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Jungkook estaba en el mejor punto de su vida, si bien el país no era como el de antes, en el interior de la casa de campo se encontraban dos personas que lo motivaban a ponerse de pie cada mañana, Jimin y Beomgyu.

Jamás se hubiera imaginado que el chico de la tienda de campaña iba a enamorarse, ni él de Jimin, pero así eran las vueltas de la vida o, mejor dicho, el destino. Es feliz más ahora que tiene entre sus brazos a su único y primer hijo. Jeon Beomgyu apenas tenía un mes y le aterraba que creciera rápido, quería tenerlo siempre así; pequeño y adorable, sin embargo, debía afrontar la realidad y esperar que su hijo creciera al igual que Yeonjun.

Por otro lado, también estaba feliz y agradecido de tener a Jimin sano y salvo en casa, dejando de forma progresiva el descanso en cama que por órdenes de Suran y Ji-eun que le contaron las complicaciones de su cesárea, por ende, debía descansar. Finalmente, ese día había podido bajar las escaleras y estar en la sala con los demás.

Jeon lo estuvo cuidado minuciosamente para que no sufriera de dolor en la zona de la cicatriz que ya estaba cerrando como debía. Park en la noche se removió incómodo por la picazón que le atacaba la herida. Afortunadamente, Jungkook tomó la costumbre de colocarle una gasa encima para evitar que se rascara o que abriera la herida.

Jimin con cada acto que su novio hacía lo dejaba satisfecho y lo enamoraba cada día más. Verlo tan paternal le llevaba su corazón, pues Beomgyu y Jungkook crearon una especie de conexión que ambos no podía despegarse del otro. No podía ni ponerse celoso de su hijo, lo amaba tanto que sería terrible pensar que Beomgyu llego a solo quitarle a su pareja, porque no era así, al contrario, los hizo más unidos el uno con el otro.

—Harás que vomite la leche tanto que lo meces, Kook —dijo Jimin acercándose a su novio que contemplaba como Beomgyu dormía—, lo dejaré en la cama.

—Es que me gusta cargarlo, no me puedo despegar de él —explicó en voz baja para no despertar al niño.

—Yo tampoco podría, es precioso. —Jimin acarició las manos de su bebé y este apretó su dedo. —Pero, este bebé debe dormir en la cama y no acostumbrarse a los brazos.

—Eres malo, Park Jimin. También tengo derecho, yo lo hice —susurro moviendo las cejas de forma coqueta.

Jimin rio al oír eso y le dio un golpe en el hombro.

—Tú aportaste con un grano de arena, el que lo tuvo dentro de su cuerpo soportando antojos y malas noches porque no podía dormir bien, fui yo. —Presumió tomándolo a Beomgyu con delicadeza. Caminó hasta la cama y lo dejo allí cubierto.

Jungkook sonrió y le beso su frente cariñosamente. Lo quedo mirando momentáneamente, confirmando cada segundo más que estaba realmente enamorado de Jimin, así como este último lo estaba de Jeon. El más bajo frunció el ceño extrañado de porque su novio lo miraba tanto.

—¿Qué tengo en la cara que me miras así? —preguntó.

—Solo... Solo estoy feliz de tenerte aquí en casa, ese día tuve mucho miedo de perderte, Minie —confesó.

—¿Creíste que te ibas a deshacer de mí así de fácil? —pregunto en broma.

Negó besando sus labios.

—Sin ti yo no serio el mismo, ni quien soy ahora. Sacaste la mejor versión de mí.

—Te amo mucho, Jeon —susurro contra sus labios.

Outlast ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora