Taciturno

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Carne y osamenta.
Venas y tendones.
Frágiles hilos, sometidos a la presión.
El olvido, la letanía, el bálsamo venenoso del intento, ya me acariciaron.
Nada cruzó el umbral de mi mente.
Luceros, cometas, más de una luna, más de media docena, en un horario infinito, un perpetuo en el reloj.
Estaba de espaldas, ensimismado en el exterior, el espejo desvelaba todo.
Me amalgamé con él, culminé convirtiéndome en parte del cuadro, la luz se encerró en su interior, repito el mismo cortometraje subtitulado.
Resulta ameno.

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