Chapter 46

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Valentine

Termino de vestirme mientras lamento el que no me hayan dejado usar mi nuevo look. No entiendo el porqué, era una buena creación.

Bostezo dirigiendome hacia la cama.

No estaría mal dormir un poco.

Mi estómago gruñe y un golpe se escucha por la ventana de esta cabaña oculta. Al mirar dónde se originó el ruido, muevo mis dedos y la cortina se abre dejándome ver al Wendigo.

-Entra-abro la ventana-no tengas miedo, no soy un tirano.

El Wendigo no se mueve en cambio me pide perdón.

-Lo siento, fue mi culpa, casi mueres...

-Si, casi muero quemado.

Solang baja su cabeza como un cachorro lastimado.

-Pero estoy vivo, ¿De que te lamentas?

-Perdón, pero no tuviste que haberme salvado.

¿Ahora dice eso? ¿No creé que es un poco tarde?

-Soy un mounstro que come cualquier tipo de carne...debo volver al infierno.

Entrecierro mis ojos.

-¿Y como lo harás?

-Escuché que hay un tipo capaz de llevarnos y cruzar mundos.

¿Eh? ¿Que hay un que?

-¿De verdad...?

-Los rumores del pantano rojo hablan sobre aquello.

¿Pantano rojo?

-¿Donde queda?

-Antes de llegar a la montaña llorona hay un camino hacia la izquierda. El pantano rojo está por esa dirección.

Alto.

-¿Montaña llorona? ¿Acaso es la guarida de la llorona?

El Wendigo ladea su cabeza.

-Le dicen así porque cada persona que va, termina llorando de regreso.

Ah...

Carraspeo.

-Esta bien, gracias por tu información, eres libre de irte.

Siento al Wendigo abrazarme.

-Gracias.

Son las últimas palabras antes de verlo marchar.

-Malditas despedidas.

Salgo de la habitación escuchando las palabras de mi Maestro.

-¿Y que supones? ¿Que mi hijo y Ludwing comparten almas?

Mi cuerpo se enfría al escuchar esa pregunta, y la respuesta que da Asmodeo me hace caer en cuenta la similitud de ojos que tiene mi alma con la de Ludwing.

Retrocedo despacio sin dejar que me escuchen, y me largo de la cabaña dejando a ambos hombres charlar sobre mi y Ludwing.

Toco mi pecho sobándole calmadamente, las palabras en mi garganta se atoran y mi respiración se acorta. Me agacho apoyándome en el tronco de un árbol.

-Lud...ludwing-llamo.

No es posible, lo que estoy pensando no puede ser posible.

Pero no importa cuanto intenté alejar esa idea de mi mente, solo se forma más razonable la suposición de que Ludwing y yo compartamos almas.

¿Por qué sentir dolor con personas que nunca he conocido?

Además tengo los poderes de mi Maestro en mí, tampoco es que pueda decir, yo soy Ludwing, porque sería una gran mentira.

El plan de escape del hermano menorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora