Capítulo 76.

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Doy gracias por ti

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Doy gracias por ti.

"A menudo damos por hecho las cosas que más merecen nuestra gratitud. "~ Cynthia Ozick.


Gracias.

Esa pequeña palabra que muchas veces se le olvida al ser humano que es sustancial para poder permanecer en paz con todo el universo, no importa en la deidad que creamos, no importa si creemos en Dios, Buda o el universo, darle las gracias por lo que tenemos y lo que vivimos día a día es algo importante para poder permanecer tranquilos.

Dar las gracias es un hábito que nuestros padres nos enseñan cuando apenas comenzamos a hablar, siempre nos dicen que debemos agradecer cuando nos dan algo o cuando recibimos algo, incluso que debemos dar las gracias por lo que tenemos día y noche, quizás antes de acostarnos debemos agradecer por haber tenido un mal día incluso o antes de levantarnos, agradecer porque podemos tener una nueva oportunidad de vivir.

Dar las gracias se convierte en un hábito que muchas veces damos por sentado y olvidamos que debemos hacerlo cada instante de nuestra vida, en las escuelas también nos enseñan en lo importante que es agradecer todo el tiempo, incluso le ponen el bonito nombre de Palabras mágicas, refiriéndose al Por favor y gracias.

El por favor también es otro habito que siempre escuchamos y que pocas veces llevamos a cabo, esas dos pequeñas palabras son capaces de doblar rodillas para suplicar por algo, quizás por nuestra vida o para pedir un milagro a la deidad en la que creemos ¿Cuántas veces no hemos escuchado "Por favor, Dios, eso no"? quizás siempre lo usamos en los momentos que necesitamos recibir una gracia, pero cuando dejamos de hacer común nuestras súplicas y nuestras gracias, parece que dejan de ser escuchadas por cualquier deidad que esté sobre nosotros.

Nunca había sido muy religiosa, pero creía en Dios, ese ser supremo que siempre me había acompañado, incluso en los momentos de mayor dolor y donde me sentía completamente abandonada, esos momentos en donde perdía el sentido a mi vida y lo único que quedaba estable era el creer en que alguien supremo estaba vigilándome, quizás dándome un castigo por mis pecados.

Mi madre siempre me habia dicho que no hay ser que no cometa pecados en el mundo, quizás algunos cometen algunos que no tienen mayor relevancia, Pero otros comenten pecados atroces, criminales que manchan sus manos de sangre por simple placer, que causan daño por el simple hecho de querer sentir la adrenalina de hacer el mal o arruinar momentos mágicos, personas que tienen la maldad en su corazón y que queda fuera de las manos del justo controlar eso.

Recordaba la primera vez que alguien perdió la vida en mis manos, habia pedido tantas veces perdón a dios por haberlo hecho que me habia quedado sin lágrimas, me sentía culpable y una criminal, sentía que no merecía tener una vida para arrebatar la vida de otros. Sin embargo, cuando comprendí la razón por la que habia jalado ese gatillo, supe que aunque mis manos se habían manchado de sangre, habia exhumado mi culpa al salvar a un bebé en manos de un pedófilo.

Sólo tú. Mi dulce tormento.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora