Vive en una perpetua meditación; su único propósito es mantenerse existiendo.
Jamás sucumbe ante la alteración mental de un sentido abstracto. Continúa su cadencioso andar, fisgonea su entorno con minuciosidad,
sacia su sed y degusta su lechuga.
Su pelaje se erige como una fusión de tonos grisáceos y amarronados, vívidamente influenciados por los caprichos del sol.
No comprende mis palabras,
mis caricias,
ni el amor que le prodigo, pero los acoge con una actitud sin quejas, ni rastro de resentimiento, ni un atisbo de duda reflejado en su mirada.
Es una compañía independiente, esencialmente un amigo.