Capítulo 88

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15 de octubre, 2006

Mavis estaba frenética, revisando una vez más la maleta que había preparado con esmero. Los detalles de su viaje a Transylvania la mantenían en un estado de ansiedad alegre, y ya había limpiado la casa más veces de las que podía contar. Cada pequeño ruido en la calle la hacía saltar de anticipación, esperando el momento en que Sam llegara a recogerla. Sin embargo, en lugar de un solo auto, escuchó varios motores aproximándose, el rugido de las llantas al detenerse frente a la casa.

Se detuvo en seco, frunciendo el ceño al oír las puertas de los autos abrirse una tras otra. «¿Quiénes podrían ser?» Dejó la maleta en el suelo y corrió hacia la ventana. Sus ojos se abrieron con sorpresa y luego con alegría desbordante al ver a varios de sus amigos y familia bajando de los autos.

Sin poder contenerse más, salió disparada por la puerta principal, corriendo directamente hacia una figura alta y familiar que ya la buscaba con la mirada.

—¡Papá! —exclamó Mavis, con una voz llena de emoción.

Drac, con su imponente capa negra ondeando detrás de él, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Mavis se lanzara a sus brazos. El abrazo entre padre e hija conmovió a todos los presentes. Los ojos de Drac brillaban con orgullo y amor mientras envolvía a su hija con fuerza, levantándola ligeramente del suelo como solía hacerlo cuando era pequeña.

—Mi pequeña Mavy, ¡qué grande estás! —dijo él, riendo con voz grave—. ¡Casi me aplastas con ese abrazo de oso!

Mavis rió, separándose ligeramente de su padre para mirar a los demás que se acercaban. Frankie, con su enorme figura, la saludó con una palmada amistosa en la espalda que casi la tambaleó, pero Mavis solo rió más. Murray, el momia desenvuelta, le guiñó un ojo desde detrás de sus vendas, mientras que Wayne, el hombre lobo, alzó una mano en señal de saludo.

Sin embargo, Mavis frunció el ceño al no ver a Sally, la esposa de Wayne, a su lado.

—¿Y Sally? —preguntó, mirando a Wayne con curiosidad.

Wayne soltó un suspiro teatral, agitando una mano como si estuviera agotado solo de pensarlo.

—No me lo recuerdes, Mavis. Los cachorros están en una de esas fases indomables. Sally decidió quedarse en casa para evitar que destruyan todo. Aunque, honestamente, creo que prefería quedarse allí antes que hacer un viaje tan largo con ellos en el auto —explicó con una sonrisa cansada.

Mavis asintió comprensiva, aunque una pequeña parte de ella hubiera deseado ver a Sally y a los cachorros. Sin embargo, no pudo evitar sonreír ampliamente al ver a Cleo y Jake acercarse, seguidos por Leah y Griffin. Cleo, con su porte elegante y su vestido dorado que brillaba bajo la luz del sol, le sonrió cálidamente mientras Jake, a su lado, le hacía una reverencia juguetona.

—Feliz cumpleaños, Mavis —dijo Cleo con su habitual tono calmado y regio, extendiendo un pequeño regalo hacia ella.

—¡Gracias, Cleo! —respondió Mavis emocionada, tomando el presente y abrazando rápidamente a Cleo antes de girarse hacia Jake—. ¡Y tú, Jake! Qué bueno verte de nuevo.

Jake asintió con una sonrisa, pero Mavis pudo notar un brillo de curiosidad en sus ojos al ver al grupo diverso de monstruos. Luego, Leah y Griffin se acercaron. Griffin, aquel hombre rubio pálido de ojos azules, conocido previamente como el hombre invisible.

Leah se mantuvo cerca de Griffin mientras caminaban hacia el grupo de monstruos. Mavis les sonrió cálidamente al verlos acercarse, pero notó que los demás monstruos, especialmente Frankie, Wayne y Murray, no la habían conocido aún.

Una Impronta diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora