Epílogo.

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A la vista.

"Aquel que ya perdió algo que daba por hecho al final aprende que nada le pertenece". ~ Paulo Coelho


Dicen que la vida puede irse en un suspiro, es tan momentánea que es imposible predecir si estaremos al minuto siguiente o si terminaremos tres metros bajo tierra. Pero cuando vemos morir a quienes más amamos, todo puede llevarnos a un perpetuó dolor en el que nos sumergiremos hasta el final de nuestra vida.

Es cierto que todo puede cambiar en segundos, un momento podemos estar disfrutando un hermoso viaje o planeando la boda de nuestros sueños y al minuto siguiente, velar a la persona que más hemos amado en la tierra o a cientos de personas que realmente no merecían la muerte.

Cuando alguien que amamos muere, nos damos cuenta de que perdemos el control de nuestra vida, que todo a nuestro alrededor se vuelve completamente insignificante que logramos perdernos en el camino. No sabemos cómo decirle adiós a los que amamos, porque simplemente, como humanos, a pesar de que la muerte es lo único seguro que tenemos en la vida, jamás nos preparamos para su llegada.

Dos días después del funeral.

Habían sido los dos días más difíciles de toda mi vida, no me habia quebrado ni una sola vez aunque todos parecían estar esperando el momento en el que estallara por todos los sentimientos reprimidos que tenía. Pero no lo hice, me habia deshecho el día de la ceremonia luctuosa y me habia levantado más fuerte, estaba lo suficientemente convencida de vengar a quienes amaba que me importaba una mierda acabar con todo a mi paso.

No podía bajar la guardia cuando era posible que el ataque final fuese en nuestra base, más considerando que Magnus se encontraba en las celdas subterráneas. Si Lombardi era el que coordinaba los ataques, no dudaría en liberar al otro bastardo.

Había dado la orden de no interrogarlo y tampoco darle atención médica, me valía una mierda si se moría. Él habia asesinado a mi familia, a mis padres y al amor de mi existencia, no merecía nisiquiera tener un poco de compasión de mi parte.

Me habían dado una de las oficinas de la base para poder tener privacidad al momento de planificar y realizar todas las actividades. No dejaba a Niall en ningún momento, lo llevaba conmigo a todas partes.

Sí, sabía que se aburría de vez en cuando, pero me negaba a dejarlo solo. Era mi pequeño niño, aunque no fuese mi sangre lo amaba como tal y lo protegería con mi vida, como no lo habia hecho con su padre.

Miré los papeles sobre el escritorio, todos tenían análisis detallados de las posibles identidades de Lombardi, pero ninguno encajaba con el sadismo del hombre, matar a tantos inocentes solo podía ser obra de un verdadero psicópata. Solo parecía que dábamos vueltas en un interminable circulo, no teníamos respuestas y tampoco éramos capaces de encontrar algo que pudiese esclarecer todo y eso realmente nos jodía.

Sólo tú. Mi dulce tormento.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora