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El sonido de la cadena calaba hasta lo más profundo de sus oídos, más ver como su hijo no podía defenderse por el dolor de la herida. Su piel parecía papel, la sangre mancho su ropa y podía ver en su rostro como de apoco se iba rindiendo. No podía permitirlo.

Junwoo jugaba y silbaba con el walkie-talkie, hasta que este comenzó a sonar.

Señor, tenemos problemas con los discípulos, en la zona sur.

—Por Dios, Jinha, siempre es lo mismo contigo. Problema, tras problema... ¿¡Cuando harás algo bien?!

—Solo tú puedes arreglarlo, Junwoo —susurró Seojin.

El muchacho apago el radio y se puso de pie. Camino lento hasta la rueda que iba atrayendo la cadena para hacia subir el cuerpo del chico, para solo suerte de Yoongi, este todavía sentía el suelo. Eso le daba un poco de tranquilidad. Junwoo soltó toda la cadena haciendo que Min cayera de bruces contra el cemento golpeándose duro la espalda y un poco la cabeza.

—Luego vendré por ti, Yoongi. Prepara ese cuello, que te lo voy a romper como una rama —dijo burlándose. —Dejen al anciano ese rincón, para evitar problemas y quiero a alguien vigilándolos.

Los que estaban presente arrastraron a Jae-ik cerca de un tubo dejándolo ahí sentado mientras que Yoongi continuaba en el suelo. Una vez vacía la habitación, vieron que puerta fue cerrada.

El silencio gobernó en aquella bodega.

—V-Vete...

—No digas estupideces, no me iré de aquí sin ti. Llegamos juntos y vamos junto.

—¡Dije que te fueras! —grito Min. Estaba enojado con él mismo, por no lograr llegar con Taehyung y Yeonjun. Se los prometió y fallo.

—¡Y yo dije que no! —Jae-ik miro a su alrededor buscando su bastón, hasta que lo logro ver sobre la mesa donde Junwoo tomo los guantes.

El hombre se comenzó a arrastrar hasta la mesa.

Su pierna le molesta como mil demonios rasgando en su interior, pero tenia y debía sacar a Yoongi de allí antes de que perdiera más sangre. Una vez en la mesa y trato de apoyar en sus rodillas, el dolor era infernal, pero lo logro. Ya de pie, mantuvo como pudo el equilibrio. Tomo el bastón desde atrás con sus manos atadas, giró la bola de madera que traía arriba de decoración y de allí salió una navaja.

Ese lo que tanto escondía en el bastón, lo pudo haber usado, peor debido al revuelo de hace unas horas atrás no le dio tiempo. Apresurado comenzó cortar la cinta americana que sujetaban sus manos, fue inevitable cortarse un poco en el intento, pero era lo de menos, ya libre, siguió con los pies.

Fue hasta Yoongi corriendo como pudo y vio lo grave de la situación. Sin tantas vueltas corto la cinta dejando a su hijo libre. Saco esa cadena de su cuello.

—E-Eres terco...

—Ni loco dejo a mi hijo con unos enfermos.

Lo puso de pie y se lo hecho al hombro para tratar de salir por la puerta, preparándose para lo que fuera. Fue ahí cuando entro el mismo sujeto corpulento, empujo a ambos y saco un machete de debajo de su capucha negra. Jae-ik tomo el palo de su bastón, siendo su única defensa.

—¿Qué harás con ese palo? ¿Una mesa? —Se burlo. —Pilwon, ven aquí idiota y ayúdame.

Tras el llamado apareció otro sujeto con una cicatriz sobre sus labios. Este traía un fierro con una punta.

Los dos tipos Profetas los atacaron, pero Jae-ik los esquivó a pesar de tener a Min sobre su hombre, lo dejo sentado contra la pared y comenzó a pelear con los tipos. Al tal Pilwon lo golpe seco en cuello quitándole el aire, al otro lo empujo contra la mesa y le estrello tres puñetazos en la cara. Pilwon lo agarro de la espalda y tiro al suelo para que con su fuera darle en el pecho, pero llego Yoongi con un martillo que se lo clavo preciso en el cuello.

Outlast ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora