Adormilado

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Me quedo sin habla.
La lámpara, en un inaudito giro del destino, me dirige la palabra. Los cuadros, con sus cautivadoras escenas, me sumergen en un profundo ensimismamiento. Pero, ¿y mi mano? Mi mano adquiere vida propia, como si se tratara de una imprenta autónoma. Sin consideración alguna por mi voluntad, ella misma redacta. Ahora, en medio de este torbellino de sensaciones, me debato en la incertidumbre de quién ostenta la verdadera conciencia: ¿ella o yo? ¿O tal vez, yo o ella? ¿Son estas líneas producto de mi propia creación o de su influencia? ¿Es esta duda mía o suya? En este momento, me encuentro sumido en una profunda confusión, sin saber quién ignora, ¿ella o yo?

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