Siempre piso el panorama lucubrado de este mundo desolado y su intrínseca maldad, pero sigo vivo, quizás por haberme sumergido de manera precoz en el mar del estoicismo. Aunque no me siento en armonía conmigo mismo cuando vislumbro esa llama esperanzadora que seguramente es pura ilusión.
A quién engaño, a pesar de esta deplorable actitud, aún conservo una pizca de positividad en este torrente mental de desesperanza.