He contemplado en múltiples ocasiones la idea de añadir la destreza de poeta a mi currículum, pero su vinculación con la utilidad se aleja de los confines del ámbito laboral. Es algo que trasciende lo que la multitud comprendería, mucho más allá de lo que cualquier empresa exigiría.
Fue un arrebato de un día, ahora desprovisto de valor. Es como esa tristeza efímera que se disipa en la frágil eternidad, o como ese oído ajeno que desencadena improperios vulgares en respuesta a la prejuiciosa barbarie de la falacia ad hominem y su voluntad siniestra.