En mi cuarto recito a solas poemas, aunque solo de vez en cuando. Los desbarato, rayo y desmiembro antes de otorgarlos a la papelera. Bellas praderas, desiertos en toda su expresión y sentimientos mundanos plagados de soberbia y debilidad humana. Algunos buscan huir de su destino y se esconden bajo la cama, pero no me preocupo, tarde o temprano los perseguiré mañana. Las arañas del techo se adueñan de algunos poemas que no considero gratos. Y, bueno... al fin y al cabo, no hay patente que demuestre mi veracidad de propiedad, excepto esta mano que replica ferozmente la maniobra creativa que surge ante la adversidad.