Capítulo 39.

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La más grande

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La más grande.

"La pregunta no es quién me lo va a permitir, sino quién va a detenerme". ~Ayn Rand

Maratón 2/3.


Cuando menos lo esperamos la vida nos sorprende con cosas que descolocan todos nuestros sentidos, la mayoría de las veces es para mal pero otras son para mostrarnos lo que tenemos enfrente y qué realmente somos afortunados de tener a las personas que amamos a nuestro lado, muchas veces no nos damos cuenta que tenemos a nuestro lado a la persona más grande y como humanos vemos que ésta se convierte en una bestia.

Durante toda mi vida siempre quise proteger a quienes amaba, incluso a mi madre que se había ido para poder perseguir la vida de una adolescente y qué años más tarde había regresado con mi hermano que aunque muchas veces los negaba, realmente lo quería. Nunca me había importado sacrificarme a mí para mantener a salvo a las personas que amaba, por darles paz y tranquilidad a esos que la necesitaban y realmente me sentía orgulloso de mí mismo y de poder proteger a quién amaba.

Pero muchas veces cuando se salía de mis manos explotaba y me convertía en una bestia que ni siquiera yo podía reconocer, era extraño verme convertido en alguien que yo no, era pero que si me veía frente al espejo encontraba mis ojos, siempre me había asustado que en algún momento podía perder tanto el control de mí mismo, que dañaría a las personas que amaba, quizás no físicamente pero sí con palabras que herían.

Mi padre en sus pocos momentos de lucidez, siempre me había dicho que cuando encuentras a la persona indicada te das cuenta inmediatamente porque despierta en ti un sentimiento enorme de querer protegerla, de querer encerrarla en un botecito de cristal para que nada ni nadie la dañe, pero muchas veces es imposible pues encontramos a personas que les gusta ser independientes, pero esa independencia es buena porque ellos van a tener total confianza en ti para saber que puedes protegerlos pero también vas a dejar protegerte.

A mí no me daba miedo decir que una pequeña muñequita de ojos verdes era capaz de dominar a medio mundo con tal de protegerme o proteger a mi mejor amigo, en realidad me llenaba de orgullo que esa mujer a la que yo había visto rota, tuviera la fuerza necesaria para alzarse en vuelo y mirar a sus objetivos con verdadera ira.

Siempre nos habíamos tenido la confianza de decirnos todo, ella conocía las claves de nuestras habitaciones y entraba cuando quería y a nosotros no nos molestaba en lo más mínimo, nosotros también conocíamos las claves de su habitación y tampoco le importaba si entrabamos en cualquier momento, incluso bromeábamos cuando alguien trataba de coquetearnos a alguno de los tres, de esa manera nos teníamos la confianza de contarnos cualquier cosa, a decir verdad estaríamos demasiado estúpidos si buscábamos algo más con alguien, porque teníamos a la muñequita perfecta a nuestro lado.

Sólo tú. Mi dulce tormento.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora