió por un hueco, fue ejecutado por los altos mandos debido a que, como ya era común en el, decidió seguir su corazón, algo que un capitán, en especial uno que era jefe de una familia noble, no podía darse el lujo de hacer.

Y pagó las consecuencias. Al menos la familia Shihōin logró salvarse del desafortunado desenlace que la familia Shiba sufrió hace un buen tiempo, pero desconocía lo que la mujer humana a la que Kizashi Shihōin había sufrido, y ni qué decir de esa pequeña criatura que engendró.

La primera vez que la vio pensó que era una niña desafortunada, lejos de su hogar en un mundo en el que su existencia era un mero error. Cualquiera la hubiera eliminado en el acto, pero el capitán comandante era un alma comprensiva, además la niña había demostrado tener eso que su padre ostentó alguna vez.

-esa ryoka se encargó de todos, capitana- le informó el shinigami.

Unohana sonrió tranquila al ver a la joven tratando de tranquilizar a la pequeña Kuchiki después de haber curado al capitán del sexto escuadrón con una de las técnicas de su zanpakutō, aunque esta tenía algo diferente, podía sentir los restos de esa energía física en el aire.

-ya veo...- su sonrisa se ensanchó- encárgate de que se sientan cómodos en su estadía- dijo refiriéndose a los ryokas- deben estar cansados y supongo que el capitán comandante tendrá asuntos que discutir aún.

-¡si, capitana!

Esperaba que sus visitantes no quisieran irse tan rápido, quería conversar un rato con esa joven pelirrosa.

Esperaba que sus visitantes no quisieran irse tan rápido, quería conversar un rato con esa joven pelirrosa

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