Basura VI

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Permíteme plantear la situación. En la vastedad de la existencia, nos encontramos con elementos de vital importancia para alcanzar una vida plena: una alimentación saludable, la práctica del ejercicio y las consabidas recomendaciones de conocimiento general. Sin embargo, siempre me he cuestionado si "escribir" debería ocupar un lugar destacado en esta lista, sin importar su temática, siempre y cuando cumpla con la función de verter emociones puras sobre el papel.

La escritura, querido lector, es un medio de expresión sublime, un tesoro de conocimiento íntimo y un bálsamo para el alma. A través de sus letras y palabras, se establece un orden mental y se dan rienda suelta a los pensamientos más profundos. No es en vano que los psicólogos la recomienden con ahínco, pues su poder terapéutico a mi consideración es innegable.

Poco se requiere para dar rienda suelta a este arte: un modesto lápiz, una pluma gallarda y una hoja en blanco, son suficientes para poner en marcha la maquinaria creativa. No importa si el estilo no es literario, académico o intelectual en su esencia; basta con dar el primer paso, sin miedo a los deslices ortográficos, los tropiezos en la redacción o los enredos gramaticales. Con la práctica constante, esos obstáculos irán cediendo, como flores que se abren al sol de la experiencia.

Este modesto "manifiesto", envuelto en un atuendo escueto, se alza para brindar un cálido abrazo a aquellos que anhelan plasmar sus palabras sobre el papel, pero que tal vez no se sienten lo suficientemente capaces. Permítanme ser la voz que les anima a emprender ese viaje hacia la escritura, un viaje que puede llevarles a descubrir una dicha hipnotizante.

Y, debo aclarar, me encuentro en un momento onírico en el que sueño con una positividad casi divina que recorre mi cuerpo. Tal vez haya sido influenciado por Krishnamurti.

CaprichosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora