Capítulo 03.

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«La esperanza surge como un ave fénix de las cenizas de sueños destrozados»

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«La esperanza surge como un ave fénix de las cenizas de sueños destrozados». – SA Sachs

Rayito de esperanza.

Cuando la vida nos pone sorpresas inesperadas, lo mejor que podemos hacer es afrontarlas con una enorme sonrisa en los labios, pues muchas veces llegan como un rayito de luz que ilumina el largo camino de oscuridad que estábamos viviendo. El destino se apiada de nosotros y nos deja conocer un poco la felicidad que puede darnos si estamos dispuestos a recibir lo imprevisto.

Keyniall era ese rayito de luz que habia llegado a nuestras vidas en un momento inesperado, si habia sido una gran sorpresa que nos costaba aceptar y adaptarnos a un nuevo integrante, pero la felicidad que todos sentíamos al tener a ese pequeño niño era incomparable. Era la viva imagen de Keyli por alguna extraña razón, sus ojitos, su naricita y las hermosas mejillas sonrosadas era como tener la imagen infantil de Keyli, nos hacía sentir bien y como si la oscuridad de nuestras vidas hubiese desaparecido.

—Papá—murmuró el niño señalando a Conall y soltando una carcajada —. Papá... —me señaló.

—Creo que esa es la palabra que más dice—murmuré riendo—. Aunque no sé si papá es alguna palabra que usa para decir todo lo que piensa.

—No me quites la ilusión, Vallarelli, deja que me siga diciendo papá todo lo que quiera—reclamó Conall haciéndole cosquillas al bebé —. Nunca creí que estaría cargando a un bebé que tiene mi sangre.

—Ni me lo digas—murmuré riendo —. Cuando la loca llego a decirte que tenías un hijo no lo podía creer, pero ahora que salieron los resultados y que lo podemos ver, tiene toda tu rostro.

—Por supuesto que tiene mi rostro, es hermoso. Se nota que mis genes son los que dominan—murmuró acariciando la mejilla del niño risueño.

—Necesitaríamos conocer a la mamá para decir eso—aseguré riendo.

Conall soltó un pequeño suspiro.

—Jamás la buscaré, ella queria mantenerse en el anonimato y respetaré eso, puedo ser madre y padre a la vez—aseguró.

—Tú serás la madre y yo el padre—me burlé.

—Eso es lo más gay que has dicho, hermano—se burló —. Si Key...—cayó sus palabras, para ambos era difícil mencionar su nombre, era como si nos clavarán un puñal en lo más profundo de nuestros corazones.

—Ella estaría feliz y orgullosa de ti—murmuré con una sonrisa —. Y ahora mismo estaría haciendo bromas sobre choques de espadas.

En el auto se creó un gran silencio, seguramente por los recuerdos que nos invadían a ambos, era imposible que su nombre no desencadenara cientos de emociones, la extrañábamos como nada y era un calcinante dolor que no se podía borrar con nada. Ella habia sido nuestra mayor felicidad y estábamos seguros de que nada ni nadie sería capaz de remplazarla.

Sólo tú. Mi dulce tormento.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora