EL ACCIDENTE

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Ya sin mis vidrios polarizados de por medio, pude ver claramente al hombre que había ido en mi ayuda «Y que probablemente fuese a quién impacté»

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Ya sin mis vidrios polarizados de por medio, pude ver claramente al hombre que había ido en mi ayuda «Y que probablemente fuese a quién impacté»

Quedé aún mas aturdida cuando lo vi; era un hombre descomunal. Debía medir 1 metro 90 centímetros como mínimo, de piel blanca que se veía muy bien cuidada, ojos de color azul, tan azules como un mar profundo, pasaba su mano por su cabello perfectamente peinado de color chocolate, sus rasgos estaban muy bien definidos, de facciones inquietantemente atrayentes, su nariz respingada y perfecta, sus labios un poco carnosos que te invitaban ¿A qué? A quedarse a vivir en ellos. Este hombre era delirantemente perfecto...

-¿Te duele algo?-preguntó con la frente llena de arrugas y su ceño fruncido, sacándome de mi ensoñación y golpeando mi subconsciente con la increíble estela de su aroma.

-No, estoy bien.-mentí. Me dolía la espalda y el cuello, pero por alguna razón no quería verlo preocupado.-Solo estoy un poco sofocada.-dije apartando un poco la mirada. Genial ahora me encontraba. Aturdida por su presencia.

-No te muevas, permíteme.-su aliento varonil acercándose mucho, demasiado, yendo hacia mi cinturón de seguridad para desabrocharlo. Pasó tan cerca que saboreé su exquisito aroma que era una mezcla entre algo amaderado con tonos de chocolate, lluvia, jazmín, cocoa. ¡No lo sé!, eran los mejores aromas mezclados en Él.

Me sentía mareada, tenerlo así de cerca me agitaba, y él lo notó para mi vergüenza pero se lo atribuyó al accidente que acabábamos de tener, cosa que había olvidado momentáneamente.

-Tranquila, ya he pedido una ambulancia.-musitó con una intensa mirada postrada en mi.

-No, no es necesario.-repuse, mientras él seguidamente negaba con la cabeza.

-No te irás de aquí hasta que un paramédico certifique que estás bien.-determinó.

-Pero ¿Y tú?-inquirí señalándolo.-¿Estás bien?-me miró concienzudo como si fuese algo evidente. Desvíe la mirada.

-Estoy perfectamente.-sonrió un poco dejándome totalmente deslumbrada «más aún si eso era posible»

-Yo también lo estoy.-repuse tajante e intenté levantarme de mi asiento, pero mis desgraciados músculos agarrotados por el miedo de lo ocurrido me traicionaron haciendo que perdiera el equilibrio, casi estampándome contra el asfalto -casi- porque sus sedosas manos me tomaron del brazo y la cintura haciendo que una suave y gratificante corriente eléctrica recorriera mi organismo entero.

-Mantente sentada.-ordenó suavemente, dejándome ligeramente en mi asiento de nuevo. Hizo una seña a no sé quien y en menos de dos minutos se acercó un hombre como de 40 y tantos años, vestido de traje y bien parecido aunque ni por asomo se acercaba a la perfección de hombre que mantenía su vista fija en mí, intimidándome cada vez más.

El hombre le entregó dos botellas de plástico una de agua y otra de Gátorade.

Él abrió el envase de agua ofreciéndomelo.

-Bebe.-dijo y yo accedí tan pronto lo pidió.

-¿Como se encuentra señorita?, Lamento el incidente, usted cruzó en rojo.-dijo en tono suave con un toque de pena palpable.

-Así que ha sido usted a quién impacté. No se preocupe estoy bien y por favor, no se disculpe, ha sido mi error.-intenté suavizar su mortificación.

-Bebe.-me pidió nuevamente.

-Gracias.-dije sorbiendo un poco de agua refrescándome.-Creí que había sido a tí a quién había chocado ¿Quién eres?-pedí saber curiosa.

-Efectivamente, ha sido mi auto al que has embestido.-lo miré confusa.-Pero él conducía, es Eugene Lautner, y yo soy Ethan Montes de Occa.-dijo brindándome una aclaración rápida, ahora ofreciéndome la botella de Gátorade.-¿Tú eres..?-preguntó con la intriga en sus hermosos ojos. Tomé la botella de nuevo y eché un leve vistazo a nuestro alrededor y observé a la gente que nos miraba inquisidoramente.-Soy April.-dije al fin.

Eugene me miraba aún apenado, pero no podía culparlo por mi irresponsabilidad.
Un par de minutos más pasaron cuando estuvo allí la ambulancia y tránsito. El paramédico me evaluó detenidamente, colocándome un collarín y dándome analgésicos para el dolor en la columna. Los segundos me multaron sin piedad por mi descuido alegando «Pudo ser peor».

Ethan y Eugene, estaban perfectamente tal como él había dicho, la parte delantera de mi auto estaba ahora deforme, eso me costaría un buen jalón de dinero. Ethan se había ofrecido a pagar los arreglos pero me negué rotundamente no tendría por qué hacerlo si yo había sido quién se había pasado el semáforo en rojo.

Las siguientes horas fueron abrumadoras, los analgésicos me ayudaron pero odiaba tener que usar ese estúpido collarín; me lo quité en cuanto retomé la ruta hacía la boutique, con cierto alivio de haberme alejado de ese hombre que me ponía los nervios de punta, al hacerme sentir como una adolescente hormonal.

Y luego caí en cuenta que mi hermano Sam debía estar preocupado. Eché un vistazo a mi celular y tenía 6 llamadas perdidas de él, y un par de mensajes más. Lo llamé contándole lo sucedido y me aconsejó que fuese a casa a descansar, él se encargaría del inventario y se iría temprano para llevar a Nate conmigo; para que yo no tuviera que salir más por ese día. De mala gana le hice caso y me fui a casa y la verdad fue lo mejor que pude hacer.

Me recosté con la sensación de haber tenido un largo día y repasando en mi mente lo del accidente, sentí pena por mi auto pero en consecuencia había conocido a Ethan Montes de Occa, un hombre descomunalmente apuesto e imponente, capaz de desorganizar mis ideas y alterar mis instintos que yacian dormidos, tan solo con mirarme.

TERCER ENCUENTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora