Yo era aquel que vagaba por el sendero eterno, a la misma hora, donde la noche emergía, exponiendo su intimidad en forma de estrellas.
Día tras día, te contemplaba, me ladrabas, yo te acariciaba sin guardar rencor.
Sigo inmerso en la rutina, una de las tantas monotonías que me envuelven, ahora me ladra tu hijo, te imagino a su lado, viviendo felizmente como un tesoro.