Capítulo 45.

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A quien amamos

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A quien amamos.

"Su cuerpo sólo existía donde el la tocaba, de resto, ella era humo."~ Arundhati Roy

Alto contenido de cachondeo.

Cuando la vida nos pone en el camino indicado lo sabemos, no importa si pasan uno o dos años, sabemos que estamos en el lugar indicado porque hay algo que nos lo dicta, quizás es el corazón o algo más, pero sabemos que vamos en el camino correcto o que hemos llegado a nuestro destino.

Toda mi vida creí que no existía coincidencias en el destino, que todo lo que ocurría era porque se encontraba escrito y no porque fuera improvisado, era imposible que algo saliera a la perfección por coincidencias que estaban de repente en nuestras vidas, quizás ese era el motivo por el que siempre debía seguir un orden en mi actuar, no importaba si era uno o dos pasos, siempre marchaba conforme a lo planificado aferrándome a lo conocido. Ellos habían roto ese esquema de mil formas distintas, me habían enseñado que la vida realmente no tenía precedentes y que no era necesario un plan para todo, que a veces... improvisar era divertido.

Ellos llegaron a mi vida descolocando todo y no me importaba absolutamente nada de lo que podía ocurrir al regresar a casa, los quería solo a ellos y eso incluía entregarme completamente a ellos, me entregaba completamente sin importarme nada, pues sabía que con ellos yo y mi corazón estaríamos completamente a salvo.

Sentía las manos de mis hombres recorrer mi cuerpo, no tocaban mis puntos erógenos a pesar de que yo anhelaba que lo hicieran, casi suplicaba por sentir sus dedos sobre mis puntos de mayor placer, pero ellos solo se centraban en tocar cada centímetro de mi piel, desencadenando pequeños temblores por el deseo de sentirlos más. Estaba sobre el regazo de Conall, por lo que podía sentir sobre mi trasero un bulto creciente, me gustaba esa sensación, la sensación de saber que mi cuerpo los excitaba.

—De rodillas, muñeca— ordenó Conall.

Salté de su regazo, colocándome frente a la cama como su orden me lo indicaba, quizás para cualquier mujer esa acción era algo denigrante, pero ellos habían sido claros al explicarme lo que significaba arrodillarse frente a un Amo, significaba que yo cedía mi voluntad pero parte de ello era decidí que hacer con ella y yo queria dársela a alguien, así que no, no me estaban denigrando o algo por el estilo, ellos me amaban y estaban jugando conmigo y mi voluntad de una manera hermosa.

—¿Puedes decirnos que faltas cometiste hoy?

—¿Por orden alfabético? — pregunté queriendo jugar un poco con su paciencia, no era masoquista pero me encantaba fastidiarlos con mis pequeños berrinches.

Conall soltó una carcajada poniéndose de cuclillas frente a mí, su altura era mayor a la mía incluso estando en esa posición, pero a pesar de todo no me sentía cohibida o en peligro, porque sabía que ellos me cuidarían sin importar absolutamente nada a mi alrededor, quizás por eso yo había decidido realmente ceder mi voluntad a ellos, dejar que ellos me dominaran de las formas que sus mentes lo pedían.

Sólo tú. Mi dulce tormento.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora