CALVARIO

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—¿Estás disfrutando esto, verdad?—cuestioné señalando mi erección mientras eramos llevados al club que Alexander había sugerido, por suerte, uno de los míos, sin embargo ninguno lo sabía

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—¿Estás disfrutando esto, verdad?—cuestioné señalando mi erección mientras eramos llevados al club que Alexander había sugerido, por suerte, uno de los míos, sin embargo ninguno lo sabía.

—¿Qué te hace pensar que yo no estoy igual?—atajó de vuelta, clavando su intensa mirada en mí.

Me jugaría una carta bajo la manga con la que ella no contaba.

—Eugene, sube el volumen a la música.—pedí notando como ella fruncía el seño. Entreabrió sus labios incrédula al ver como frente a ambos subía un vidrio completamente polarizado de varios centímetros de grosor, separando el espacio en dos ambientes.

—No podrá ver ni escuchar nada.—aseguré soltando el botón cuando el vidrio estuvo arriba por completo.

—¿Estás loco?

—Te dije que estabas enloqueciéndome. Ahora ven aquí que sólo tenemos un par de minutos.—dije atrayéndola hacía mi, ella seguía sin poder creerlo, sin embargo cuando deslicé mis dedos por la abertura del vestido en su pierna ella las abrió para darme todo el acceso que necesitaba. Sonreí y me fui sobre su boca. El destello de sensaciones que comenzaba en mi ingle viajó esparciéndose por todo mi cuerpo.

—Vas a sentir lo loco que me tiene ese maldito vestido.—dije jadeando en su boca.

Liberé mi erección y ella no dudo en tomarla, me acomodé en el asiento y ella se agacho frente a mi y lo metió todo en su boca haciéndome temblar de placer.

—¡Maldición nena! He querido ver esto desde que enviaste esa foto.—la tomé de la nuca anudando su cabello en mi brazo, mientras ella me daba lametones y succiones perfectas descontrolando cada uno de mis sentidos, el placer era embriagante, me hacía retorcer con la humedad cálida de su boca. April clavo sus ojos en los míos y esa imagen fue un detonante, lo saqué rápidamente de su boca y apreté el glande no quería acabar aún.

—La quiero.—pidió limpiando su comisura con un poco de mi esperma que se había escapado y llevándolo a su boca.

—La tendrás nena, la tendrás.—la levanté sentándola sobre mí. Subí su vestido y casi me infarto al darme cuenta de que no llevaba ropa interior. La miré incrédulo y verifiqué la parte de arriba, nada. Estaba solo con ese trozo de tela exponiendo todo lo mío.

—Pero ¿Qué diablos, April?—solté molesto ante aquella barbarie.

—Así debe usarse.—fue su absurda explicación.

—Definitivamente tú te has propuesto acabar conmigo.—me quejé exasperado.

—¿En serio vas a molestarte justo ahora?

—¿Cómo se te ocurre salir así?—cuestioné ofuscado con su ligereza.—¿Y si se hubiese roto en pleno evento? No, no quiero ni imaginarlo.—pase la mano por mi cabello intentando mantener la calma.

TERCER ENCUENTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora