Otro día frente al espejo, viendo mi rostro perplejo ante el paso del tiempo, me busco en mis pupilas, en mis rasgos faciales, todo se encuentra inexpresivo, frío como un glaciar.
Solo soy un escritor contemporáneo de una casta de bajo valor, mucho ardor ante ese pensamiento, pero cero discernimiento al obtener una negación de lo dicho.Pese a mi estado de espectro, sigo modesto, ante la volatilidad del azar al que me comprometo por mera falsa creencia de una sentencia de suerte. Pero ese es un dilema que no vale la pena abordar.
Volviendo al espejo, me hace acordar de manera paulatina, otros reflejos antaños de mi niñez, donde en cada uno de esos momentos usaba un espejo antes de proceder a una coyuntura, causando por consecuencia el recuerdo de aquellos sucesos, hay varios, demasiados que olvidé, y por causas de un vaivén ahora los tengo amontonados en la mente, qué suerte y goce, y qué molestia a la vez.