Capítulo 81.

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Haciendo las pases

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Haciendo las pases.

"Las enemistades ocultas y silenciosas son peores que las abiertas y declaradas." ~ Cicerón


Nadie puede advertirnos de un final inminente, un final que llega sin ser previsto y que llega tan rápido que es imposible prevenirnos para su llegada, los finales llegan a cada momento de nuestra vida, no podemos prevenirlos por lo tanto se convierten en un real dolor de cabeza, sumando a ello el sentimiento que dejan, se siente un gran vacío que es imposible de llenar con cualquier otra cosa, pues normalmente los finales que duelen son aquellos que nos importaban.

Pero esto no quiere decir que en nuestro día a día ocurran finales, estos suceden sólo de vez en cuando y es nuestro deber como humano saber adaptarnos a ellos para poder progresar y no sumirnos en el dolor que dejan. A veces, algunos finales son necesarios para el crecimiento personal, para darnos cuenta de lo valioso que somos y de la fortaleza que poseemos. Sí, un final siempre va a doler, pero podemos tomarlo por los cuernos y adaptarnos a él o dejar que nos destruya y nos sumerja en un profundo pozo de desesperación.

Jamás me había interesado conservarán nadie en mi vida, siempre habría creído que entre menos personas estuvieran a mi alrededor, menos personas tendrían la oportunidad de dañarme, había tenido ese pensamiento durante toda mi vida porque las personas en las que más confiaba me habían traicionado a la corta edad de 5 años, ¿Cómo podría confiar en alguien si mis propios padres me habían abandonado?

Siempre creí que estar solo era lo mejor, no tenías a nadie que te molestara o que te pidiera hacer cosas que tú no deseabas. Eras libre de hacer lo que quisieras y quizás, nisiquiera tenías un solo testigo para nada, pero sabías que estabas a salvo contigo mismo pues entre menos tuvieses a tu lado, menos personas podrían traicionarte. Aunque Kennett, mi padre, me había tratado de convencer miles de veces que una vida solitaria era dolorosa, siempre había creído que él exageraba.

Sin embargo, ni siquiera mi padre me había advertido que cuando llegase la mujer correcta, toda mi vida daría un giro de 180°, no quería volver a estar solo en mi vida, no quería volver a sentir esa soledad de no poder contarle a nadie lo que ocurría en mi día a día y tampoco queria sentir ese dolor calcinante al no tener a mi muñequita cerca.

Keylani habia llegado a destruir cada una de mis reglas, había llegado como un torbellino que había destrozado toda mi vida de la manera más hermosa y perfecta que podía existir, amándome. pero ella me había convertido en un hombre mejor en todos los sentidos, quizás ni siquiera lo había hecho por ella, sino por mí mismo, ese hombre que había mejorado era él que estaba dispuesto a hacer todo por una pequeña muñequita con una enorme sonrisa y preciosos ojos curiosos de una tonalidad verde.

La amaba más que a mí propia vida, quizás se debía que desde el momento en el que ella llegó a mi vida, esta dejó de pertenecerme para pasar completamente a sus manos, porque ella era la única capaz de destruirme con una sola palabra y que, sin embargo, también era la única en volver a reconstruirme y pegar cada uno de los pedacitos rotos de mi alma.

Sólo tú. Mi dulce tormento.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora