Quizás en algún confín remoto, donde la fortuna se desborda en su acumulación, quizás haya caído una pizca de suerte sobre mi yo paralelo, habitante de un aposento ajeno a mi propia realidad.
Quizás en este preciso instante él está escribiendo, sin ningún sentimiento belicoso que rasgue su vanidad.
Quizás blandee sueños y esperanzas primigenias, sepultadas por la escasa probabilidad de un actuar, tal como ocurre en mi caso.
Quizás descanse en el regazo de alguna mujer pura, capaz de disipar la bruma intrínseca que envuelve mi ser, o quizás, por un capricho del destino, haya nacido sin ella.
Quizás despertó intelectualmente mucho antes que yo, explorando las veredas del conocimiento con pasión y anhelo.
Quizás no sea un vago a la espera de algún encargo que despierte la sinfonía de sus neuronas.
Quizás no sea presa de conflictos internos ni externos, no sucumba a la obsesión que los desencadena.
Quizás se ofrezca con altruismo a los demás, siendo portador de un apego positivista arraigado en convicciones profundas.
Quizás utilice una sola mano para cepillarse los dientes, privándose de la curiosa diversión de negar su condición mientras lo hace.
Quizás estos libros en mi escritorio sean un enigma inexistente para él, una realidad que no alcanza a vislumbrar.
Quizás su lenguaje sea otro, un idioma que se desenvuelve en matices desconocidos para mí.
Quizás no se rinda ante mis propias cualidades personales, no se vea sometido a sus caprichos y designios sin fin.
Quizás sea un ser socialmente aceptado, capaz de tolerar las diferencias de los demás con una gracia que yo no poseo.
Quizás sus placeres trasciendan los meros afanes químicos de la mente, encontrando deleite en los misterios más profundos e inherentes de su ser.
Quizás sea un jeque en algún terreno musulmán desconocido para mí, rodeado de riquezas y excentricidades que jamás he vislumbrado.
Quizás el oro sea su moneda preferida, valorando su brillo más que la realidad efímera que conforma su valor con el implacable fluir del tiempo.
Quizás sus amistades se cuenten más allá de los límites que imponen los cinco dedos de una mano.
Quizás abandonó su corazón efevo para entregarse plenamente a la adultez, dejando atrás las ilusiones pasajeras.
Quizás sea un Zaratustra en un contexto opuesto, portador de una sabiduría trascendental que desafía las convenciones establecidas.
Quizás sea un eterno nómada, encontrando solaz solo durante la noche, cuando busca la quietud en su templo interior.
Quizás sea monoteísta o politeísta, entregado a la devoción de algún dios ameno que guía su camino.
Quizás sea un hebreo vagando por las avenidas de Israel, conectando con sus raíces ancestrales y absorbiendo la esencia de su tierra.
Quizás sea aquel mendigo con un complejo de Diógenes de Sinope, renunciando a las comodidades mundanas en busca de la verdadera esencia de la existencia.
Quizás sea un miope incapaz de ver el muro de sesgos que se alza imponente frente a mí, obstaculizando mi visión.
Quizás sea un colibrí sin una flor favorita, buscando en cada néctar el deleite efímero de su breve existencia. Quizás él sí haya sentido la ferviente pasión de escribir, plasmando sus pensamientos en tinta y papel con una profunda entrega.
Quizás él sí haya acariciado más quizás en su mente, explorando los infinitos caminos de las posibilidades.
Quizás se encuentre en la frontera de la locura, necesitando escapar y liberarse de las ataduras impuestas por la cordura.
Quizás, tan solo quizás, él sea divinamente feliz, inmerso en una existencia plena y en armonía con el universo.