Capítulo 24.

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"Una hija es un tesoro y una causa de insomnio"

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"Una hija es un tesoro y una causa de insomnio". Ben Sirach.

Lucecita.


Cuando menos lo creemos la vida nos pone pruebas que nos hieren el alma, pero que a la vez nos enseñan que no importan las tormentas que atravesemos o el dolor que nos consuma, si sostenemos la mano de la persona correcta podemos lograr lanzarnos a un tormentoso mar de emociones sin tener el miedo de naufragar en medio de la desesperación y soledad, pues sabemos que si esa persona nos sostiene, no hay tormenta que se compare al amor que existe entre ambos.

La vida siempre me había enseñado que no puedes dar pasos sin tener un plan trazado, durante los primeros 27 años de mi vida sabía que no podía dar un paso en falso o podía caer en la profunda soledad, siempre tenía un plan para cada movimiento, para cada paso yo trazaba cientos de planes en caso de que algo no funcionara.

Había entrado al mundo del BDSM por una tontería pero me había hecho sentir bien, pues dentro de ese mundo yo tenía el control de absolutamente todo, yo podía tener una vida completa y llena de control, nada dentro de ese mundo se me salía de las manos pues el dominio se encontraba dentro de mí, mi palabra era ley y mis planes las reglas, nadie las refutaba y eso de cierta forma me encantaba. Me convertí en una bestia dominante, un dictador dentro de ese mundo que nadie se me acercaba por el miedo del sadismo que representaba mi presencia, solo las mujeres realmente masoquistas se acercaban, buscando de una u otra forma experimentar lo que yo era, sin embargo, nadie duraba más de dos semanas.

Todo cambió cuando la conocí a ella, ella hizo que dejara de aferrarme a planes sin sentido y de buscar dominar en cada sentido de mi vida, ella con su hermoso cabello cobrizo y los preciosos ojos miel que —aun despues de 28 años de conocernos permanecían intactos y enamorándome día con día—, me habían hecho enloquecer y dejar de querer aferrarme a un ancla de madera, lanzándome a un mar tormentoso donde estaba seguro, ella me sostendría con fuerza.

Mi chiquita había sido la mujer que me había hecho querer ser un mejor hombre, que me había enseñado que una sonrisa es capaz de curar una herida de bala y un beso de sanar heridas del alma, ella me había enseñado que el sexo no tenía sabor sino habia amor, que el toque de la persona que amas no se compara con nada en el mundo terrenal ni en el celestial. Ari, mi hermosa reina me había enseñado a amar, había tomado mi mano y me había guiado hacía un camino donde todo era de colores.

Con ella había tenido a mi hijos, a mis pequeños bebés que me habían enseñado que el amor también tenía muchas formas, el amor de un padre hacía sus hijos no tiene comparación, con ellos sentía que el hogar que había construido con mi chiquita estaba completo y lleno de vida, que podían existir mil formas de ser feliz pero mi favorita era ver que mis hijos estaban sonriendo al lado de su madre.

Giandrick era el mayor, había sido el primero en nacer, cuando era un niño siempre había sido el más maduro, quien hablaba con propiedad y que con poca edad ya se sabía leyes de estado de memoria, nunca fue un niño aburrido, pero si centrado. Cuando crecieron se apropió del papel de hermano mayor y era el que aconsejaba a sus hermanos y el que tomaba las decisiones de entre los tres, también el más sobreprotector con su hermana.

Sólo tú. Mi dulce tormento.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora