Estos sentimientos no son propios, son de otro,
del que redacta,
del que ilustra,
del que no sabe escribir,
del que no sabe dibujar.
Él afirma amar todo, mas eso es falsedad.
Él alega tener poder, y puede, aunque no como piensa, pero tiene la capacidad, la capacidad de creer que la tiene.
Lanzó sus brazos al fuego, y permanecieron incólumes.
Él no experimentó el dolor,
excepto el otro,
el otro que no redacta,
el otro que es el poseedor del cuerpo, que se autoproclama dueño.
Asevera que domina el portugués, la única lengua romance que le interesa.
Sostiene que controla el portugués, solo conoce los dias y las palabras invariables, que no migran de su idioma.
Son sentimientos, me digo.
Son sentimientos, me dice el otro.
Al final, concluye por surgir un otro.
Ya desconozco la identidad, si es que acaso existe, si es que acaso tiene utilidad.