IRACUNDO

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No habían pasado 5 minutos cuando las luces del auto me iluminaron

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No habían pasado 5 minutos cuando las luces del auto me iluminaron. Abrí la puerta del copiloto aún con la ira consumiéndome ¿Qué demonios sucedía conmigo?

—¿Todo está bien?— inquirió Eugene.

—No lo sé, Eugene. No sé que mierdas pasa conmigo.— Resoplé en voz baja. El auto se puso en marcha y me sentí totalmente fuera de lugar, no entendía porque estaba actuando de esta forma tan cobarde ¿Quién carajos era ella para hacerme huir?, ¿Qué mierdas era lo que April me estaba haciendo sentir?

—Detente.—le urgí. No me iría, no de esa forma. Yo era Ethan Montes de Occa y a mi nadie me hacía huir.

—¿Sucede algo?—detuvo el auto extrañado.

—Voy a regresar.—sentí su mirada fija en mi, pero no me iría, ella no me haría ir así.

—¿Esta seguro?.

—Por supuesto, Eugene.—respondí y acto seguido me bajé del auto, me coloqué el saco y me encaminé adentró del bendito restaurante una vez más. No estaba en mí, nada de lo que estaba haciendo pero no dejaría que esa situación me apabullara.

La mujer de la entrada me sonrió confundida, la ignoré. El alcalde me saludó asintiendo mientras bailaba con su esposa en la pista, la música estaba mucho más animada que cuando había llegado y entonces la divisé de nuevo. Ya había estado allí y ella no me había notado, esta vez sería totalmente distinto, sabría que Ethan Montes de Occa estaba allí y sería ella quién querría huir ante mi presencia.

Me dirigí a la barra y pedí un trago, necesitaba algo mucho más fuerte que una copa de champagne.

—¡Señor Montes de Occa! qué gusto que asistiera a la inauguración.—frente a mi estaba Marco Sindoni, dueño del restaurante, y sería precisamente él quién me haría notar.

—El gusto es mío Señor Sindoni.—respondí sonriente.

—Nada de Señor, llámame por mi nombre de pila.—me pidió mientras se acomodaba a mi lado.—Pero díme ¿Qué te ha parecido esta noche?—pidió mi opinión.

—El lugar es muy agradable Marco, creo que seguiría viniendo aquí.—aunque prefiero los ambientes más reales sin tanta parafernalia.

—Siempre serás bienvenido a mis restaurantes Ethan, espero me permitas tutearte.—dijo sonriendo, triunfante evidentemente satisfecho por mi anterior respuesta.

—Por supuesto que sí, y gracias tomaré en cuenta tu invitación siempre que esté cerca.—resolví un poco ofuscado por no ver a April en ningún lado.

—No me agradezcas aún, espera que sirvan el plato principal y allí si quedarás totalmente cautivado con el restaurante, a final de cuentas la gente vendrá por la comida.—dijo orgulloso.—Debo presentarte al Chef estrella, ¡Oh mira! Si allí viene y con qué belleza se acerca…—balbuceó viendo al lado opuesto en el que yo miraba.

Di media vuelta para ver de quién se trataba y para mí sorpresa era April con el imbécil tomándola del brazo a solo unos cuantos pasos de mi.

No podía creer cuán hermosa estaba y cuando sus ojos se encontraron con los míos su relajada y cómoda expresión desapareció.

—Precisamente le estaba hablando de ti al señor Montes de Occa, Alexander.—comentó Marco. Mientras April se descomponía totalmente palideciendo. Su acompañante la miró confundido y luego me miró a mí. Yo mantenía mi vista fija sobre ella de forma severa y podía ver el esfuerzo enorme que hacía por mantenerse serena.

—¿Montes de Occa?—inquirió el tal Alexander con el ceño fruncido.

—Si. Ethan Montes de Occa.—dije con mi postura firme extendiendo mi mano a lo que él rápidamente respondió estrechándola fuerte.

—Alexander Castellanos; chef ejecutivo del restaurante.—respondió como si tuviese alguna importancia para mi, April estaba incómoda y de tanto en tanto me miraba pero no lograba descifrar que había en su mirada más allá del desconcierto.

—Oye, Alexander, no seas descortés ¿Qué no piensas presentarnos a la belleza que te acompaña?.

—Por supuesto, Marco, si venía a ello precisamente. Ella es mi amiga, April Andueza.—April reaccionó y le mostró una linda sonrisa al viejo verde a mi lado y extendió su mano.

—Es un placer, Señor Sindoni, gracias por la invitación.—dijo en tono agradable, sin dirigirme la mirada. Realmente estaba intentando ocultar su incomodidad.

—Para nada agradezcas y el placer es todo mío, no todos los días uno tiene la dicha de conocer a una mujer tan hermosa como tú.—besó su mano y la sostuvo más de lo esperado “Maldito hijo de perra, suéltala.”—¿No te parece amigo mío?—inquirió refiriéndose a mi. Las mejillas de April se colorearon con un tono rosáceo que la hizo lucir aún más hermosa. No me explicaba como demonios era posible.

—Sí, aunque todas las mujeres que están aquí esta noche lo son.—Este si era el maldito Montes de Occa. April sonrió sin ganas.

—Muchas gracias Señor Sindoni—dijo sin mirarme.—Es usted todo un caballero.—hizo el énfasis suficiente en la palabra indicada. El momento era realmente tenso pero no estaba dispuesto a ceder.

El tal Alexander me miraba incrédulo.

—Me atrevo a discrepar, Señor. No hay duda de que, April, es la mujer más reluciente que se encuentra acá esta noche.—defendió con vehemencia, April lo sancionó con la mirada y yo sonreí al notar algo muy evidente en él.

—Mis disculpas, debo ir al tocador.—se zafó April apenas pudo sin siquiera verme. “Mírame” pedí a gritos internos mientras ella se iba con paso apresurado.

—¡Vaya mujer!—soltó sin ningún remordimiento la bestia de Marco “¡Solo cállate!”—¿Por qué no la has traído antes Alexander?—decía aún perdido viéndola.

—Porque es mi amiga, Marco, por esa sencilla razón.—el viejo a mi lado Bufó.

—Oh vamos, Alex ¿No soy tan malo o sí?.—dijo insinuante.

—No te responderé por decencia…

—Si me disculpan caballeros.—No me quedaría a escuchar a cuántas de las amigas de Alexander se había follado Marco. Tenía algo mucho más importante que hacer...

TERCER ENCUENTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora