Un cafe y dos medialunas

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En el confín de mi bolsillo descansa una suma de mil pesos, y en medio de este progreso desenfrenado, considero que tal papel adquiere un valor digno de ser dilapidado. Un café y dos delicadas medialunas danzan en el escenario de mi imaginación y despiertan la voracidad de mi estómago.

¿Debería acudir al supermercado o desplegar mi mirada en busca de algún rincón anclado que colme mi necesidad?

Ante la adversidad de la incertidumbre, encarno el papel del dubitativo activo, aquel que peregrina con paso vacilante por los recovecos donde se entretejen ambas opciones. Sin embargo, por el manto de pretensiones y el temor de romper el delicado equilibrio que me envuelve, me resisto a abrazar una determinación.

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