En este preciso instante, es cuando una respuesta se transforma en debilidad. Las entrañas rugen, las mariposas del estómago se desvanecen en un trágico vuelo suicida y mi cuerpo tiembla, preso de una conducta emocional inoperante.
Quedaba apenas una semana para la llegada de la Navidad, y yo pensaba en invitarte a la cena donde la familia alcanza su esplendor, en esa ocasión tan especial para compartir el aura que rara vez permito que traspase mi barrera depresiva. Ya era consciente de la posibilidad de tu negativa, pero como un necio que soy, disfruto de aventurarme a ciegas.
No decidiste otorgarme una despedida consoladora, ni anticipaste los buenos deseos para el próximo año.Ah, no me queda más alternativa que no amargarme. Aquí está el arte, mi fiel compañero, que me toma de la mano en momentos como este.