Capítulo 22

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Reserva Quileute
2004, diciembre.

Mavis nerviosa había estacionado su moto a lado del carro del sheriff. Todas las personas nativas del lugar la miradas y cuchicheaban cosas, cosas que daba cierta pena de haber pisado el recinto selectivo sin la presencia de su lobo negro. Intentó hacerse de valor, alcanzando a Charlie, el cual parecía dirigirse a una casa en particular. Golpeó levemente la puerta, y tras unos minutos después, pero no mucha demora, apareció tras abrirse la puerta un señor de canas grises con blancas.

—Harry. Espero no haber llegado tan tarde, tuve un contratiempo —saludo Charlie, hacia el señor mayor.

—No te preocupes, el partido no ha comenzado aún. Pero, mi esposa nos está preparando algunos aperitivos —expresó despreocupado el señor, pero  miraba bastante serio a Mavis— ¿Quién es la señorita que te acompaña?

—Oh, ella es mi vecina. Mavis Drac, el mes pasado terminó el año escolar y está apunto de entrar a la universidad pero necesita de un empujón. —expresa Charlie con rapidez y nervioso.

Tras escuchar su nombre. Supo que su lobito la pudo haber mencionado antes a ese señor. Porque su mirada obtuvo otro tipo de chispa, ya no era tan antipático al mirar a Mavis.

—¿Cómo a qué te refieres con el empujón?—pregunta Harry— Espero no estes interesado en la joven, la pedofilia no te queda, Charlie.

El pobre Sheriff empezó a tartamudear nervioso, negando con gestos de disgusto, desespero y asco.

—¡Para nada! ¿Como te atreves, viejo anciano?—preguntó con molestia e indignación. Pero parecía que el apodo era típico entre ambos.

Ya que Harry y Charlie estallaron en risas roncas tras escucharlo decir aquello. Ambos imposibles de recuperar la postura de hombres adultos, decidieron pasar dentro de la cabaña. La residencia Clearwater, familia que Charlie había decidido que sería lo ideal para charlar del asunto, ya que la señora Clearwater tenía la conexión general con muchos de la parte escolar de la tribu.

En cuánto, Charlie entró. Mavis no entró inmediatamente. Quedó pendiente en el marco, tímida a que no fuera realmente bienvenida.

—Yo... Si quiere usted ... Me quedo fuera, y hablo con su esposa en otro momento. No quisiera importunar vuestro encuentro —comenta Mavis.

Harry Clearwater, es allí cuando se percata de su apariencia. Piel extremedamente pálida, ojeras y maquillaje deprimente. Entre sus dientes cada vez que hablaba se notaba en pocos segundos entre un poco d eluz los colmillos de la señorita. Tenso, respiró profundo, su preocupación disminuyó bastante en cuánto se fijó en el color de ojos.

—No muerdas a nadie. Mientras respetes esa regla, no tendremos problemas. —expresó serio Harry— Adelante, pasa.

—No soy como esos fríos que conoce. Me sé controlar. Pero entiendo su preocupación y cautela. Gracias por la oportunidad —corresponde Mavis, entrando al hogar.

Y por un momento, se queda estática. Al ver como entre las escaleras nota unos lentes pasar por la escalera hacia el piso de arriba.

«Entonces... ¿Quiere decir que su compañera o enamorada está en esta casa? ¡Santa rabia! No tengo que meter la pata o nos matan»pensó preocupada, pero se asustó en cuánto una mano se posó sobre su hombro.

Se apartó exaltada. Encontrandose con la mirada preocupada de Charlie.

—Te vi con la mirada perdida. Lamento haberla asustado...—pide Charlie con vergüenza.

—Ay... Perdona. Es que, esto... La casa... Es muy hogareña, ¡Si, eso! Y ... Me recordó a mi hogar de la infancia —improvisa Mavis, con una sonrisa triste por la mención de su casa.

—Comprendo. Ven, te presentaré a Sue. Es una gran mujer, ella podrá guiarte. Estoy seguro de ello —comenta Charlie, con una admiración leal hacia esa mujer de su amigo.

—Gracias por confiar en mi y esta ayuda, señor Swan. —añade demasiado conmovida por la atención del mayor.

—Hey, ¿que te dije? Nada de señor, que no se me nota las canas. Soy todo un jovencito aún, señorita —replica Charlie, con una mueca amarga.

Mavis se sonroja, se le había salido la frase tan incondicional. Aveces se le olvidaba que los jóvenes de ésta época no eran tan formales.

—Lo siento, es que me he emocionado.

—Bien, lo entiendo. Entonces vayamos, que nos esperan —comenta Charlie, empujandola levemente para que avance, tal parece ser hacia la cocina de la casa. Donde el señor Clearwater se había reunido con su esposa.

Sin lugar a dudas, este día, estaba siendo más único y menos aburrido que de lo que pensaba.

Una Impronta diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora