Si bien soy de nacionalidad argentina, mi identidad no se reduce al simple patriotismo. Mi corazón alberga un amor profundo por la humanidad en su totalidad, más allá de los límites de mi lugar de origen. No obstante, esto no implica que menosprecie mi patria, pues esas interpretaciones carecen de fundamento. Lo que lamento fervientemente es la exacerbada rivalidad y la xenofobia que a menudo emanan como resultado de discusiones vacuas. Aborrezco esta situación precaria que engendra una repulsión infundada hacia aquellos que comparten este planeta. Pero, ¿quién se erige como el freno para la comprensión humana? Ansiaría poder contribuir con mis objeciones y auxiliar en esta coyuntura, mas este dilema escapa a la percepción de mi ser ajeno.