Cada criatura expresaba el lenguaje de su esencia, no existía una jerarquía platónica; todos compartían igualdad en sus aspectos racionales, irascibles y concupiscentes.
La rana se lanzaba anticipando su destino al saltar, al igual que el conejo.
Yo contemplaba,
el ave entonaba melodías en la lengua humana, pero con la innata conexión que compartía con el árbol.
Era un lugar de espléndida sombra, brisa y agua. El paisaje desplegaba su gallardia; aquel rincón pertenecía a la provincia de Córdoba, mi pasado no se sumerje en la ubicación exacta.