Un sabado a la mañana

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I

Los rayos solares me alzan, acciono la palanca y comienza el viaje de mis engranajes, cada pieza con su encaje, cada paso con su influencia biologica, una inclinación genuflexa como estiramiento, otra genuflexión como mandamiento.

Mi mano acaricia ligeramente mi paisaje facial, piel grasa y piel seca, por si es necesario resaltar. Observo el reloj y se mantiene amenazante, por su presencia intimidante tiendo a apartar la mirada.

II

El grifo gira y la lluvia cae, imagino figuras en las grietas de los azulejos, recito consejos y comienzo a meditar. Cada rizo desenredo en un enredo de adversidad, al unísono la espuma y el enjuague donde no cabe enemistad.

Detengo el flujo del agua, me seco con mi toalla, pienso en Aida y continúo mi despertar.

III

El desayuno monótono, con cierto matiz de un argentino promedio a mi parecer. Un mate caliente, pan con grasa calentado y un libro unido a mi mirar, cada sorbo un dilema, cada sensación agria una adversidad, cada lectura un provecho y cada sabor salado una sílaba de libertad.

CaprichosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora