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—Min Yoongi, chiquillo escurridizo... Volviste.

El hombre abrazo con fuerza al pelinegro. Jamás creyó que lo volvería ver tras verlo ser liberado con sus cinco años ya cumplidos en este lugar. Reía al ver su rostro, era realmente increíble ver al chico que le enseño a defenderse y supo hacerlo basta bien, llenándolo de orgullo dentro de ese mísero lugar lleno de criminales.

Aún recuerda cuando vio llegar a un chico que parecía temeroso, sin tener idea de a quien unirse, ni como era la vida en prisión. El vio que Min no merecía estar en ese lugar, estaba ahí por un error y lo supo con solo verle la cara de cachorro asustado. Sabiendo un poco más, la verdad era que lo inculparon y fue cuando sus sospechas se confirmaron por completo. Min Yoongi un joven con una vida por delante, fue encerrado por culpa de su pareja.

Yoongi se sentía igual de agradecido al encontrarse con su ex guía. Un hombre rudo, sin miedo a nada que no lo aterraba decir las cosas. Gracias a él supo sobrevivir a los días, semanas, meses y años que vivió en esas paredes llenas de soledad, dolor e historias de delincuentes que jamás creyó oír.

—Hyung... —murmuró.

—No, sabes que los honorífico no me gustan, ¿qué te dije? —Lo miró, arrugando sus cejas.

—Solo eres Hae-soo...

—Así nada más. Veo que se te olvidaron las costumbres... o quizá no —dijo mirando la escotilla que llevaba a la sala de máquinas. —¿Como entraste?

—E-Es... Es una larga historia, pero necesito que me ayudes en algo que es importante para mí. —Pidió cabizbajo.

—Primero subamos a la gente que traes, oía a alguien más.

El preso miro hacia abajo y vio a un tipo alto con el cabello peinado hacia un lado dejando ver parcialmente su frente. Luego ayudo a subir a uno de tez morena, igualmente alto y un poco más grueso de figura, finalmente; un chico bajo, cabello ceniza y contextura más delgada a la de los demás. Hae-soo los analizo uno por uno, por sus caras se notaban algo impactados con algo, y su ropa algo mojada por caminar en la alcantarilla. El hombre se percato de que nadie viniera a la lavandería para oír a Yoongi y porque requería de su ayuda. En ese entonces, Min le pidió a Wang que vigilara la puerta. El chico se quedó allí mirando de vez en cuando la ventanilla de la puerta, alerta de cualquier persona.

—Bueno... —Suspiró. —¿A que se debe esta visita?

Jimin se interpuso.

—¿Viste a un chico de cabello oscuro, alto? —pregunto desesperado. —Se llama Jungkook y-y... vinimos hasta aquí por nuestros hijos que se los llevaron de nuestra casa —explico apenado.

Hae-soo negó a todo lo que decía. Trabajaba allí en lavandería, pero todo lo que pasaba durante el día se enteraba una vez en la celda con su compañero de litera.

—Jimin, cálmate por favor. —Pidió Namjoon.

—La verdad, supe que llegaron anoche dos chicos, jovencitos... Venían dormidos, seguramente los sedaron y los dejaron en las celdas del corredor de la muerte. —Contaba mientras los demás lo miraban sorprendidos.

—¿Corredor de la muerte? —Yoongi no comprendía. —¿Estás diciendo que...?

—Estoy diciendo que los van a ejecutar para la fosa, ese pasillo lleva a ese lugar del que les hablo —interrumpió para explicarles mejor—, si tienen suerte aún están allí, normalmente los dejan de uno a dos días, y si no, ya están en el fondo de la fosa... Muertos.

Outlast ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora